El muro es un virus
Escribo esto en el momento en que la crisis de COVID-19 está golpeando duramente a Alemania. En Perú, Marruecos, Dinamarca, España, Italia y muchos otros lugares ya se ha producido el bloqueo casi total de la sociedad. Francia declaró hace apenas unos días que el país está en guerra contra el virus. La mayoría de las fronteras están cerradas para las personas consideradas migrantes: si no eres de este o aquel país, no puedes volver a entrar. El año pasado, Tlaxcala3 en México y TIER en Berlín iniciamos una colaboración titulada Objetos antes y después del muro [1] con la intuición de que el muro es uno de esos símbolos negativos que conecta conflictos pasados y presentes. El muro es un dispositivo que define cuál es el grado de ser humano de una persona. Los necesarios planes de contención que se extienden junto a este nos muestran algo que tendremos que tener en cuenta para el futuro: los mismos países que han estado cerrando sus puertas a los fugitivos de guerras y otros conflictos son los que ahora hablan de salvar todas las vidas posibles.
Por suerte, la mayoría de países no siguen el ejemplo del actual Primer Ministro de Gran Bretaña, quien hace años elogió al alcalde de la película Tiburón [2]. En la película, el alcalde insistía en mantener las playas abiertas para continuar obteniendo beneficios sin importar si algunas personas morían por ello. El Primer Ministro estaba muy de acuerdo con el alcalde ficticio y comentaba que lo único que tenía que hacer la gente era seguir nadando. En contra de la opinión masiva de la población, el presidente siguió su propia broma de hace años y propuso que la estrategia contra el Coronavirus fuera la de obtener la inmunidad del rebaño: permitir que el mayor número de personas posible se contagiara de la enfermedad y así, que la gente desarrollara los anticuerpos y los cortafuegos contra el virus. Por supuesto, los epidemiólogos desaconsejaron esta estrategia y parece que esta estúpida planificación fue de hecho modificada.
Esta pandemia necesita de la estrecha colaboración entre la gente y los gobiernos. La ayuda mutua es fundamental, especialmente para dar apoyo psicológico. Muchos ejemplos ya están a la vista en todas partes: en Italia, vecinos dan conciertos en los balcones, en España, se llevan a cabo ovaciones generales que agradecen la labor de la salud pública a diario, en muchas ciudades se instauran redes de distribución para los más necesitados, crece el apoyo mutuo entre camioneros y así, podríamos incluir otros muchos ejemplos. La colaboración es la única manera de superar esta situación. Hasta ahora, mientras escribo estas líneas, según la mayoría de medios existen dos modelos exitosos para abordarla, ambos estrechamente vinculados a estrategias relacionadas con la tecnología: uno se enraiza en estrictas medidas de control sobre la población implementadas por China (cuyos datos deberían ser mirados con recelo). El segundo ha sido utilizado por Corea del Sur, y fomenta una estrecha colaboración entre ciudadanos y gobierno. En ambos, las restricciones fronterizas se aplican con severidad.
La nueva situación es también un experimento social masivo de control global cuyas consecuencias tendrán un gran impacto posterior en la biopolítica. Hay cambios radicales que se están produciendo a partir de esta crisis. Como sucede con cualquier guerra o conflicto, el 11 de septiembre o los diferentes ataques terroristas (aunque no tanto con el terrorismo de extrema derecha) los paradigmas en términos de organización social y de movimiento a través del espacio van a cambiar dramáticamente.
Entre otros, hay cuatro elementos entrelazados que necesitarían ser examinados con atención una vez que el virus sea contenido. La credibilidad de los partidos de izquierda que ya están en el gobierno (o los progresistas en la lucha) se verá muy afectada por la forma en la que traten estos temas. En respuesta a estos cuatro elementos que voy a abordar a continuación, las organizaciones sociales y culturales tendremos que trabajar para seguir ideando formas de producir comunidad.
