Desde una esquina del desierto, conversar es una posibilidad. Sobre Sin Espacio 3 Mislata . No tocar, por favor y Tratado de paz/1813. Asedio, incendio y reconstrucción de Donostia/San Sebastián
En torno a una hipotética crisis de la exposición como dispositivo dominante de socialización del arte se han venido generando, en los últimos años, un creciente discurso y acciones algo más dispersas amparadas en un catálogo de buenas intenciones —“democratizadoras”, “relacionales”, “sociales”, “participativas”, y aun peor “pedagógicas”— que en ocasiones han resultado de un efecto contrario al pretendido. Y aunque a menudo diversos intereses hayan ido apareciendo entretejidos, a veces forzados por nuevas prácticas artísticas, lo cierto es que han crecido sobre todo al hilo de cierta renovación teórica en torno al concepto de (llámesele al gusto) espectador, público, usuario… o bien como una mera recurrencia a fórmulas o modos de hacer de éxito reciente. Pero muy en menor medida con la intención de replantear en profundidad la capacidad discursiva del formato expositivo o desde la voluntad de cuestionar el sentido de las instituciones o espacios que impulsaban esas actividades o incluso del arte mismo como superestructura. Y también, muy ocasionalmente, desde una revisión o investigación antropológica sobre el sentido o el poder de las imágenes, la construcción cultural de nuestro mirar, o el régimen escópico contemporáneo y las prácticas visuales que habitamos.
Otra cuestión es cuando hay que hacer de la necesidad virtud. En la Comunidad Valenciana, la abulia cultural de los poderes públicos —con la excepción de ciertos ámbitos universitarios—, su escaso calado democrático y el fraude institucional que todo esto conlleva (siempre que se considere la cultura como un bien público) hacen que desarrollar proyectos culturales o prácticas artísticas de forma autónoma o independiente y con cierta voluntad reflexiva, experimental o crítica, se puedan convertir, por el solo hecho de querer durar, en experiencias políticas de resistencia. Este es el contexto en el que se desarrolla Sin Espacio, que —dirigido por Juan José Martín Andrés desde México y Alba Braza desde Valencia, con la colaboración de Greta Alfaro, Sandra Moros y Gemma Tarazona— se constituye como una deriva (incluso en la concepción casi debordiana del término) de la asociación cultural Otro Espacio [1], como solución creativa ante la pérdida de un lugar permanente para desarrollar sus proyectos. Sin Espacio viene proponiendo, desde el compromiso con una gestión ligada a criterios de defensa y respeto a aquello que ha venido a llamarse “profesionalización”, un proceso de experimentación, iniciado en 2011 y basado en el diálogo entre sus colaboradores, en torno a nuevos formatos y prácticas expositivas, a través de ciclos de actividades dispersas en el tiempo y los lugares, pero con cierta unidad estructural; dando a cada encuentro una duración comparable a la de un concierto o una película y compensando su eventualidad con una publicación.
Sin Espacio 3. Mislata es hasta la fecha su último proyecto y ha constado de dos encuentros, llevados a cabo el 30 de noviembre y el 14 de diciembre de 2013, en los que los contenidos y el sentido de dos exposiciones; No tocar por favor [2] y Tratado de paz/1813. Asedio, incendio y reconstrucción de Donostia/San Sebastián [3], son expuestos en forma de conversación y debatidos entre el comisario, el artista y el público. Una propuesta que, en esta suerte de tensión entre las posibilidades que dirimen el sentido de la exposición como herramienta, toma partido decididamente por el discurso y la proximidad y sincronía entre comisarios, artistas y público. Idea que comenzó ya a realizarse en un proyecto anterior comisariado por Alba Braza, Carrer Major 36. Mislata, desarrollado en cuatro momentos diferentes y en el que participaron Virginia Villaplana, Anita di Bianco, Milene Trindade, David Ferrando Giraut y Mabel Palacín. Aunque este planteamiento esté sin duda forzado por imposibilidades materiales y presupuestarias y genere situaciones paradójicas —como la de mantener una conversación con el público sobre un proyecto expositivo del cual este solo tiene un conocimiento teórico (máxime cuando las proyecciones sobre cada una de las exposiciones debatidas han tenido un papel muy secundario)—; no por ello deja de invitarnos a reflexionar sobre cuestiones tan diversas como las posibilidades del encuentro y la conversación como resistencia a los procesos de desocialización contemporáneos; la eterna querella entre imagen y palabra —presente en nuestra cultura desde