She Recalibrates. El gesto y la calibración
El museo Artium de Vitoria acoge hasta el próximo 27 de marzo el proyecto She Recalibrates (Ella recalibra) de la artista Aura Satz dentro del programa Sala Z, comisariado por Garbiñe Ortega. La práctica de Satz transita entre la escultura, la performance, el cine y el sonido. En este caso, She Recalibrates se centra en la combinación del sonido, el audiovisual y lo gestual para trazar un recorrido de varias compositoras de música electrónica y sus vínculos con la tecnología. La exposición reúne tres cortometrajes de Satz retratando las personales prácticas sonoras de tres pioneras musicales y sus innovaciones tecnológicas: Making a Diagonal with music (sobre el trabajo de Beatriz Ferreyra), Oramics: Atlantis anew (cortometraje centrado en la práctica de Daphne Oram) y Little Doorways to Paths not Yet Taken (acerca de Laurie Spiegel). La sala de entrada acoge en varias vitrinas diferentes objetos, dibujos y textos en torno a otras muchas pioneras de la música electrónica: Eliane Radigue, Wendy Carlos, Delia Derbyshire, Pauline Oliveros, Suzanne Ciani, Tara Rodergers, Maryanne Amacher, Else Marie Pad y Micheline Coulombe Saint-Marcoux.
En las paredes se muestra una serie de dibujos de Satz que representan la gestualidad de la mano de estas artistas en sus composiciones. Este gesto, este detalle, es clave en la propuesta de Satz. Mediante las manos y los dedos, una compositora mueve el dial y recalibra el sonido, lo hace sonar bajo unos parámetros, buscando una subjetiva precisión. Los dibujos representan los movimientos de un dial, la pulsación sobre las teclas, el corta-pega del empalme en cinta magnetofónica, gestos que mueven cables de señal… Manos que crean sonidos, que señalan modos de hacer, que esculpen sonidos sobre diferentes materiales. Satz recoge la relación entre la mano y el oído, entre artistas y máquinas, entre la lógica y el subconsciente, la automatización y la aleatoriedad. Estos dibujos están realizados a lápiz sobre papel negro. Cada uno está enmarcado bajo una lente lenticular de aumento, y este tipo de lente hace emanar una difracción desde la esfera donde se muestra. Esta disposición para acoger cada gesto, cada dibujo, cada calibración, invita a que los visitantes de la exposición tengan que moverse para encontrar el punto «exacto» en donde vislumbrar mejor la imagen, a afinarse con los gestos. La música electrónica realizada por estas mujeres abre puertas a nuevas calibraciones y sintonizaciones respecto a nuevos mundos sonoros, formados por nuevas sensibilidades, redefiniendo sentidos y sonidos. Invita a preguntarnos sobre la composición interna de un sonido, desde dónde nos llega y a hasta dónde nos quiere llevar. En la música electrónica hay gestos manuales iterativos como presionar, dibujar, girar, pulsar, cortar, pegar, sostener… Y como mencionaba Schaeffer, entre el ruido y la música está la mano de la compositora.
Detrás de cada calibración hay un ajuste entre dos mundos: uno sonoro y uno físico, uno lógico e intencionado y otro subconsciente e intuitivo, subjetivo, el que hace sonar algo de una forma personal y no de ninguna otra manera. Lo mismo sucede con la acción de afinar, que no es más que otro gesto de ajuste. Según Timothy Morton [1], cada afinación marca el nacimiento de un objeto, un sonido: una lectura, una interpretación. Cada calibración da pie a una composición y a una escucha. Mediante el gesto se crean puentes entre los apéndices tecnológicos y el propio cuerpo. Todo ello deriva en cuerpos sonoros que transitan espacios y oídos que, a su vez, tienen su propia forma de escucha o afinación respecto a los paisajes sonoros que nos rodean. Estos siempre son susceptibles de volver a recalibrarse, podemos adaptar nuestra escucha y nuestra atención a nuevos desvíos sonoros.
En el cortometraje Making a diagonal with music (2019), la compositora argentina Beatriz Ferreyra revela los posibles sonidos que emite una puerta al entornarla con movimientos y posturas iterativas. Por ello enfatiza la forma de desvelar los posibles sonidos detrás de los objetos. Es ahí, posiblemente, y de forma figurada, donde se escucha la mano en la composición. Ferreyra trabajó durante años bajo la dirección de Paul Schaeffer en el Groupe de Recherches Musicales (GRM) [2] de París investigando la música concreta (sonidos registrados en soportes analógicos para su posterior manipulación). En este caso, la compositora hace hincapié en la acción de desligar la fuente que origina el sonido y su posterior escucha, concretamente el concepto de acusmática. Una vez que escuchamos sonidos registrados (no musicales) y estos son posteriormente alterados, podemos escuchar el sonido sin una causalidad, escuchando únicamente el sonido en sí, descorporeizado de su cuerpo. En esta manipulación hecha mediante técnicas de empalme, de loops, de variaciones de cinta magnetofónica, los sonidos compuestos son fiel reflejo del gesto manual del ensamblaje y, a su vez, de la intencionalidad del desvío sonoro respecto a sonidos cotidianos.
