Tiempos incompletos. Chile, primer laboratorio neoliberal
A la torsión del tiempo se la contraataca con respuestas rápidas o con respuestas refractarias. En el comisariado de Nelly Richard para Tiempos incompletos. Chile, primer laboratorio neoliberal se agarra del pescuezo a la línea cronológica para expandirla o contraerla, a través de intervenciones artísticas que dialogan con uno de los modelos más desaforados y paradigmáticos de nuestra contemporaneidad. La de la conversión de un país en un laboratorio en el que experimentar con un modelo económico abrasivo. Los conejillos de indias: los chilenos.
El sistema económico neoliberal no se erigió en Chile ladrillo a ladrillo. Con uno fue suficiente. El artista Patrick Hamilton centra su trabajo en las aristas de la Biblia neoliberal, El Ladrillo (1973), publicación que concentraba los postulados de los denominados “Chicago Boys”, economistas chilenos que aprendieron las teorías que Milton Friedman enseñaba en la Universidad de Chicago. Lo voluminoso del libro dio origen a su nombre, un chiste sin gracia que utiliza Hamilton para componer un palimpsesto que funciona como documento y como obra autónoma. Su propuesta acapara en gran medida esta muestra que se completa con los carteles con códigos QR de Felipe Rivas San Martín, y recortes de prensa relacionados con el movimiento feminista de mayo 2018 en Chile.
Comencemos con la respuesta refractaria al pie propuesto por Nelly Richard. Una gran mesa empapelada con fotografías, esquemas, portadas de libros y noticias relativas a las andanzas de los Chicago Boys, cubiertas, siguiendo un patrón geométrico, por ladrillos rojinegros (en un guiño a la bandera anarcosindicalista). El color rojo saturado empleado por Patrick Hamilton nos hace pensar en una mesa de revelado fotográfico, en la que “aparecen” los rostros de los hacedores, quienes consolidaron la “doctrina del shock” económico aprovechando la coyuntura dictatorial regentada por Pinochet. Los diez módulos desvelan/revelan tanto como ocultan, en su tramado histórico, presente y futuro de la implementación del neoliberalismo. Desde aquella Sociedad Mont Pelerin, fundada en 1947 en Suiza, que se concibe como el mito fundacional, hasta el “Erasmus” de aquellos jóvenes chilenos que viajaron a Estados Unidos para conocer de primera mano las ideas revolucionarias del profesor Friedman. Una fotografía en blanco y negro de estos estudiantes sirve de imagen identificativa de esta muestra. En ella aparecen sonrientes, con el pelo engominado, y posando con varios libros abiertos en una biblioteca. La ubicación de esta muestra, en la biblioteca del museo, dota de otro matiz la experiencia del espectador frente a esta instantánea. Un escalofrío ascenderá por su nuca hasta el cerebro mientras observa a los usuarios del centro de documentación: qué estarán leyendo. La instalación de Hamilton continua en la mesa decisiva, la que se detiene en el cismático 1973. Dicen que Pinochet, seguidor acérrimo de Franco, tenía dudas con el modelo propuesto por los economistas y sentía empatía por el modelo aislacionista del español. Pero una oportuna visita de Milton Friedman a Chile en el 75 logra reforzar y extremar la política económica en el país. Privatización de empresas estatales, eliminación de aranceles, modificación de la reforma laboral, desmantelamiento del Estado y fortalecimiento del libre mercado de una forma tan radical que únicamente en un país bajo dictadura, sin libertades y sin oposición, podría tener lugar. Las siguientes estaciones de la obra de Patrick Hamilton ofrecen un recorrido por las posteriores décadas, citando a algunos defensores de los postulados neoliberales que aún hoy continúan ostentando poder en Chile, como Joaquín Lavín o el hermano del presidente, José Piñera. Los tiempos venideros también son referenciados con la imagen de Jair Bolsonaro recibiendo un ejemplar de El Ladrillo. Su Ministro de Economía, Paulo Guedes, graduado en la Escuela de Chicago, ha declarado públicamente su admiración hacia el sistema neoliberal chileno, el que todavía rige apoyado en una sanidad y educación privadas y un sistema de pensiones abusivo.
