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Ensayos de una nueva institucionalidad, Joaquín Vázquez, Mar Villaespesa

Los autores analizan la posición de los movimientos sociales en el entramado cultural y la conflictiva relación entre prácticas poéticas y políticas en el interior de la institución museo.
Cofundador y miembro de BNV Producciones, empresa de producción de…
Trabaja en la crítica de arte y el comisariado independiente desde los…

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En los últimos años hemos asistido a nuevas discusiones críticoinstitucionales que si bien comparten algunos puntos de vista con las mantenidas a principios de los años setenta y posteriormente en los ochenta, también registran importantes diferencias. Como ha señalado Simon Sheikh, ambas críticas coinciden en indicar que el espacio museístico siempre está mediado por intereses ideológicos y económicos, al definir al museo ya no solo como institución depositaria de saberes, sino también como institución legitimadora del valor de una obra ante el mercado, y al cuestionar nociones como objetualidad, autoría, reproductibilidad o públicos. Pero se diferencian en que la reciente crítica institucional, contrariamente a las anteriores que fueron «una práctica, sobre todo, ejercida por artistas y dirigida contra las instituciones (artísticas)»1, se despliega desde una mayor pluralidad de actores, ya que incorpora nuevos espacios y sujetos de enunciación y se propaga, en muchas ocasiones, por parte de los comisarios y programadores de las propias instituciones. Además, la nueva crítica institucional no dirige su esfuerzo a enfrentarse o abolir la institución, sino que busca modificarla. Para ella «La institución no es solo un problema, ¡es también una solución!»2, ya que puede ser un campo privilegiado donde ensayar nuevas relaciones entre instituciones y creación y un «embrión de nuevas formas de organización política»3.

Sin duda, para entender el desarrollo de esta corriente de pensamiento crítico es preciso enmarcarlo en el ámbito de las transformaciones que, desde finales del siglo XX, se han producido en las relaciones entre economía y cultura; es decir, ante la creciente expansión «inaudita e inimaginable», dice Benjamin Buchloh4, de actividades y dispositivos artísticos. Un momento también de fuerte déficit democrático, provocado por la sustitución de las instituciones de carácter representativo por nuevas formas de gobernar materializadas en empresas y sociedades públicas o mixtas. Y todo ello en medio, y fruto, de un proceso conocido como globalización en el que el capitalismo ya no se extiende y reproduce desde el lugar de producción del objeto, sino desde el que difunde su imagen. En un escenario como este, en el que cada vez las mercancías y la posesión de los objetos materiales —incluido el objeto artístico— importa menos y cobra más importancia la propiedad de las fórmulas inmateriales como los derechos de reproducción, autoría, o cuestiones de marca, en un estadio del capitalismo en el que «el divorcio entre el valor de cambio y el valor de uso es definitivo, la circulación del valor diverge completamente de los bienes producidos y el bien que se intercambia es, cada vez más, solamente información»5. En este escenario, como decimos, parece lógico que para muchos, y ya no solo para los artistas, el campo de batalla sea el de la propiedad intelectual, la red y, desde luego, las instituciones asociadas a los espacios de conocimiento, producción y difusión de representaciones y saberes.

En el Estado español se han producido algunas tentativas, tales como Las Agencias en el MACBA, la Fundación de los Comunes en el MNCARS o Reunión 08 del programa UNIA arteypensamiento, que han tratado de cruzar la teoría crítica con la experiencia, tanto estética como social, de repolitizar las investigaciones culturales, y de ensayar una singular forma de eficacia a partir de un nuevo tipo de institución. Quizás no tengamos la suficiente perspectiva para valorar cuáles han sido, o están siendo, los resultados de estos intentos de poner en movimiento nuevos agenciamientos enunciativos e institucionales, pero se podría decir que, sin duda, se han producido algunos proyectos artísticos y algunas exposiciones en las que se ha podido observar una preocupación honesta por mostrar las relaciones entre prácticas políticas y estéticas, sin ocultar los conflictos que también se dan. En cuanto a los movimientos sociales que han participado en estas experiencias, algunos de ellos se han propuesto discutir «muchos de los dilemas que con frecuencia se vienen planteando cuando estos grupos son llamados a participar en convocatorias institucionales y a relacionarse con espacios de prestigio»6. Por último, algunas instituciones públicas se han esforzado por transcender su condición de dispositivo de orden, intentando ser algo más, es decir, realizando una función constructiva, lo que siguiendo a Santiago López Petit necesariamente debe implicar: «Dar continuidad (dar tiempo histórico ante la invasión del acontecimiento); dar referencialidad (ante la opacidad de la dispersión generalizada); dar espacio (el espacio constituye hoy la palanca necesaria para hincar el gesto radical)»7. A lo que habría que añadir: dar recursos (ante la situación de precariedad económica con la que se identifican las experimentaciones poéticas y políticas).