La obra de Satz Oramics: Atlantis Anew (2011), sobre el trabajo de Daphne Oram, retrata la invención de la máquina creada por esta artista llamada Oramics. Oram, otra de las pioneras en música electrónica, creó su propio estudio de grabación en la BBC con nuevos dispositivos tecnológicos aplicados para el cine. La mano de Oram dibujaba diferentes formas sobre película transparente y estas, al ser escaneadas sobre fotorresistores, se traducían a diferentes modulaciones sonoras. Del gesto del pincel al sonido. Creó así un nuevo lenguaje mediante notaciones gráficas, partituras realizadas con dibujos, fuera de las convenciones de la notación musical, aplicándolas a la máquina. Como apunta Satz en el documental sobre compositoras en música electrónica Sisters with transistors: Electronic music’s unsung heroines [3], este sonido que generaba Oram «es un sonido que viene de la nada, sintetizando de la nada, pero ella no es el dios en la máquina, sus huellas están en todas partes». Las obras, aunque mediadas por extensiones tecnológicas, son proyecciones de la mente humana, lo mismo que el pincel, que recorre y transgrede espacios entre la mente y el instrumento, aplicando la gestualidad del cuerpo a una interfaz. Oram fue una de tantas pioneras que aplicaba la tecnología para caminar por estos umbrales entre el patrón y el desvío, entre un sonido contenido en un cuerpo-objeto y en su posterior espectralización al volverlo acusmático, al sacarlo del cuerpo y traducirlo en ondas. En una calibración lo que se trata es la búsqueda del error en el instrumento, encontrar un funcionamiento incorrecto mediante una medición concreta basada en un patrón, una codificación esperada. Gracias a Oram y al resto de compositoras electrónicas, se descodificaron sonidos aún silentes bajo nuevas formas de hacer, de errores y descalibraciones que abrieron puertas que suenan a las manos que las entornan.
En el vídeo sobre Laurie Spiegel, Little Doorways to Paths not Yet Taken (2016), Satz recoge la gestualidad de Spiegel, esta vez sobre el teclado. Spiegel creó un lenguaje musical informático, un nuevo sistema de composición algorítmica, una interfaz gestual. Como Ferreyra al modelar y distorsionar sonidos concretos, u Oram al generar nuevos lenguajes de notación gráfica, Spiegel creó el programa informático Music Mouse (1985) como nueva forma de síntesis sonora. Un diálogo con la máquina con resultados inesperados, sin patrones previos de referencia, jugando con variables y posibles respuestas a inputs sonoros. En este caso, no es una práctica que utilice una tecnología como la cinta y la mano, el pincel y la modulación: utilizaba código binario para su formulación. Un sistema de ceros y unos en el que Spiegel también tomó su camino abriendo puertas aún estancadas, vislumbrando mundos infinitos como número infinitos hay entre el 0 y el 1. Entre patrones y desvíos, pulsiones y códigos. Como decía Spiegel en el mencionado documental, «en los pequeños detalles y en las texturas musicales más ásperas se encuentra la mayor riqueza» [4].
Aleatoriedad, desvío, error, instrumentación, mente, mano y máquina, y, sobre todo y bajo todo, el sonido. El sonido propio, susceptible a las infinitas manos que lo (re)calibren. En esta relación entre sonido, tecnología y síntesis hecha por mujeres se perciben nuevas cartografías, diagonales y direcciones con las que interpretar nuevos sonidos, y puertas que se abren a mundos formados por estados liminales de posibles tránsitos auditivos. La tecnología es una mano que pinta, una mano que corta y pega, y una mano que teclea, descodificando lo que hay tras el error, tratando de evitar la búsqueda de un funcionamiento correcto. Se trata de hallar un camino que nos es propio, que nos hace sonar (como) a nosotras mismas. Hay que saber escuchar —y escucharse— para saber, o intuir al menos, cómo sonamos, cómo gesticulamos y cómo esculpimos el sonido bajo formas inaudibles. Se crea el sonido mediante la escucha, mediante el gesto. Se escucha con el oído y con el cuerpo entero, los sonidos se modulan y absorben entre ellos, como lo hacen los cuerpos y la misma voz. Gracias a todas estas nuevas descodificaciones y lenguajes tecnológicos se abren puertas aún desconocidas a nuevas acústicas, fuera de las convenciones gestuales del cuerpo y de escuchas aprendidas. Estas pioneras han abierto innumerables mapas que cartografiar y que calibrar, (des)codificando las tecnologías como estructuras cerradas, como estructuras de poder, sonificando silencios siempre circunscritos a lo femenino, generando así nuevos sistemas perceptivos. Dejando de lado la cuestión y la (pre)ocupación acerca de la tecnología como conocimiento o como un medio para llegar él, sino para llegar a lugares antes silenciados, lugares para hacer(se) sonar.
Notas bibliográficas:
[1] Morton, Timothy: Realist magic: objects, ontology, causality, Open Humanities Press, Serie New metaphysics, Michigan Publishing-University of Michigan Library, 2013. Disponible en: https://quod.lib.umich.edu/o/ohp/13106496.0001.001
[2] INA-GRM (Groupe de Recherches musicales). Véase la página web oficial: https://inagrm.com/fr
[3] McGill, H.: «Sisters with transistors», Sight and Sound, 31(4), 2021, pp. 73–74.
[4] Ibid.