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Tan mal como la última vez

Tan mal como la última vez

Escritor, artista e investigador cuya práctica explora el lamento como…

7 de mayo de 2021

Escribo hoy, por primera vez, a una audiencia distante, a un cuerpo que no conozco. O, al menos, a un cuerpo del que me siento desmembrado. Le escribo para decirle que le quiero. Le escribo para decirle que mi escrito, a pesar de lo mucho que quiera, no podrá protegerle. Que aunque a los trece años de edad, en 2003, cuando hablé por primera vez, cuando les dije a los demás que sospechasen de la violencia existente en el vientre de los hijos de un padre que no es un padre, sabía que los sucesos diarios continuarían. Lamento que las palabras no sean martillos. También escribo a aquellos que se supone, son mis hermanos. ¿Acaso no somos todos hermanos en esta frontera? ¿Quién nos enseña a odiar? Hoy leo sobre los eventos. La fecha es el único evento que conozco. Busca esta fecha, ya que no repetiré las noticias.

9 de mayo

Regresemos a 2003. A un pequeño laboratorio científico en el extrarradio londinense. Es mi primera vez esgrimiendo un argumento en un debate. Mi primera sesión de debate. Nos piden que llevemos un argumento que nos atañe de manera personal. Yo elegí el bombardeo de la cúpula de la roca, 2000. Había visitado a mis abuelos en Israel ese mismo año. Mi apego con Israel es con la familia, no con la ideología. No había vuelto desde que mis abuelos fallecieron. Mi madre se marchó en 1986. Me crié cuestionando la política, el provincialismo. Visitábamos a amigos de la familia. Los viajes en coche eran trayectos de una hora cargados de comentarios despectivos sobre Bibi, el enemigo: “¡un trozo de mierda!”, “¡un corrupto de mierda!”. Antes de Bibi estaba Sharon. Me acuerdo de él en ese momento de 2000, cuando, rodeado de agentes antidisturbios, decide bombardear la roca. Recuerdo pensar, ¿por qué? También recuerdo tener que salir de un restaurante por una bomba metida en un autobús, historias de robos de coches, y las guerras que ocurrían porque a unos chavales les daba por “perderse”. Lo que nunca había oído hasta ser mayor, eran historias de las Fuerzas de Defensa de Israel apareciendo en casas de jóvenes israelíes. Un amigo de un amigo me dijo que les robaron los discos duros en la mitad de la noche, mientras dormían. En Israel escuchas cosas sobre la resistencia en lugares tranquilos. Donde los amigos se reúnen. Yo me crié en esa resistencia. La resistencia que tiene lugar en espacios privados. Que entiende la violencia que rodea cada una de las voces de esta lucha.

10 de mayo

Aquí estamos otra vez. Atados. Esperando. Las rocas. Las sillas. Todo el polvo. ¿Qué importan los materiales cuando el conflicto continúa? Para hablar en este conflicto, uno debe saber dónde empiezan, o desde dónde empezar. Para entender que esta secuencia de eventos es antigua. Que tener una posición no es un acto de llegada. Aunque no haya llegadas. Solamente hay un estar ahí, constantemente. Los sinvoz están ahí, constantemente. Mi posición está fundada en una historia de la historia del rechazo de mis padres. Mi madre negando su identidad israelí. Mi padre resistiendo el régimen político isrealí. Su marcha de Israel en los años ochenta. Cuando resistimos, decimos que somos diligentes. Decimos: “nos acordamos”. Son nuestras heridas las que continúan siendo nuestras herramientas para preparar el futuro.

La escoba rota todavía barre el polvo. Preparando la plaza ruinosa, para que podamos compartir el silencio. Aquí, en mi habitación, barro, preparo. Me siento. Escucho. Espero. No hablo como lo hice en 2003. Nadie quiere oír. El matiz de nuestro vínculo fraternal se ha roto por un deseo no visible. Pero esto no es nuestro no-visible. Este es un no-visible que no puedo desentrañar. Porque se rompe, sin vínculos. Habla por encima de los sinvoz. Una ciencia del dolor. Un no-visible que desea convencerte, mi audiencia distante, de que no estamos hechos de miel y manzanas y aceitunas y sandía y dátiles y café. Y que nuestro sueño de tener momentos de silencio para leer y días de sentarse en la calle disfrutando de un café con amigos de la forma en que lo hacéis no son válidos.

11 de mayo

La escoba es nuestra compañera.

