Otras maneras. Apuntes sobre la exposición de Allan Kaprow en la Fundació Antoni Tàpies
Durante los meses de marzo, abril y mayo, se llevó a cabo en la Fundació Antoni Tàpies la exposición Allan Kaprow. Otras maneras [1] comisariada por Soledad Gutiérrez y Laurence Rassel. Significativamente, la exposición, que no tuvo inauguración, comenzó con la sala vacía y fue poblándose de forma progresiva de mobiliario (sillas, mesas, televisores y un panel); de una cantidad ingente de documentos del archivo de Allan Kaprow (dispuestos en una serie de carpetas blancas que se encontraban sobre las mesas y en los televisores) y, durante el curso de los días, de la reinvención de happenings y actividades (aunque no siempre ocurrieron en la Fundació) con su respectivo material documental (en forma de fotografías o vídeos) [2].
Pero entre los primeros elementos que llegaron a la sala, me gustaría destacar la presencia de tres citas, que hacían referencia no solo a tres nociones fundamentales para comprender el trabajo de Kaprow —a saber, las definiciones dadas por el mismo artista de exposición, happening y actividad—, sino que además daban cuenta del espíritu y el derrotero de la exhibición [3] y que me servirán de hilo conductor para este texto.
La exposición
Desde su concepción, la exposición recogía una inquietud central del artista, vinculada con las instituciones museísticas, a quienes consideraba ajenas a prácticas efímeras como la suya. En este sentido, la pregunta planteada por las comisarias, ¿cómo un artista conocido por sus happenings y actividades podría tener una exposición en un museo?, suponía un ejercicio desde la institución de repensar su función y sus dispositivos; de repensar las formas en las que se relaciona con sus públicos y construye la historia del arte.
Así, la primera cita esbozaba una respuesta:
“No venimos a ver cosas. Simplemente entramos, somos rodeados, y nos convertimos en parte de lo que nos rodea, pasiva o activamente, según nuestro talento para comprometernos” [4]. Y en este sentido, cabe señalar la influencia que ejerció en Kaprow el pensamiento del filósofo norteamericano John Dewey, para quien el conocimiento estaba estrechamente vinculado con el hacer [5], y en Kaprow ese hacer estaba a su vez mediado por el cuerpo. De allí, que la exhibición seleccionara y reinventara una serie de happenings y actividades, donde la experiencia directa era el elemento central y el espacio expositivo un lugar de trabajo.
El happening
Kaprow estudió pintura, pero pronto abandonó la bidimensionalidad del lienzo para explorar primero los collages, luego los assemblages y más tarde los environments. Su investigación cristalizó en la creación de eventos, a los que denominó en 1959 con el término de happening: una acción (o collage de acciones) donde los espectadores se convierten en participantes [6].
Entre sus características, señalamos los siguientes puntos:
“La línea entre el happening y la vida diaria debe ser lo más fluida y quizás indistinta posible.
Los temas, materiales, acciones y las asociaciones que evocan deben ser obtenidos de cualquier lugar excepto de las artes, sus derivados y su entorno […]. Los Happenings deben ser improvisados y realizados por no profesionales, solo una vez. De ello se desprende que no debe haber una audiencia o audiencias para ver un happening“ [7].
El surgimiento del happening da cuenta del cuestionamiento histórico a los límites del arte, en favor de una integración entre las distintas disciplinas artísticas y el “arte” y la “vida”. 18 happenings en 6 partes fue el primero que se reinventó en la exposición. Estuvo a cargo de Dora García y un grupo de estudiantes de la escuela de HEAD (Haute École D’Art et de Design, Ginebra) [8]. Durante los días previos a la presentación, la Fundació Tàpies se convirtió en un laboratorio.
Considerando su dimensión histórica, 18 happenings representa un punto de giro en la trayectoria de Allan Kaprow y materializa un momento de gran experimentación. Sin embargo, la mirada desde el presente, también nos permite aventurar que su deseo de desarticular la relación artista-espectador no se consuma allí, sino en sus acciones posteriores.