Los primeros elementos a considerar son el racismo y la xenofobia. Si en los últimos años hemos sido testigos de cómo los gobiernos de los países occidentales están perdiendo su sentido de la humanidad, ahora pensarán que tienen vía libre en sus discursos contra los migrantes. Uno de los primeros comentarios del presidente de los Estados Unidos ha sido que el muro con México es ahora todavía más necesario, mientras los partidos fascistas de Europa insisten en el cierre de las fronteras para los no europeos. Recientemente, hemos visto la tremenda violencia contra los refugiados de guerra en la frontera griega con Turquía. En Lesbos la gente está siendo abandonada a su suerte. Esta nueva situación agrava la nunca acabada crisis de los refugiados e insiste, erróneamente, en la idea de Europa como fortaleza. La guerra contra el virus declarada por el presidente de Francia no puede ser una guerra también contra los inmigrantes, es más, ¿puede ser una guerra o sería mejor denominarla desastre? Encontrar las estrategias para mantener la diversidad de comunidades es clave en la reconstrucción que tendrá lugar tras las consecuencias del virus, así como una forma de seguir salvando vidas. Un humano es un humano; no hay diferentes niveles de humanidad en las personas. Si queremos que la crisis del COVID-19 trate de generar una conciencia colectiva, entonces debe aplicarse más allá de las fronteras. Las fronteras y la ayuda deben permanecer abiertas a todo el mundo, con cualquier protocolo necesario para contener solo la enfermedad, no a la gente.
En segundo lugar, el miedo a nuevas pandemias establecerá nuevas estrategias de control sobre las poblaciones en línea con lo que ya apuntaba Naomi Klein en La doctrina del shock hace una década [3]. Si después del 11S se permitió una reducción de la privacidad a cambio de seguridad, tras los protocolos tecnológicos de los dos casos exitosos de contención por parte de Corea del Sur y China se aplicarán nuevas reducciones en dicha esfera en diferentes grados y a nivel mundial. No olvidemos que precisamente al mismo tiempo que los tristes acontecimientos del 11S tienen lugar, el dispositivo tecnológico se desarrolla intensamente e internet comienza a modelar su formación actual. El hecho de que todas las personas permitamos a las empresas tecnológicas conocer nuestra información personal, geoposición o deseos que podamos tener, no habría sido posible unas décadas atrás.
Muy relacionado con el desarrollo del entrelazamiento del control estatal en conjunto con la tecnología algorítmica está el modelo de explotación que devasta las tierras y comunidades del sur global, empeorando la larga estela dejada por el proyecto colonial. Las actividades de las corporaciones tecnológicas han dejado una severa huella en diferentes territorios del mundo, pero principalmente en los países del sur: la necesidad de recursos en términos de energía, agua y minerales raros para satisfacer sus necesidades de producción han llevado a comunidades completas a condiciones de empobrecimiento masivo y violencia, como se puede ver en Congo o en Chile, entre muchos otros lugares. Estas condiciones han sido llevadas a cabo a través de medidas de control muy agresivas que han sido impuestas y que han impulsado la fabricación de dispositivos digitales. La red en la nube es de hecho muy material y terrestre: está atravesada por las vidas radicalmente empeoradas del sur. La tecnología de control y la explotación material de las tierras y los trabajadores van de la mano. Como también lo hace la forma en que afecta al clima, ejemplo de ellos fueron las recientes devastaciones en Mozambique y Puerto Rico.
El impacto que las corporaciones tienen en nuestras vidas es indudablemente fuerte. Hemos sido testigos no solo de cómo las recientes elecciones se vieron afectadas por las campañas en los medios de comunicación en las redes sociales, muchas de ellas fundamentadas en noticias falsas. La influencia excede las modulaciones neoliberales de la micropolítica: más allá de los sistemas disciplinarios de control [4], las corporaciones han comprendido que el campo de batalla es también molecular. Después de esta pandemia las corporaciones estatales y tecnológicas reforzarán, con total seguridad, el control de nuestros cuerpos dando lugar a un empobrecimiento del pensamiento democrático y autónomo. La lucha por mantener la privacidad, y tanto la libre opinión como el movimiento, no será menor.