12 de mayo

Me ocupo de mi día a día. Solo del día a día. Porque hablar así requiere mucho trabajo. Porque sé cómo es para aquellos en el terreno. Porque, también es explicaros todo el rato, a vosotros, tener que haceros entender cómo deseo decir que quiero proteger a mis primos de tres y cinco años que están en refugios antiaéreos, y también, cómo quiero proteger a los primos de mi amiga Sohaila en Gaza, que no tienen un refugio en el que refugiarse y que siquiera pueden comunicarse con ella. Estamos intentando mantener espacios. Estamos tratando decir que todo individuo que está en conflicto puede estar aquí con nosotros. Diariamente. Solamente intentando tomarse su café y hacer su plegaria sin los sonidos de la violencia pasando por encima de sus cabezas. Nosotros hablamos para abrir un pequeño espacio para el silencio a través de mensajes. Para detener las noticias. Los titulares. Los programas políticos. El espectáculo. Para detener los medios que desmiembran nuestra capacidad de ocuparse del trabajo que necesita ser realizado. Que desmiembra nuestro matiz.

14 de mayo

Cada vez que se rompe el cristal, yo me rompo otra vez constitucionalmente.
Cada vez que se rompe el cristal, oigo el eco de un cuerpo desposeído.
Cada vez que se rompe el cristal, pregunto quién tiene derecho a existir.
La velocidad de la destrucción del cristal no puede prevenir la fuerza de su retorno.

15 de mayo

La escoba es una prisionera.

16 de mayo

Vuelvo a los espacios privados. Siempre se me puede encontrar ahí.

18 de mayo

Durante mi juventud, mi padre y su amigo Amit me contaron una historia sobre una obra que representaron titulada The Island (ambos trabajaban en teatro: mi padre, escenógrafo, Amit, director de escena). La obra es de Athol Fugard y va sobre el apartheid en Sudáfrica. Decidieron realizar esta obra en Israel, en un escenario experimental con dos actores árabes. Situaron la obra en el contexto político israelí del momento. Sufrieron represalias políticas por sus decisiones. Era la década de los ochenta en Israel. Eran árabes israelíes, que sin lugar a dudas estaban infrarepresentados dentro del campo del teatro. La obra fue escenificada de una manera sencilla. Una plaza pequeña, elevada. Una escoba. Estas eran sus herramientas. Mientras los días avanzaban, surgían protestas. Mi padre y sus amigos fueron apedreados. Atacados. Sabían que esto pasaría. Pero continuaron. Sabían que esta obra era importante. Sabían que era esencial hablar de apartheid en Israel de la forma de la que se hablaba en Sudáfrica. Ahora tenemos presente esta cuestión, pero eran los ochenta. Esta historia fue implantada en mí. La llevo en mí como un tatuaje. Tienes que entender que, esta lucha que estamos luchando, es más que agotadora, es el equivalente al cansancio del luto. No tiene edad. Si te sientes cansado, busca ayuda, pero no la rechaces. Tienes que saber que tus intenciones son válidas. Saber que cuando hablamos, bien sea un suspiro, un grito, un recuerdo, siempre hay algo ahí para llevar. Lo llevo yo por ti. Soy un portador. En el sótano, donde quemo los granos de café, también repito el proceso de preparar cartas para enviarlas, difundiendo información, difundiendo esta misma información que te estoy dando ahora. El espacio que parece tranquilo, lo no-visible que yo conozco, es donde crece nuestra resistencia.

21 de mayo (alto al fuego)

Una afirmación no es una afirmación cuando hay muertes entre medias.

23 de mayo

En la Pascua Judía solemos decir “el próximo año, en Jerusalén”, pero en mi familia todos nos reímos. No queremos celebrar el siguiente año en Jerusalén. Refutando a Mahmoud Darwish, “no amamos Jerusalén”. Esta es la ironía de una familia moderna judía. Practicamos algo afín con la tradición, pero es realizado como un ritual familiar, con moderación. Se presenta como una síntesis performativa de la comprensión de nuestras raíces y nuestra cultura religiosa judía, pero no define nuestra cultura étnica judía. Tampoco es que Israel tenga mucho que ver con esta definición. No obstante, algo extraño ocurre cuando el conflicto reaparece en Israel. Es como si de repente nos arrojaran a una piscina de cuerpos judíos donde todos compartimos la misma situación. El antisemitismo de repente se intensifica. La resistencia, el rechazo que defendimos antes, parece vacío. El miedo se impone, para muchos, la respuesta natural es apartarse. Esconderse. Esconderse de los lazos con un lugar que no mantiene una conexión real con tu definición personal de identidad o persona y esconderse de ser herido por ser judío. Si peleas, recibes conflicto de todos los lados. Los judíos te preguntan, “¿por qué no apoyas a Israel?”, y si no te peleas con otros, te preguntan, “¿cómo tú, como judío, no estás luchando por la injusticia? ¡El silencio es violencia!”.

