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El tiempo de los fantasmas: el legado de Aby Warburg y los estudios de la imagen

El tiempo de los fantasmas: el legado de Aby Warburg y los estudios de la imagen

Es licenciado y doctor en Historia del Arte y profesor de la Universitat…

Entre los días 13 y 15 de junio de 2016 elWarburg Institute de la Universidad de Londres conmemoró el 150 aniversario del nacimiento de Aby Warburg (1866–1929) con la celebración de un congreso dedicado a su figura. A tal efecto, el director del instituto David Freedberg diseñó un programa de intervenciones en el que los ponentes invitados trataron de abordar su trabajo y su legado intelectual. La lista de los mismos proporcionaba algunos nombres fundamentales para la historia cultural de los últimos veinticinco años. Sobre el estrado pasaron historiadores como Carlo Ginzburg, Georges Didi-Huberman, W.J.T. Mitchell, Horst Bredekamp o Kurt Forster, entre otros, que contribuyeron al éxito de unas jornadas que reunieron a cerca de seiscientos asistentes, una cifra que desbordó la previsión inicial de los organizadores y que motivó que las intervenciones se retransmitieran íntegramente en streaming.

Aby Warburg es una figura fundamental para entender el desarrollo y el presente de la historia del arte, pues fue pionero en ensanchar los límites de una disciplina que él consideraba demasiado formalista y estetizante, dirigiendo sus intereses hacia la antropología, la psicología y la historia cultural. Warburg estudió frescos, pinturas, calendarios, profecías, grabados, emblemas, fotografías, sellos o dibujos independientemente de la cualidad estética o artística que tuvieran, lo que le ha convertido en un precursor de los estudios de la imagen.

Warburg está rodeado, además, de un aura de leyenda pues algunos episodios biográficos e históricos han trascendido más que sus investigaciones, como el célebre internamiento en la clínica Bellevue en Kreuzlingen, la venta de la primogenitura en los negocios bancarios familiares a su hermano a cambio de todos los libros que él quisiera (germen de la biblioteca y del actual instituto) o el traslado del Warburg Institute en 1933 desde Hamburgo a Londres ante la amenazante presencia de los nazis en el gobierno alemán. Si estos episodios han podido moldear una imagen distorsionada o mítica, la posterior recepción y elaboración de su pensamiento han contribuido a que Warburg fuese malinterpretado como el padre del método iconológico, una paternidad que no hace justicia a la amplitud y originalidad de sus intereses investigadores.

Sin embargo, Warburg es mucho más que estas anécdotas y al margen de la conmemoración de su aniversario, ha sido en los últimos años cuando su legado intelectual ha comenzado a ser revalorizado con la emergencia de los estudios de cultura visual. En las últimas décadas hemos asistido a un renovado interés por los estudios de la imagen en el ámbito de la historia del arte y de la filosofía. La acuñación del término pictorial turn, o giro visual, por el teórico W.J.T. Mitchell [1] en los años noventa sirvió para cartografiar el rumbo que tomaban los estudios humanísticos y para subrayar la creciente condición epistemológica de las imágenes en la contemporaneidad. Al amparo de este giro han surgido una serie de corrientes renovadoras como los visual studies, la Bildwissenschaft (ciencia de la imagen) o la Bildanthropologie (antropología de la imagen) que han tratado de renovar la disciplina de la historia del arte al considerar que ciertos enfoques hermenéuticos estarían agotados y se plantearon la tarea de diseñar nuevos marcos teóricos y metodológicos que colocaron a la imagen como ámbito central de sus preocupaciones [2]. En este contexto, el pensamiento de Aby Warburg ha sido recuperado, revisado o ampliado por estas corrientes, con sus diferencias y matices, ya que vieron en sus preocupaciones intelectuales un espacio en el que encontrar respuestas a los desafíos de la comprensión de la imagen, tanto las históricas como las contemporáneas.

Georges Didi-Huberman cautivó a los asistentes con una ponencia centrada en la película Le fond de l’air est rouge (Chris Marker, 1977) y en imágenes de levantamientos revolucionarios entendidos como pathosformel, una intervención que mostraba el potencial del pensamiento de Warburg para entender cómo las imágenes sobreviven a lo largo del tiempo y en la que invitaba a los historiadores a tomar posición política ante ciertos acontecimientos contemporáneos. Por su parte, W.J.T. Mitchell ofreció una de las intervenciones más estimulantes al abordar el tema de la esquizofrenia y el proyecto Atlas Mnemosyne que ocupó el trabajo de Warburg en los últimos años de su vida. Bajo el lema “toda la humanidad es eternamente esquizofrénica” sacado del pensamiento de Warburg, Mitchell hilvanó un discurso en el que mostraba las posibilidades del recurso visual del atlas de imágenes como estrategia de saber y de supervivencia. Cuando las imágenes se disponen en forma de atlas se elabora una constelación de imágenes que adquieren sentido en función de las relaciones que se pueden lanzar entre ellas, unos vínculos que pueden cambiar en función del espectador. Con el atlas, las relaciones entre imágenes quedan siempre abiertas para construir nuevas relaciones y sentidos que elaboren nuevos saberes.