Un tercer punto a considerar es la figura del llamado “distanciamiento social”. ¿Cómo se puede imaginar cualquier manifestación de los últimos años bajo el prisma de esta figura? El último caso fue el del 8M. Muchas amigas estaban preocupadas por el virus tras participar en la convocatoria. Como sabemos con Glissant, Lorde, Preciado o Bifo, la política no es posible sin un cierto (incluso gran) grado de erotismo: la capacidad de la gente de estar junta, sentir los cuerpos y producir una conciencia común. El desafío entonces es cómo generar ese estar juntos, un sentimiento de tacto, una cercanía mientras se está en la distancia; en otras palabras, cómo reformular lo social. Para muchos, llevará tiempo y esfuerzo perder el miedo a estar cerca. Necesitamos imaginar la convivencia más allá de las restricciones físicas de lo virtual. Nuestra vida política, social y cultural depende de ello.
Por último, afectará duramente a los derechos de los trabajadores. En los últimos años se ha luchado contra la precariedad que dejó la última crisis de las sociedades occidentales, pero también contra la explotación desde hace siglos del resto del mundo por sus economías. El empobrecimiento general de las condiciones de los trabajadores del último decenio se hizo bajo el signo de la (falsa) recuperación económica. Lo que hemos visto en cambio es cómo la riqueza ha estado fluyendo de abajo hacia arriba, y de sur a norte, incansablemente, dejando a la clase obrera en todas partes en las peores circunstancias posibles. El sector financiero ha estado chupando la sangre de los trabajadores a nivel mundial. Por ejemplo, se ha generalizado un modelo de trabajo bajo la figura del autónomo. Esto significa que cosas como los seguros de salud son responsabilidad de cada cual. Por necesidad, la gente se ha convertido en una marca de sí misma y, en consecuencia, las luchas comunes son más difíciles de organizar. La idea de la unión tiene que ser recuperada, repensada y redibujada. ¿Es el momento de organizar una nueva Internacional?
Parafraseando a William Burroughs, los muros son un virus: “Siempre crean tantos conflictos insolubles como sea posible y siempre agravan los conflictos existentes. Esto se hace al arrojar sobre el mismo planeta formas de vida con condiciones de existencia incompatibles. Por supuesto no hay nada ’malo’ en ninguna forma de vida dada ya que ’malo’ solo se refiere a los conflictos con otras formas de vida”. La lucha contra el muro sigue siendo y será aún más apremiante. Como trabajadores culturales, operamos con parte del imaginario social. Proporcionar imágenes, plataformas y estrategias para derribar cualquier muro es una tarea también para nosotros. COVID-19 será probablemente una de las historias épicas de nuestra generación. La dirección del mito que la rodea está aún por hacer.
Notas bibliográficas:
Gracias a Zöe Claire Miller, Eli Cortiñas, John Holten, Joaquín Jesús Sánchez, Sandra Nicoline Nielsen, Bonaventure Soh Bejeng Ndikung, Chaveli Sifre y Fermín Jimenez Landa.
[1] Más información en línea en: http://theinstituteforendoticresearch.org/wp/projects-current/objects-before-and-after-the-wall/
[2] Idea tomada de SÁENZ DE URIARTE, IÑIGO: “Boris Johnson, el alcalde de ’Tiburón’ y la arriesgada estrategia contra el coronavirus en Reino Unido”, en línea en: https://www.eldiario.es/internacional/Coronavirus-Boris-Johnson_0_1006149762.html
[3] KLEIN, NAOMI: The Shock Doctrine, Allen Lane/Penguin Books, New York, 2007. Véase en línea en: https://readersupportednews.org/opinion2/277-75/61852-focus-naomi-klein-coronavirus-is-the-perfect-disaster-for-disaster-capitalism?fbclid=IwAR0PU0gkMAHZLpF0-z9DR1GpsffrRmHdvghT0EA2C603KAR14IL_xM_iz-8
[4] SZTULWARK, DIEGO: La ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político, Caja Negra, Buenos Aires, 2019.