Fica Rica Favelinha. Baile, lucha y brillo en el morro
Parece inevitable escribir hoy sin hacer mención a los efectos que el Covid-19 y las medidas implementadas (o no) por cada gobierno están teniendo sobre la población mundial. Una población que se divide entre los que, incluso a pesar de nuestras economías precarias e incertidumbres, podemos aislarnos, tomar precauciones y protegernos de posibles contagios, y por otro lado los que carecen de todo privilegio. Teletrabajo o posponer son opciones que muchos no pueden considerar y tampoco es un secreto que la pandemia está afectando en mayor medida a las personas en situación de pobreza y exclusión. Vivir en una casa construida con los materiales más básicos en lo alto del morro (pequeña colina), en la que hasta diez o doce personas pueden convivir en una sola estancia, donde los servicios de saneamiento, agua y luz no están siempre garantizados, y los ingresos son irregulares e ínfimos, aumenta, sin duda, los riesgos de contagio.
Estas son las condiciones en las que viven los cerca de cincuenta mil habitantes de Aglomerado da Serra, una de las favelas (asentamientos informales) de Belo Horizonte (Brasil) y a la vez una de las de mayor tamaño en el país. En este lugar que, a pesar de su cercanía al centro urbano se siente también periferia [1] por la fata de apoyo institucional y de servicios básicos, es donde en 2014 el artista Kdu dos Anjos comenzó a organizar batallas de rap como MC en un garaje de su familia. Con el tiempo creció la demanda por otro tipo de actividades culturales en la zona y entre todos decidieron que también se ofrecerían clases gratuitas de funk, passinho, hip hop, capoeira, español o inglés para los jóvenes y niños del barrio, dando así forma a lo que hoy es Lá da Favelinha, un centro cultural que funciona a través del apoyo mutuo y la cooperación en la comunidad. Kdu suele insistir en que lo importante y atípico de este proyecto no son sus actividades culturales, sino que estas responden a los intereses específicos de sus vecinos: “En Brasil existen otros proyectos diseñados específicamente para gente del gueto que funcionan únicamente en la teoría, pues quienes los lideran no saben lo que es vivir en la favela”. Lá da Favelinha nació y se desarrolló en Aglomerado da Serra, el mismo lugar donde siguen luchando contra la estigmatización y los problemas reales de sus habitantes.
Una de las partes que más capturaron mi atención cuando visité el proyecto fue su línea de moda sostenible y queer. En un pequeño taller, situado en el mismo barrio, trabajan regularmente diseñadoras y modistas seleccionando ropa usada para reciclar, donar o transformar en nuevas prendas, tratando de crear diseños inclusivos y también respetuosos con el medio ambiente. Esta no es una actividad comercial más sino todo un proceso creativo y de empoderamiento que se inspira en los retos que afronta la comunidad local y no tanto en las tendencias internacionales. Recientemente, mostraron parte de su línea de ropa en un desfile que tuvo lugar en la favela y en el que participaban modelos locales, reafirmando que es la comunidad quien legitima sus acciones y no necesariamente las tendencias dominantes de la cultura y de la moda. Si bien es cierto que también venden sus diseños en otros lugares y colaboran con algunas marcas comerciales como parte de su estrategia de financiación. Podría pensarse que una línea de moda no ha de tener un papel artístico tan relevante y que la estoy sobrevalorando, pero lo cierto es que los desfiles que han realizado son también performances artísticas en las que el baile, la música y la ropa tienen un papel muy importante como elementos expresivos e incluso reivindicativos [2]. De hecho, los bailarines de Lá da Favelinha juegan siempre con la estética en sus actuaciones. Al igual que otros artistas y colectivos para los que muchas veces la imagen y el disfraz han sido estrategias de lucha, ellos cuidan cada detalle de su puesta en escena, ya que entienden sus representaciones como instrumentos de denuncia y transformación social.