El atlas plantea una disposición visual que posibilita “leer lo que nunca fue escrito”, una frase de Walter Benjamin que encaja a la perfección en el proyecto intelectual warburguiano. No en vano, ambos fueron casi contemporáneos y mantuvieron una simetría en sus investigaciones que ha sido subrayada recientemente [3]. Ambos se preocuparon por los saltos en el tiempo, por cuestionar el tiempo lineal de la historia y hacer de los anacronismos y las heterocronías una realidad para los historiadores. Con Warburg nos adentramos en el terreno de la memoria y cómo las imágenes sobreviven atravesando el tiempo como fantasmas en la historia de la humanidad. Con estas premisas como base, en su ponencia Mitchell abordó películas y series de televisión (Memento, Homeland) que empleaban el atlas de imágenes como estrategia para elaborar un saber, recordar, descubrir planes terroristas, atrapar a un asesino o para hacer asociaciones que de otra manera serían imposibles de ver, como el caso del matemático John Nash y la apofenia o capacidad de ver patrones, conexiones o asociaciones entre elementos sin sentido. El atlas es una invitación a la creatividad, a leer aquellas relaciones que nunca fueron escritas, a crear nuevas constelaciones, a rastrear los vuelos de las imágenes que atraviesan el tiempo. En esta misma línea, Andreas Beyer apuntó en su intervención la simetría del atlas con la serendipia pues en ambos casos se plantea la construcción de un saber que descansa en el accidente y la casualidad y no tanto en la búsqueda consciente de un resultado.

El resto de intervenciones incidieron en aspectos más conservadores del pensamiento de Warburg, como la influencia de la lectura de Darwin, el primer encuentro con Erwin Panofsky, la importancia de los viajes a Berlín y el intercambio epistolar con Albert Einstein, la influencia que la escuela de psicología de Leipzig pudo tener en la conformación del concepto de mneme que Aby Warburg utilizó en los últimos años de su vida, el origen y desarrollo del concepto de nachleben o la influencia de la kulturwissenschaft (ciencia de la cultura) en la Alemania de finales del siglo XIX. En otros casos, las intervenciones abordaron temas contemporáneos que sin estar directamente relacionados con Warburg, completaron una constelación de ideas y ponentes que contribuyó a moldear una imagen del legado de su figura. El congreso se clausuró con la presencia de John Prag, nieto de Aby Warburg y catedrático de arqueología en la Universidad de Manchester, que imprimió un tono familiar y entrañable al encuentro.

El congreso dejó algunas intervenciones brillantes pero se evidenciaron notables ausencias que hubiesen ayudado a que la constelación del legado Warburg fuese más compleja. Por ejemplo, las voces que se escucharon provenían del ámbito anglosajón o alemán en su mayoría, con la inclusión de dos italianos (Carlo Ginzburg y Andrea Pinotti) y un francés (Georges Didi-Huberman) pero no hubo participación hispana o sudamericana, así como otras voces periféricas que, a buen seguro, nos habrían enseñado un Warburg diferente a lo conocido (es justo mencionar la presencia de Linda Báez, mexicana, o Joacim Sprüng, sueco, en el turno de réplicas). Del mismo modo, se echaron en falta intervenciones más arriesgadas que extendiesen el trabajo y el legado de Warburg hacia posiciones metodológicas más acordes a los nuevos paradigmas de las humanidades contemporáneas como el poscolonialismo o los estudios de género.

A pesar de las sombras que podemos entrever, las luces que nos ha dejado esta celebración no son sino un primer paso para repensar a Warburg. En la capacidad de armonizar el pasado con el presente es donde reside parte del interés y vigencia de su pensamiento por lo que debemos hacer un esfuerzo por entender su supervivencia y la energía con la que hoy en día se ha colado en las humanidades y en los estudios de la imagen. Y esa es, precisamente, la tarea que nos corresponde a nosotros.

Notas:

[1] MITCHELL, W.J.T.: Picture theory, The University of Chicago Press, Chicago, 1994.

[2] GARCÍA VARAS, ANA: Filosofía de la imagen, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2011.

[3] RAMPLEY, MATTHEW: The remembrance of things past: on Aby Warburg and Walter Benjamin, Wiesbaden, Harrasowitz Verlag, 2000.