Platón a Leonardo o de Lessing a Wittgenstein—; o el contexto cultural valenciano como distopia de las políticas culturales en la que el resto del estado debiera irse mirando. Desgraciadamente, restricciones de espacio nos obligan a renunciar al desarrollo de ese entramado de ámbitos de reflexión posible, para describir brevemente aquello que de común podemos encontrar en dos proyectos expositivos tan dispares al ser presentados en forma de conversación. No tocar por favor fue presentado por Jorge Luis Marzo y Mireia C. Saladrigues, que participaba en el proyecto con Radicalmente emnacipat(s), y Tratado de paz/1813. Asedio, incendio y reconstrucción de Donostia/San Sebastián, por Pedro G. Romero y Oier Etxeberria, que intervino para hablar de su obra Pure Data (hamar), 2013, una investigación en torno a las resistencias en Guipuzcoa al pensamiento Ilustrado. En ambas, aunque son propuestas de origen y sentido muy diferentes, encontramos ámbitos de reflexión cercanos a la antropología de la imagen. No tocar por favor se centra en el sentido de las estructuras y dispositivos creados para la legitimación del arte en tanto que instituciones domesticadoras (quizá desde una perspectiva un tanto bourdieana) y en los comportamientos generados en el público, a la vez que se interroga sobre el poder de la imagen santificada en su artisticidad. Tratado de paz/1813. Asedio, incendio y reconstrucción de Donostia/San Sebastián es un proyecto en el que el artista Pedro G. Romero hace, según su propia definición, de “comisario-curador” (comisario como policía en el sentido en el que habla Rancière y curador como chamán) y en el que “se propone un desarrollo de la historia de la cultura visual inserta en el triángulo específico que forman las figuras del derecho, el trabajo del arte y las representaciones de la paz. Una indagación en torno al fin de la violencia, la guerra y el crimen como acontecimientos que agotan la realidad y nos impiden hacer habitable el mundo”.
Ambas exposiciones —verbales en este caso— dieron lugar a una animada conversación que, liberada de las representaciones materiales, de las imágenes y objetos presentados en cada una de las muestras debatidas, posibilitó la discusión directa sobre las ideas que generaban cada proyecto. Quizá Platón hubiera sido feliz. En cualquier caso, el planteamiento —una conversación directa entre el público y los artífices de los proyectos— permitía salvar cierta inquietud interpretativa generada a veces en el público del arte ante la ausencia de un contacto directo con los creadores. En 1952, según documenta Eugeni Bonet [4] Isodore Isou y Guy Debord plantearon una falsa proyección en un cineclub —no había película, aunque esta sí tenía título: Hurlementes en faveur de Sade— y en la presentación estaba previsto que Debord dijera “el cine ha muerto. Ya no puede haber más películas. Si les parece, pasemos al debate”. Aquí, en el desierto cultural valenciano donde casi todo anda moribundo, Sin espacio propone: “si les parece, pasemos al debate”.
Notas bibliográficas:
[1] Otro Espacio es una asociación cultural creada en 2008 en Mislata (Valencia) y que hasta 2011 realizó desde su sede, la casa y estudio de Juan José Martín Andrés una intensa labor expositiva y cuyo dinamismo, voluntad colaborativa y entendimiento de las nuevas formas de diálogo y comunicación del arte, permitieron combatir su condición periférica.
[2] No tocar por favor es un proyecto que se presentó desde el 17 de mayo al 1 de septiembre de 2013 en el Museo Artium de Vitoria, desarrollado a partir del registro de incidencias de las salas de exposiciones con trabajos de Félix Pérez-Hita, Mireia C. Saladrigues, Joan Fontcuberta, Guillermo Trujillano, Andrés Hispano, y el grupo de trabajo de la Facultad de BBAA de la EHU/UPV formado por Oier Gil, Sandra Amutxastegi, Pau Figueres y Arturo “Fito” Rodríguez, con comisariado de Jorge Luis Marzo.
[3] Tratado de paz/1813. Asedio, incendio y reconstrucción de Donostia/San Sebastián es el primer capítulo de un proyecto para Donostia/San Sebastián 2016 Capital Europea de la Cultura. La exposición tuvo lugar en el Museo San Telmo y el Museo Naval de San Sebastián, con dos muestras complementarias: a modo de prólogo, en el Museo Vasco y de la historia de Bayona, 1793. La Guerra de la Convención; y a modo de epílogo, en el Museo Zumalakarregi de Ormaiztegi, 1823. Los Cien Mil Hijos de San Luis.
[4] Bonet, Eugeni y Escoffet Eduard, “El cine ha muerto pasemos al debate” artículo en Próximamente en esta pantalla: el cine letrista entre la discrepancia y la sublevación. Bonet y Escoffet ed. MACBA. Barcelona 2005.