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Crónica de C/, Nº0 de Diana Millán en Nigredo Espacio

Crónica de C/, Nº0 de Diana Millán en Nigredo Espacio

Artista visual, investiga la condición de la imagen hoy; su dependencia…

En el verano de 2020 tuvo lugar la muestra individual C/, Nº0 de Diana Millán en Nigredo Espacio: un antiguo taller mecánico de Madrid, hoy, reacondicionado en centro independiente de creación, exhibición y estancia artística. El evento, fruto del paso de les comisaries Helena del Campo y Sergio Porras por el programa de residencias Club Montparnasse, se vio marcado por las medidas sanitarias consecuencia de la pandemia, recibiendo a les asistentes en pases reducidos. Todo sucedería en medio de un clima artístico incierto para la capital, también para el país, donde muchas instituciones culturales se encuentran al borde del cierre y, gran parte de las exposiciones y programas artísticos, han quedado suspendidos hasta próximo aviso. Estas líneas, escritas tras su visita, te conducen a ese taller.

Nada más entrar, encuentras un vestíbulo de desinfección, con geles hidroalcohólicos y cubrezapatos desechables, ambientado por una mezcla de sonido, realizada en colaboración con Lena Garbo, que se diluye por el resto de la sala. En el centro, un coche abierto de par en par (maletero y puertas delanteras desplegados), ocupa casi todo el espacio. Por la carga del maletero, parece preparado para un viaje largo: una maleta espaciosa, algo de calzado, la funda de un ordenador… Aunque, a medida que inspeccionas con más detenimiento, aparecen objetos que normalmente no te llevarías de viaje: un estuche con rotuladores, unas pequeñas plantas, una PlayStation 2… Podría tratarse de una mudanza, pero hay bastantes cosas que no están guardadas, como si se acabasen de usar: una caja de cereales, algo de ropa interior, unas chanclas… Ahora, casi por sorpresa, te das cuenta de que los asientos traseros están ocupados, pero no por más bártulos sino por una persona. Diana Millán, la artista responsable del proyecto, permanece recostada mientras navega con su móvil por diferentes vídeos de YouTube. Convirtiéndote en voyeur, la observas a través del hueco del maletero o de los cristales traseros, sintiendo cómo invades su intimidad.

Puesto que no quieres molestarla, empiezas a investigar el resto de las piezas distribuidas por el espacio. Lo primero con lo que te topas, rodeando el coche por la izquierda, es un chaleco militar de camuflaje, tendido de un perchero improvisado en una esquina. Podría decirse que está equipado con todo lo esencial para habitar la jungla de asfalto: cepillo y pasta dental, peine, tampones, mascarilla quirúrgica, cable USB, auriculares… Recorres la pared contigua con la vista donde un vídeo está siendo proyectado, pero el concentrado foco que ilumina una columna unos metros más allá acapara tu atención. Por su posición, tienes que acercarte al suelo para poder distinguir bien qué es lo que se está señalando. Se trata de varias impresiones que corresponden a un anuncio de idealista (parte del proyecto Yo también quiero vivir en Lavapiés, 2019). Alguien ha publicado la oferta de una “casa o chalet independiente en plaza Lavapiés, 1” por solo 200€ al mes. Parece una ganga, y lo sería de no ser porque, como un comentario señala, “es una PUTA FURGONETA”. Parece que el anuncio no encajaba con los altos estándares inmobiliarios que Madrid ofrece a quienes buscan vivienda, e idealista decidió eliminarlo. Sin embargo, el hecho de que se tratase de un furgón acondicionado mediante cojines no disuadió a algunes usuaries de contactar pidiendo una visita, pues al fin y al cabo la localización era inmejorable.

Te retiras un poco y, ahora sí, empiezas a seguir el vídeo que un proyector apoyado en el techo del coche reproduce en la pared. Varios testimonios en formato videoblog se suceden, en los que diferentes chicas comparten su experiencia viviendo en su coche. Nos cuentan cómo es su día a día, por qué se encuentran en esa situación y cuáles son sus expectativas de futuro. El dinero es el tema más insistente. Hablan de cómo recurren a vivir en su coche para poder sobrevivir a una situación económica crítica, o cómo el no tener que pagar un alquiler las libera de buscar un empleo estable, propiciándoles mucho más tiempo libre. También tratan cuestiones sensibles, como el estigma de contar a tu círculo cercano que no vives en una casa y el aislamiento y desesperación que ello conlleva, o la falta de privacidad y la desprotección a la que, especialmente por ser mujer, se ven expuestas. Mientras escuchas estos testimonios, tomas consciencia de la presencia del cuerpo de Diana dentro del vehículo, de su torcida postura en el asiento trasero, en un local sin aire acondicionado en el asfixiante agosto madrileño.

