ENTREACTO
Las imágenes utilizadas por el MACBA para promocionar la exposición del Centro Internacional de Fotografía de Barcelona (CIBF) son considerablemente sugerentes: se trata de fotografías en blanco y negro en las que una mujer y un grupo de hombres jóvenes aparecen sentados en círculo en el suelo de una habitación prácticamente desnuda, sin amueblar. La luz que les alumbra se esparce a través de los ventanales que se abren por encima de sus cabezas y es igualmente cruda. El emplazamiento es, indudablemente, el edificio de la calle Aurora, la antigua fábrica de pasta para sopa que se encontraba en el corazón del entonces llamado Barrio Chino y que hoy todavía conserva la fachada con el mural que los miembros de esa organización fugaz, que tuvo lugar en Barcelona entre los años 1978 y 1983, realizaron para su recuperación junto a Eduardo Arranz-Bravo y Rafael Bartolozzi. «Allí te cabe todo» le habría dicho al parecer Sandra Solsona a Albert Guspi, dinamizador infatigable de la fotografía en Barcelona y alma de la iniciativa. Se refería al conjunto de actividades que él mismo ya había emprendido a mediados de la década con Spectrum —primera galería comercial de fotografía en España— y para las cuales requería por aquel entonces de una nueva ubicación para seguir con su despliegue.
En la imagen el grupo está reunido y muestra una actitud reflexiva. Visualizan una serie de fotografías que uno de ellos comenta a medida que tiende por el suelo. En el fondo de una de las imágenes se puede ver también otro grupo de fotografías que, tratándose tal vez de pruebas de impresión, cuelga de un modo considerablemente informal de la superficie de corcho que reviste las paredes de la sala. Ese clima sosegado, desenvuelto y basado en el diálogo parece que se propagó a todas las facetas del centro durante unos años. La actividad de dicha institución adelantada a su género, llegaba a los profesionales y aficionados de la fotografía, y funcionaba al mismo tiempo como escuela de imagen, sala de exposiciones, espacio de producción, editorial, cineclub y biblioteca. En un momento en el que no existía la enseñanza de la fotografía a un nivel oficial, el CIBF fue un espacio pionero para la formación especializada a la vez que, por otro lado, funcionaba eficazmente como un foro público de debate sobre la cultura fotográfica y audiovisual.
Son testimonio de la estrecha relación que se ensayó entre esos aspectos las palabras de Guspi en el momento de la apertura del centro: «Se pretende que este centro no sea algo cerrado con sólo una actividad interna. Se pretende la creación de grupos dedicados a la imagen que pongan y vuelquen sus experiencias adquiridas al servicio de la sociedad. Es por ello que ponemos nuestras instalaciones a disposición de las asociaciones de vecinos y entidades ciudadanas, a fin de que puedan exponer su problemática a través de la imagen y de forma más viva». En la prensa de entonces no faltaba un titular que se puede leer hoy en clave un tanto premonitoria: «Barrio Chino: El Renacimiento». Y el artículo empezaba así: «Las calles y las casas del legendario Barrio Chino de Barcelona, el más densamente prostibulario de España, empiezan a ser cobijo de artistas y pueden convertirse dentro de unos meses en un importante centro cultural».
Esos datos se recogen en la excelente investigación que Jorge Ribalta y Cristina Zelich, comisarios de la exposición, han hecho sobre el CIFB y que el MACBA también publica en un libro. En el mismo encontramos la razón de las imágenes de la campaña de comunicación que hemos comentado: las personas que están reunidas en una de las salas del CIBF se corresponden con el grupo de uno de los talleres que dirigió el fotógrafo Lucho Poirot, hacia el año 1979. Poirot, nacido en Santiago de Chile y exiliado en Barcelona a raíz del golpe de Pinochet, entendía el trabajo fotográfico como un proceso reflexivo vinculado a la investigación, en lugar de como una mera captación de imágenes o resolución técnica. Junto con Pep Cunties fue considerado uno de los miembros del grupo de profesorado más afín a la fotografía documental y, por lo tanto, también al ideario del CIBF, el cual definía la imagen como un medio de comunicación social así como un agente constitutivo de la cultura visual y el entorno social. En ese sentido, la actividad educativa no se percibiría apenas distante de la labor productiva, la cual desde el mismo centro, se promovía como un proceso colectivo basado en el escrutinio minucioso de contextos sociales e institucionales.
