Landscape Plus de Laida Lertxundi
El medio de Laida Lertxundi es el filme. No tanto el cine, el cual se subordina en mayor o menor medida a una industria; tampoco el audiovisual, el cual depende de una infraestructura técnica que encuentra en lo digital su medio (ya sea en el museo o en la institución-arte). El filme es un medio específico que puede convivir pasando de un ámbito a otro sin problemas. Este reconoce el celuloide como su forma, en este caso, la película de 16 mm. Rodaje primero y montaje después es su método. Laida Lertxundi (Bilbao, 1981) es una “hacedora de filmes”, una filmmaker en el sentido más artesanal y manufacturado del término. Landscape Plus es el título que emplea para referirse a la capacidad evocadora de un paisaje enriquecido a través de una mirada subjetiva e interiorizada. Vivir para vivir/Live to live (2015) es la obra que en esta presentación ocupa la habitación principal. Su manera de fabricar imágenes en movimiento tiene algo de biorrítmico; el sonido sincopado del latido del corazón llevado a una manera de rodar, montar y ensamblar vinculado al cuerpo y sus emociones. Esta corporalidad tiene en el afecto su rasgo distintivo. Latidos del corazón, la infografía de un orgasmo, el deseo y los recuerdos se entremezclan en este paisaje.
Vivir para vivir comienza con una cita de Adolfo Bioy Casares: “If I want to remember what happened on this trip, what should I do?” A continuación, el intertítulo “estos planos de situación” nos introduce en paisajes de montaña y atmósferas a los que el calificativo de sublime no les resulta accidental. Filmados desde puntos elevados de las montañas del sur de California y Los Ángeles —que no en la ciudad de Los Ángeles—, estos paisajes tienen la capacidad de hacer de lo individual algo colectivo. La silueta de una montaña despierta el recuerdo de un momento vivido, un lugar familiar, genérico y a la vez reconocible. Estos paisajes, estos planos de situación, vienen incorporados por un sonido trascendente y evocador. La música, el sonido, es aquí la otra cara de la imagen: un intensificador de la afección.
En Vivir para vivir el color es intensidad; del azul oscuro al fucsia, el color calibra la temperatura corporal de arriba abajo. Los filmes de Laida Lertxundi resultan íntimos y cálidos. Si en 025 Sunset Red (2016) el color rojo tiñe el paisaje y se erige en un color asociado a la militancia política y al propio flujo sanguíneo de la artista, aquí el fucsia se vincula al deseo y al placer corporal. En ambos el color es al mismo tiempo metáfora y afección. (Un breve plano de una pintura geométrica es al mismo tiempo una paleta de color). Es en este punto que aparecen afinidades con estructuras formales características del arte conceptual y el cine estructuralista (por ejemplo Morgan Fisher, y el uso que este hace del monocromo). Asimismo, la repetición un rasgo de su filmografía: por ejemplo la música diegética que proviene directamente de la imagen. En 025 Sunset Red, un primer plano de una chica tocando la armónica; en Vivir para vivir, el sonido de un violoncelo. Estos planos y otros cortocircuitan la noción de una narración lineal, la ilusión de contar una historia o relato. La materialidad u ontología de la forma en el celuloide de 16 mm juega a su favor: la liviandad o cotidianeidad de las situaciones que retrata adquieren peso vistas en una visión de conjunto. Este cine formal (deudor del estructuralismo fílmico) comienza por dar una importancia destacada al detalle, al fragmento, comenzando la construcción de los filmes a partir de empalmes. El fragmento asociado y conectado da como resultado un todo. Aun así, cada película no puede resumirse en una sinopsis o argumento.
La obra de Laida Lertxundi establece una reflexión sobre la ontología del medio que utiliza. Por ejemplo la duración (que es de once minutos) crea la ilusión de que el tiempo fílmico coincide con la largura de la bobina de celuloide. Pero nada es más apremiante que la pervivencia del propio celuloide en la era digital. Sin duda, Los Ángeles parece el lugar adecuado para producir un contracine a la imagen idealizada que Hollywood proyecta. A nivel técnico y de infraestructura, este contexto permite evidentemente lo macro y también lo micro y experimental, pues la cultura de la visualidad ha permeado allí en el magma de lo social como ninguna otra cosa. Es sabido que Los Ángeles posee, como una vez dijera Reyner Banham “la mayor concentración de producción de fantasía, como industria y como institución, en la historia de occidente” [1], aunque de hecho, Lertxundi se aleja por principios de este modo de producción prefiriendo rodar con amigos quienes aparecen en las escenas al tiempo que realizan labores técnicas. Como tecnología el filme es allí todavía un medio pragmático que sobrevive contextualmente y resulta útil para ciertos modos de producción artísticos. Pero el concepto de contexto aquí no es solamente técnico o paisajístico, pues el paisaje angelino que aparece en sus filmes no puede ceñirse solo a la iconografía más reconocible del desierto y los cactus, sino a toda una semiótica del entorno asentada en las esferas del arte y la creatividad. (Pienso aquí en la escuela donde Lertxundi estudió, CarlArts, en Valencia —y que fue en su día una iniciativa de Walt Disney— y donde algunos artistas profesores han impregnado un sello crítico y autorreflexivo, desde James Benning, con quien Lertxundi estudió, al pionero de la llamada Crítica Institucional, Michael Asher).
Más arriba me he referido a presentación más que a exposición, pues la singularidad de Fluent, la iniciativa de Alex Alonso Díaz en Santander, se caracteriza por integrar lo doméstico y temporal a su propuesta curatorial. Mientras Vivir para vivir se muestra en la habitación central, en otra contigua se presentan algunos materiales documentales usados para su realización. Esta versión de Landscape Plus es discreta y al mismo tiempo radical. Fluent es básicamente una idea curatorial más que un espacio alternativo o independiente, y no está de más señalar la ambición de presentar este filme de Laida Lertxundi en celuloide (junto al proyector que le da vida). De manera aislada el visionado de Vivir para vivir posee la fenomenología de un pequeño acontecimiento único, mientras al otro lado de la ventana se observa la bahía de Santander y las montañas brumosas al fondo. Es entonces que Landscape Plus establece una conexión entre interior y exterior, y el contexto de presentación y su objeto se alinean formando un conjunto.
Notas bibliográficas:
[1] BANHAM, REYNER: Los Ángeles. La arquitectura de las cuatro ecologías, Puente editores, Barcelona, 2016. p. 126. Libro publicado originalmente en 1971.