¿Cómo puedes hablar por ambos? ¿Cómo puedes decir que amas a tus primos israelíes pero no te gustan las políticas de Netanyahu, cuando todo lo que una persona quiere pensar es que todo Israel está representado por este líder de extrema derecha? ¿Cómo puedes decirle a tu primo que quieres ser pro-Palestina, cuando te dice “pero si no luchamos contra los árabes, nos eliminarán”? ¿Cómo puedes luchar contra todos los lados a la vez, y mantenerte en pie? ¿Cómo puedes expresar el orgullo de ser judío y permanecer en este espacio de rechazo y resistencia? Esta es la tierra inestable en la que nos situamos.

27 de mayo

Mi amiga judía en Chile me manda un mensaje, están quemando la bandera israelí de la embajada. Me pregunta si es seguro que os esté escribiendo esto. Le cuento la historia de mi padre y su obra, y las protestas. Le digo que no tenemos otra opción. Conocemos las consecuencias; si debo escribir esto, entonces debo poner en riesgo mi seguridad.

30 de mayo

La escoba es una luchadora.

1 de junio

Compro un olivo en Londres y compro aceite de oliva que planta árboles en Ramallah. Le regalo un árbol a una amiga. Sohaila está escribiendo un ensayo sobre los árboles de Palestina. Yo continúo mi propuesta de proteger los árboles de España. El olivo está en peligro a lo largo y ancho del mundo, lo cual le fuerza a exiliarse, ya que también quiere tierra fértil.

3 de junio

La caída de Bibi comienza.

6 de junio

Me deslizo. Dormir es cada vez más difícil. Escribo a mi madre. Le pido que me recuerde por qué se fue. Me dice que no podía soportarlo más. Me dice que no quería eso para nosotros. Dice que discutió con mi primo pequeño la otra noche, él cree en algo en lo que nosotros no creemos. Te sientes solo con esta intensidad. No todo el mundo quiere aguantarlo. No todo el mundo quiere preocuparse por ello. Te sientes solo porque quieres proteger demasiados cuerpos.

Me resbalo demasiado. Me siento demasiado vulnerable. Pierdo el control sobre mi sensibilidad, me hago más ruidoso, cuando me encantaría ser más silencioso. Empujado hacia el ruido, el ruido empuja. Aguanto la respiración. Cada día me despierto más temprano. Me doy duchas frías. Espero al sol. Escucho a los pájaros. No escribo a nadie más. Me aparto de situaciones sociales. Evito el ruido. Espero que mis manzanas fermenten y se conviertan en sidra. Vacío las velas que quedan de una caja que una amiga me envió hace meses. Todavía hay algo de cera para quemar, por lo que las enciendo, y observo mientras se derriten. Realizo estos procesos para ralentizarme, pero también como recordatorio de que, mientras avanza el tiempo, nuestras luchas se fortalecen.

10 de junio

Si sigo manteniéndote este espacio, debo pues asegurarme que este espacio esté siempre preparado, manteniéndolo ordenado, asegurándome de que los restos del polvo puedan transformarse en el exceso de nuestras propuestas, para que, si llega una persona desconocida, sepa lo que estos excesos pueden hacer.

14 de junio (concluye el alto al fuego)

Esperábamos un cambio, pero esto no es cambio. Puede ser peor que el cambio. Puede revelar una cognición peor, una fuerza que mueva todo más rápido hacia todas las direcciones, con más fuerza. Pero esta nueva cara tiene poco tiempo para lograr sus objetivos antes de que otra cara aparezca para articular otra idea. El dolor se intensificará cuando haya menos tiempo entre explosiones. Nuestras llamadas no son oídas. La tierra tiembla. Las carreteras se llenan de piedras y rocas. El aire es movimiento sísmico cubierto de gris. Los minutos pasan como si fueran meses. El polvo se arremolina en torno al agua. Los cadáveres se cubren con manteles. La comida se comparte de forma frugal. Un nuevo líder trae nuevos cánticos. Esto puede ser tan malo como el último.

16 de junio de 2021

Hoy, como todos los días, barro el polvo de mi habitación. No es simplemente un gesto. El barrer es ahora una protesta. El polvo es ahora nuestra fuerza material. Lo coloco en una jarra vacía, preparándola para el transporte, sabiendo que no hay ningún sitio al que le pueda enviar donde no hable. Sabiendo que el silencio es ruido. Sabiendo que, en mi conflicto a proteger, encuentro pequeñas esquirlas de cristal cada vez que barro. La escoba se ha convertido en un martillo.