En la exposición del MACBA sobresale el reportaje que Jesús Atienza, Pep Cunties y Eduardo Subías realizaron colectivamente en torno al Instituto Mental de la Santa Creu, y que se presentó en el CIBF en el 1980, así como el seguimiento del circo de Ángel Cristo que hizo el colectivo Extra! formado por Sergi Capellas, Jordi García y Xavier Roselló. Igualmente, se recogen noticias sobre los proyectos documentales que se promovieron tanto sobre el propio barrio del Raval (1979-1980) como sobre la ciudad de Barcelona (1981), en los cuales participaron los miembros del CIFB distribuyéndose entre grupos de profesores y estudiantes distintas zonas de la trama urbana para sondear con sus respectivas cámaras. La correa de transmisión que se produjo entre la fotografía con la práctica en colectivo y la educación, así como el foco sobre asuntos que igualmente son colectivos, estaría totalmente acorde con los intentos de restauración del vínculo social de la práctica artística que el centro promovió —por medio de las colaboraciones con distintas entidades culturales y vecinales— así como con la innovación en formatos que también se plantearon para la exposición en el espacio público.
A pesar de su actividad en múltiples frentes el CIBF tuvo una trayectoria de corto alcance y muchos de sus proyectos no llegaron a prosperar. Según los comisarios de la exposición se trata claramente de un intento fallido, si bien añaden: «conocer las experiencias fallidas nos ayuda a entender el marco cultural dominante». Ciertamente, la exposición se podría inscribir en esa línea de proyectos que en el MACBA empezó bajo la dirección de Manuel Borja-Villel, cuando el mismo Jorge Ribalta desempeñaba el cargo de Jefe de Programas Públicos, y en el que, independientemente de los éxitos artísticos o las grandes individualidades, se procede al análisis de las llamadas esferas públicas del arte. Eso es, los entornos en que tienen lugar la producción y la mediación artística. Del mismo modo, según ha escrito el propio comisario en otras ocasiones, ese enfoque debería ir a la par con la regeneración institucional del museo, y con ese fin el MACBA ha establecido a menudo complicidades con movimientos sociales u organizaciones y agentes locales de distinto perfil.
Aun así, la relación del MACBA con el contexto local y hasta con el mismo barrio en donde desembarcó dicho museo prácticamente veinte años después de la existencia del CIBF, ha tendido a ser considerablemente compleja y bastante contradictoria, cuando no accidentada. Y aunque el museo pueda utilizar la imagen comentada del grupo del taller de fotografía del CIBF para representar la exposición, pero indudablemente también para autorrepresentarse y hasta tal vez invitar al público a proyectar un tipo de nexo con el espacio artístico mucho más afable, cercano y dialogado, finalmente también tenemos que considerar que esa relación con el MACBA no se podrá desarrollar si no es a contrapelo de los interiores suntuosos de su mismo cubo blanco.
Por todo eso, sería importante que el museo también experimentara con la posibilidad de asumir otras posiciones al respecto de estas imágenes. En lugar de espejo, podría ser interesante que mediante exposiciones como esa se atreviera a situarse, por ejemplo, en su interior, tal vez, en ese caso, como uno de los elementos o contextos que el grupo del CIFB habría fotografiado y que desde su sede en la fábrica de la calle Aurora estaría entonces comentando. Así pues, nos preguntamos, ¿cómo los miembros del CIFB mirarían y analizarían hoy en día al MACBA, a las organizaciones artísticas que institucionalmente sí que han cuajado, a las relaciones que décadas después aún se intentan establecer con el mismo barrio, y tal vez a todos nosotros en tanto que público o actores del sistema artístico actual? No se trata de hacer ciencia ficción, sino precisamente, se trata de aportar una mayor dosis de realismo entre dos o más esferas públicas del arte por medio de su análisis comparado. El análisis de los sistemas de mediación, más que enraizar en nuevas representaciones, tiene sentido en el momento en que nos plantea, también, nuevos debates en relación con la práctica que se da en los museos actuales.