Aunque se admita que los ensayos de una nueva institucionalidad han permitido una nueva relación con la institución y han podido favorecer la materialización de otra política cultural, también han planteado otros problemas derivados principalmente de no tomar suficientemente en cuenta, o incluso intentar obviar, los conflictos que se originan cuando se produce la confluencia, en un mismo y único espacio de actores, tan diferentes y antagónicos, y de fuerzas tan desiguales como son los movimientos sociales, los autores y los propios administradores estéticos, ya sean directores de museos, curadores o gestores culturales. Y es porque un ejercicio de eclecticismo teórico y práctico —que olvida cuál es la demanda, el lugar y la responsabilidad de cada uno, que se enrosca en una cadena de discusiones y en una lucha por la obtención de visibilidad, recursos y elementos logísticos— solo puede llevar al abandono de la crítica y de los necesarios grados de autonomía que son completamente imprescindibles si de lo que se trata es de encontrarse y constituir «una comunidad deseante», que diría Bifo, caracterizada «porque no hay pertenencias, sino singularidades que se encuentran», y no una «comunidad originaria» en la que «las diferencias no son nada, y la identidad lo es todo»8. La legitimación que otorga el mutuo reconocimiento puede producir un efecto no contemplado, de forma que lo que se pensó que debería ser una institución híbrida acabe siendo una institución renovada y fortalecida en la que lo que prima son los regímenes de identidad y en la que las diferentes particularidades, experiencias, intereses, sensibilidades, sentidos, creación de nuevas formas y conceptos quedan aparcadas y desactivadas, llegándose incluso a asumir —y lo que es peor a replicar— la precariedad conceptual y económica que la nueva institución, que entre todos hemos fortalecido, impone.

En cualquier caso, el neoliberalismo y sus brutales medidas vienen a poner las cosas en su sitio: el colapso global del crédito, los drásticos tajos presupuestarios que se están aplicando, la dependencia, cada vez mayor, de las instituciones públicas de los patrocinios privados —principalmente del capital financiero— y otras medidas que aún quedan por llegar, amenazan con cortocircuitar los escasos y todavía débiles canales de contacto, incursión, cooperación y financiación cuando circulaba el dinero, se destinaban a experiencias de innovación política e institucional, si no desaparecen se reducirán de forma sustancial, lo cual obligará no solo a asumir la escasez con la que se ha venido trabajando, sino a pensar que aquel futuro cercano, aunque permanentemente postergado, que gracias a la irrupción de unos dispositivos «híbridos y monstruosos» podría «generar una densidad y unas posibilidades de creación intelectual y de acción política colectiva que contribuirán a inventar otra política»9, es posible que nunca llegue. Ya hoy, podemos comprobar cómo aquellas instituciones que habían trabajado para transcender su condición de dispositivo de orden, procurando dar continuidadreferencialidad y espacio a nuevas enunciaciones y experimentaciones, o están amenazadas, o ante los recortes presupuestarios a los que están sometidas menguan, hasta extremos insoportables, los pocos recursos que, incluso en mejores épocas, destinaban para este fin.