El trabajo de Hamilton, ese híbrido entre vitrina informativa y ensamblaje minimalista, usa un ladrillo (de la misma tipología que los utilizados por Carl André) refractario. La metáfora que introduce este objeto por su característica resistencia es doble: por un lado, podría aludir a la permanencia del modelo neoliberal bajo democracia (incluso durante los gobiernos supuestamente socialistas de Michelle Bachelet), o la de la población chilena, que subsiste frente a la desprotección estatal en relación a los servicios con los que se sustenta el bienestar social. El comentario político inconcluso convive frente a un muro con la propuesta de Felipe Rivas San Martín, titulada Resistencia al daño: QueeR Codes. Cuatro fotografías intervenidas por un código QR, tres de ellas instantáneas que registran los momentos más significativos de la historia reciente chilena: el bombardeo de la Moneda, el cadáver de Salvador Allende, y el cambio de mando de 1990. La cuarta imagen es la de un periodista detenido. Cada código enlaza con un documento o video. Precisamente la frase que se activa mediante la lectura del código de la última fotografía podría servir de guía para interpretar la obra de Rivas: El cuerpo es un campo de batalla. Los otros documentos enlazados son un audio de Batato Barea declamando el poema que referenciaba a los desaparecidos durante los setenta, Cadáveres, de Nestor Perlongher, un video acerca de la Sociedad del Espectáculo de Debord, y un reportaje periodístico que recoge la transformación de un economista de los Chicago Boys a una mujer: “De Chicago boy a Chicago girl: travestismo y optimismo”. Los elementos que se vinculan –dentro y fuera del espacio expositivo– son entendidos como distintas formas de releer la historia de Chile, y además, en el presente contexto, definitivamente adheridos a su historia económica. El cuerpo como lugar de liberación sexual frente a la privatización del hogar en el que habita. No olvidemos que otro de los adjetivos de la dictadura es homofóbica, y al control económico se le soslayó el control sexual a través de la propaganda y la oratoria del líder, los medios de comunicación y el relato académico. Retomando el comienzo de esta reseña, citaba la respuesta rápida en esta propuesta artística. QR son las siglas de Quick Response, una tecnología aparecida en los noventa que se podría vincular aquí a la restauración de la democracia en el país en los noventa (que lo fue con comillas, puesto que la Constitución, por ejemplo, fue mantenida, así como el sistema neoliberal): una respuesta rápida a las denuncias civiles y a las manifestaciones callejeras.
Y esa es la tercera sección de esta muestra. Nelly Richard incorpora en sendas vitrinas fotografías y recortes de prensa acerca de la revolución feminista de mayo del 2018. Marchas que no sólo reivindicaban el papel de la mujer frente a la opresión de un estado machista, sino diversas proclamas de materia económica, como el “No + lucro”, relacionado con el movimiento estudiantil en su crítica al sistema educativo, o incluso un más preciso “Tiemblan los Chicago Boys. Aguante el movimiento feminista” que aparece en una de las capturas, y que recuerda que los tiempos continúan incompletos. La inclusión de la oleada de protestas del 2018 es la parte débil de la exposición, no sólo por su frágil vinculación con el concepto curatorial –únicamente enarbolada de manera directa en la pancarta citada– sino por su pobreza visual: recortes de prensa frente a la instalación de Hamilton o las fotografías ampliadas hasta la pixelación de Rivas. Pero también en el tono. Mientras que las piezas artísticas recurren a una reflexión no neutra, pero sí sin posicionamiento desde un punto de vista ético o moral –aunque obviamente se deslice la crítica–, en la incursión de las manifestaciones se desliza un sentimiento optimista, heroico, que sin duda se hace necesario, pero desentona con respecto a las otras participaciones de esta exhibición. Por último, su literalidad también se contrapone a la habilidad metafórica de las otras dos piezas, de interpretación múltiple y dislocada.
El comisariado de Nelly Richard refuta sus intereses, cuyos antecedentes se trasladan a los setenta y los ochenta. Como testigo de excepción de los cambios sufridos en Chile y de la respuesta de los artistas durante distintas épocas, es capaz de estructurar como nadie un recorrido por la reacción creativa ante el caudillaje y la explotación mercantil. Las opciones escogidas actualizan el discurso, a través de herramientas que ya no se detienen únicamente en el momento de la dictadura, sino que examinan los restos –no menores– de ésta en el periodo actual. Una exposición cuya esencia está retenida en un libro El Ladrillo, cuya ubicación es una biblioteca, y cuyas lecturas son múltiples. Una oportunidad para leer un cuento en el que ganan los malos, que, para desgracia para Chile y los países afectados por el efecto contagio, son tan reales como el índice de bienestar social.