Todas estos eventos nutren las necesidades y demandas culturales de los niños y jóvenes de la comunidad y, como se hace evidente en su programa, el baile es una de las actividades más exitosas, pudiéndose considerar la columna vertebral del centro cultural. En realidad, bailes como el passinho, el funk o el hip hop están muy extendidos en las favelas brasileñas. Algunos nacieron dentro de ellas por imitación de vídeos caseros y la constante práctica en las calles, y así llevan practicándose durante años, contribuyendo a mejorar la imagen que se ha proyectado sobre sus habitantes. En concreto el passinho creció exponencialmente a partir del año 2008. Desde entonces se ha convertido en un fenómeno internacional que también ha aparecido en vídeos musicales de algunos cantantes populares y que ahora se sigue representando en festivales de tal manera que algunos de sus bailarines han logrado hacer del passinho su principal sustento económico. De este modo han alcanzado un gran reconocimiento e incluso han llegado a convertirse en líderes comunitarios de la favela, posición que normalmente solo se alcanza desde el narcotráfico, una actividad dominante y violenta que gobierna el lugar pero que parecía un tema tabú o demasiado peligroso para compartir con extraños. Ahora, el grupo de bailarines de Lá da Favelinha (Favelinha Dance) también ha logrado cierta popularidad con sus actuaciones en el Carnaval de Belo Horizonte, festivales y otros eventos a lo largo y ancho del país. Esta experiencia es un modelo que comparten con los jóvenes del Aglomerado, quienes en ocasiones también participan en bailes o han logrado algún trabajo como montadores. Según dos Anjos, a través de la cultura quieren ofrecer distintas posibilidades a los más jóvenes que les permitan escoger su futuro de la forma más independiente posible.
Las estrategias de supervivencia de Lá da Favelinha se orientan a la subsistencia y con sus actuaciones consiguen generar ingresos suficientes para varias familias del barrio. Sin embargo, están supeditadas a demandas y recursos externos. Son muchas las veces que realizan talleres y actuaciones en Belo Horizonte u otros lugares, lo que junto con las ventas de ropa supone el grueso de ingresos con el que financian su actividad y logran continuar.
Por otro lado, este es un momento particularmente difícil para ellos, ya que el confinamiento generalizado a causa del coronavirus, ha hecho que se cancelen la mayoría de actividades externas y actuaciones, dañando notablemente su economía. Aunque estas dificultades añadidas no han detenido su espíritu creativo ni su labor en la comunidad, sí les están forzando a buscar alternativas. Además de recordar a los niños del barrio que deben permanecer en sus casas y contribuir a proveer de mascarillas y protección a los repartidores de las bolsas de ayuda, han decidido seguir con las clases de funk online, como otros muchos proyectos están haciendo ahora. También han comenzado a trabajar en una pequeña serie en la que algunos de los trabajadores y vecinos graban desde sus casas la cotidianidad de la “nueva” vida en la favela, ofreciendo por tanto una perspectiva para muchos muy distinta de lo que supone la cuarentena. Un proyecto que se difundirá en redes sociales y que conjuga entretenimiento con arte y denuncia social.
Su esfuerzo constante y la disponibilidad para repensarse en términos creativos hacen de Lá da Favelinha un espacio clave para su contexto, pero también nos deja pensarlo en relación a un tipo específico de proyectos o intervenciones que aparecen ocasionalmente y que deciden desmarcarse de los cánones culturales dominantes al plantear, a la vez, acciones por la justicia social. Este podría ser el caso de Trampolin House en Copenhague, un centro cultural que desde su modesta escala trata de buscar grietas en las dañinas políticas danesas contra la inmigración y peticiones de asilo. Ya en relación más directa con la lucha y el baile, podríamos hablar del fenómeno que “Un violador en tu camino” ha supuesto: una performance participativa y feminista que el grupo Lastesis inició en Valparaíso durante las protestas chilenas de 2019 y que ha sido reproducida por grupos feministas de todo el mundo, haciendo de ella un emblema contra los feminicidios y la violencia de género. Por supuesto, existen grandes diferencias entre unos y otros ejemplos, tanto por su público, como por sus medios y objetivos concretos, pero de todos ellos cabe destacar que su independencia y su posición marginal dentro de la sociedad les ha llevado a hacer de la cultura un altavoz de sus demandas. En Brasil y más concretamente en las favelas donde la experiencia del baile y la música están presentes en muchos momentos de la vida cotidiana, parece casi natural la conexión entre cultura y movilización social. Pero lo que ahora supone un reto para la continuidad de proyectos como Lá da Favelinha no es únicamente el aumento de la precariedad en la que se encuentran, sino también seguir resistiendo colectivamente cuando la ocupación del espacio público y la presencia física dejan de ser opciones viables.
Notas bibliográficas:
[1] El concepto de centro-periferia, utilizado mayoritariamente para hablar de desigualdad social y económica en relación al territorio mundial, sigue teniendo una importante presencia en Brasil y Latinoamérica cuando se describen desigualdades estructurales. En concreto, los habitantes de asentamientos informales expresan que han sido relegados física y conceptualmente a la periferia de la periferia.
[2] En 2018 Elements of Vogue. Un caso de estudio de performance radical, proyecto comisariado por Sabel Gavaldón y Manuel Segade en el CA2M de Móstoles, evidenciaba que el baile, pero también el desfile, los gestos y los cuerpos disidentes pueden ser herramientas de lucha y empoderamiento.