Entonces, el vídeo acaba. Diana sale del auto-casa para atravesar el antiguo taller y llegar hasta un rincón que recuerda a una cueva. Se arrastra por unos cuantos colchones que cubren el suelo y avanza hasta el fondo, donde un televisor reproduce un vídeo en loop (“Sonido ambiente de la primera clase de un avión: ideal para dormir, estudiar, concentrarse, leer y hacer los deberes”). Se coloca detrás para conectar su teléfono a la pantalla y que podamos ver qué está consultando. Inicia una pista de audio con sonidos relajantes, que deja de fondo, y prosigue con su deriva por la red. Parece que vivir en tu automóvil es una práctica muy extendida. Un enlace nos propone “Cómo vivir en tu coche y ahorrar dinero: 8 sencillos pasos para empezar”. También se suceden noticias sobre el aumento del precio del alquiler, junto a dudas en foros como: “¿cuándo puedo subir de precio el alquiler de un piso?”. Empiezas a ser consciente de que la experiencia de vivir en un coche no parece tan diferente del recoveco en el que te has metido para ver mejor la pantalla. De hecho, no es una realidad en absoluto lejana. En el mismo barrio en el que te encuentras disfrutando de la exposición, Usera, muchas familias viven en apartamentos verdaderamente minúsculos o, incluso, hacinados en pisos patera. No es de extrañar que, coincidiendo con los días que dura el evento, dicho barrio sea el que acumula más casos positivos por coronavirus, junto a otros como Vallecas (curiosamente barrios obreros densamente poblados cuyes vecines no pueden escapar de vacaciones en agosto).

Sales del hueco y aprovechas para explorar el coche ahora que ha quedado vacío. En el asiento del conductor, apoyado en el volante, una pequeña pantalla muestra otro vídeo. Te sientas y compruebas que es similar al que se proyectaba sobre la pared, pero ahora centrado en cómo dormir lo más cómoda posible en tu vehículo. Distintas vloggers nos enseñan a acondicionar el coche al cuerpo, rentabilizando al máximo el espacio, a la vez que dan cuenta de cómo su cuerpo se resiente del coche, por el limitado rango de movimiento disponible en su interior. A menudo se hace alusión al acceso a internet, siendo hoy un servicio esencial (y dedicándose ellas a la creación de contenido). Una chica identifica el aparcamiento de los restaurantes de comida rápida como un buen lugar para disfrutar de Wi-Fi gratis, mientras otra habla de un café al que le gusta ir para editar y subir sus vídeos. Para una tercera, consumir YouTube es una forma de evadir sus problemas, así como a otra le gusta ver vídeos antes de dormir, utilizando un peluche para sujetar el móvil.

Quizá un coche sea todo el espacio que necesita el cuerpo de la red. Un cuerpo absorbido por el consumo apático excepto cuando está delante de la cámara. Radicalmente individualizado como los colchones de 60 x 190 cm que encontramos repartidos por el suelo de la exposición. Una corporeidad supeditada al espacio (como propiedad privada) al que tenga acceso, siendo este menor cada generación por el deterioro de la capacidad adquisitiva y la inflación especulativa de los alquileres. Madrid es la ciudad con las clausulas inmobiliarias más abusivas que conozco, lo que junto a los disparados precios directamente imposibilita que muchas personas jóvenes o con pocos recursos puedan vivir en ella, o hace que se vean desplazadas a zonas cada vez más alejadas del centro. Parecía, por un momento, que los pisos iban a bajar tras el éxodo de estudiantes que sufrió la ciudad al inicio de la pandemia, pero lo cierto es que esto no ha ocurrido. Lo que sí ha sucedido es que mucha gente ha perdido su empleo y la oferta de trabajo es irrisoria, lo que implica que la brecha entre ingresos y alquiler se dilate desproporcionadamente. Ante este precario panorama, pues, me pregunto: ¿dónde vivir si ni siquiera tienes un coche?