Las actividades
Hacia finales de la década de los años sesenta, Allan Kaprow deja atrás el término happening y adopta el de actividad. Su decisión da cuenta no solo del desgaste que sufre el concepto, sino fundamentalmente del cambio que transita su propia práctica: de grandes a pequeñas acciones [9].
“Una característica principal de las actividades es su función participativa: tanto en el sentido de mezclar las categorías tradicionalmente separadas de los medios, el tiempo y el lugar, es decir, las artes y la vida, como en el sentido social de personas que forma parte activa de la realización de un evento en particular. Sin tal participación, la actividad no podría existir. Hacer una actividad es hacer que exista como hecho” [10].
Desde la década del setenta, las acciones de Kaprow devienen más concretas, se desarrollan en ambientes cotidianos entre un reducido grupo de personas. De las actividades reinventadas, me gustaría destacar Taking a shoe for a walk a cargo de Virginia Librado [11], donde la acción de sacar un zapato a pasear irrumpe en el espacio público, con toda su capacidad extrañadora y un gran sentido del humor.
La práctica feminista
Para Allan Karprow una actividad estaba finalizada, no cuando terminaba la acción, sino cuando los participantes ponían en común su experiencia. Esta práctica fue una de las herramientas de trabajo que Kaprow incorporó a partir de su contacto con grupos feministas [12]:
“Una de las formas que adopté a partir de las prácticas de concienciación feminista fue la forma de un grupo de personas sentadas en círculo que comparten sus experiencias personales sin ser interrumpidas o cuestionadas. Hasta ese momento nunca había proporcionado una forma a los acontecimientos y las actividades anteriores para que la gente compartiera su experiencia toda vez que habían terminado una pieza” [13].
La incorporación de la puesta en común, devenida elemento substancial de su práctica, fue también recuperada por las comisarias y llevada a cabo en cada una de las reinvenciones. Así, durante la última semana de la exposición, la sala sirvió como espacio de reunión. Y pienso que en este ejercicio de diálogo, de compartir experiencias, de evaluar lo sucedido, podemos identificar no solo la concreción de ese ejercicio de la institución de repensarse críticamente, sino también una buena oportunidad de ejercitar desde un museo un encuentro con otros desde el respeto y la diferencia.
Notas bibliográficas:
[1] En línea: http://fundaciotapies.org/site/spip.php?article7817
[2] Diario fotográfico Allan Kaprow. Otras Maneras en línea en Facebook: http://goo.gl/Gn3GX5
[3] Si bien el orden de las reinvenciones de los happenings y las actividades obedeció a un criterio temático, no cronológico, la exposición comenzó con la reinvención de 18 happenings en 6 partes (1959) y concluyó con la reinvención de las actividades por parte de los asistentes.
[4] Allan Kaprow. Essays on the Blurring of Art and Life. Berkeley, CA: University of California Press, 1993, p. 11.
[5] Jeff Kelley, Childplay: The art of Allan Kaprow, Londres: University of California Press, 2004, p.143.
[6] Allan Kaprow, Assemblages, Environnments & Happenings, Nueva York: Harry N. Abrams, 1966.
[7] Allan Kaprow, “The Happenings Are Dead: Long Live the Happenings!” (1966) en Allan Kaprow. Essays on the Blurring of Art and Life. Berkeley, CA: University of California Press, 1993, pp. 59-65.
[8] En línea: http://www.fundaciotapies.org/site/spip.php?article7854
[9] En línea: http://www.fundaciotapies.org/site/spip.php?article7907
[10] Extracto de las notas para la partitura de Population, happening que tuvo lugar en el Colby Junior College, Nueva Londres, en mayo de 1968. Véase Giorgio Maffei, Allan Kaprow. A bibliography, Milán: Mousse Publishing, 2011.
[11] En línea: http://www.fundaciotapies.org/site/spip.php?article7907
[12] Ibid.
[13] Ibid.