En la actual situación política y económica, ante lo que Žižek llama «nuestra desesperada situación histórica», ¿siguen siendo útiles los enunciados y prácticas sobre la crítica institucional que hasta ayer mismo se formulaban? Estos discursos deberán seguir siendo debatidos y ensayados, porque a partir de ellos ya nada puede seguir siendo lo mismo, porque parece lógico que, en una situación como la actual y para aquellos que se plantean oponer resistencia, un campo de batalla siga siendo la institución, a la que, por otra parte, se debe reclamar como propios parte de los sustanciosos beneficios que para su pervivencia y legitimación le han venido reportando este tipo de discusiones. Pero, solo si se parte de que existe una situación política y económica muy diferente a la del momento en que muchas de las críticas institucionales se formularon, así como del reconocimiento de que, como señala Fredric Jameson, existe, y debe existir, una incompatibilidad radical entre distintos sistemas y códigos, un cierto grado de oposición y autonomía, de confrontación y lucha, o «una intraducibilidad entre sistemas»10 se podrá entender por qué resulta tan difícil llegar a algún tipo de encuentro fructífero o síntesis entre actores tan diferentes. Lo que no implica que se trate de renunciar, retomando a Jameson «[…] de modo que el escándalo no es tanto su incompatibilidad, como, más bien, la convicción de que se necesita al mismo tiempo a todos […] pero no se pueden reunir de un modo sistemático […] ya que la realidad misma es una coexistencia de incompatibilidades»11.

Si esto es acertado, desplegar una política cultural y poner en pie unas instituciones dialécticas debe implicar el ensayo de nuevas experimentaciones, la reivindicación de recursos y de espacios, pero sin que ello signifique que haya que sintetizar y acomodar, en un mismo campo teórico o institucional, en alguna teoría de campo unificada, distintas incompatibilidades como son las que se dan entre prácticas políticas y poéticas, entre instituciones formales e informales o entre activismo y gestión, sino que, por el contrario, debe permitirse que se desplieguen sus inconmensurabilidades, sin buscar ninguna solución para ellas mediante alguna denominación, agenciamiento o colaboración simplista, como quizás haya venido, en cierto sentido, ocurriendo.

Notas bibliográficas:

  1. SHEIK, SIMON: Notas sobre la crítica institucional, Instituto Europeo para políticas culturales progresivas, 2006. En línea: http://eipcp.net/transversal/0106/sheikh/es. [Última consulta realizada el 10 de febrero de 2014]. ↩︎
  2. Ibídem. ↩︎
  3. UNIVERSIDAD NÓMADA: Prototipos mentales e instituciones monstruo. Algunas notas a modo de introducción, Instituto Europeo para políticas culturales progresivas, 2008. En línea:
    http://eipcp.net/transversal/0508/universidadnomada/es. [Última consulta realizada el 10 de febrero de 2014]. ↩︎
  4. BUCHLOH, BENJAMIN: «Conceptual Art 1962-1969: From the Aesthetics of Administration to the Critique of Institutions», en October, nº55, 1990, pp. 105-143. ↩︎
  5. BERARDI, FRANCO (Bifo): Félix. Narración del encuentro con el pensamiento de Guattari, cartografía visionaria del tiempo que viene, Ed. Cactus, Buenos Aires, 2013. ↩︎
  6. LONGONI, ANA: «La voz subalterna. Latinoamérica», 10.000 francos de recompensa (el museo de arte contemporáneo vivo muerto), ADACE, SEACEX, MCU, UNIA arteypensamiento, 2009. ↩︎
  7. LÓPEZ PETIT, Santiago: La institución y lo social, conferencia impartida en La Casa Invisible, Málaga, el 1 de diciembre de 2007, y publicada en el fanzine Hari Gorritxuak/ Ensoñaciones Tobogán, editado por Fito Rodríguez en el marco del proyecto Hilos Rojos, Vitoria-Gasteiz, octubre 2008. ↩︎
  8. BERARDI, FRANCO (Bifo): Óp. cit. ↩︎
  9. UNIVERSIDAD NÓMADA: Óp. cit. ↩︎
  10. JAMESON, FREDRIC: «Lacan y la dialéctica: un fragmento», Lacan. Los interlocutores mudos, Slavoj Žižek (Ed.), Ediciones AKAL, 2006. ↩︎
  11. Ibídem. ↩︎
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