CONTEXTO
Orígenes
Mi formación es de profesora. Estudié Magisterio y más tarde Licenciatura Intercultural en la Universidade Federal de Santa Catarina, un curso para profesores indígenas. Trabajé durante ocho años como profesora en la aldea Guaraní Três Palmeiras, en el municipio de Aracruz, en Espírito Santo, con niños Guaraní en edad de educación fundamental. Mis inquietudes tenían siempre origen en el desencuentro entre la educación Guaraní y la educación escolar indígena, un formato que viene de fuera. La monografía que escribí en mi graduación está dedicada a ese desencuentro, a las diferencias en perspectiva de vida entre esa enseñanza escolar y la educación Guaraní. Siempre busco construir puentes entre las dos visiones, equilibrar las dos miradas.
Mi relación con el arte comenzó en 2016, cuando me invitaron a participar como cocuradora de la exposición Dja Guata Porã: Rio de Janeiro indígena en el Museu de Arte do Rio junto a otros tres curadores: Clarissa Diniz, José Bessa y Pablo Lafuente1. El proceso de trabajo tomó forma de encuentro, de conversación, de compartir experiencia… lo que me permitió elaborar mi contribución2. Yo no sabía nada sobre lo que occidente entiende como arte. Sabía cómo la sociedad occidental entiende el arte indígena, porque había entrado en contacto con algunas cosas. Pero no tenía una idea clara de lo que el «arte» es para los no indígenas. A partir de esa invitación y de las discusiones que dieron forma a la exposición, comencé a observar mejor cómo los djuruá piensan su relación con el arte, y cómo nosotros, los indígenas, lidiamos con lo que los djuruá llaman arte3.
Incorporando prácticas
Las prácticas que los djuruá llaman «arte» están hoy presentes en las aldeas Guaraní, pero sus dinámicas siempre están asociadas a la manera de ser Guaraní. Los Guaraní acostumbran a adaptarse a las cosas, y no responden con mucho extrañamiento a lo que viene de fuera. Actúan de modo que lo que llega fortalezca su modo de ser Guaraní, y por eso cualquier práctica se piensa desde ese modo de ser. En relación al «arte», una clave para entender cómo es incorporado está en el desarrollo de habilidades para saber interactuar, tanto entre las personas que viven en las aldeas como con los djuruá.
Voy a intentar hablar de esas habilidades aquí, por ejemplo, las que son practicadas en el fútbol, la música, o en el uso de equipamientos audiovisuales para registrar la propia realidad, y para divulgar y fortalecer costumbres, creencias y lengua. Esas acciones se practican desde habilidades Guaraní, a partir de esa óptica, como acostumbro a decir, «Guaranizando» algo que viene de fuera al interior de la aldea.
En el municipio de Aracruz, en el estado de Espírito Santo, acontece anualmente un campeonato de fútbol en la arena, en la playa Barra do Sahy, organizado por el ayuntamiento en el verano, entre enero y febrero, cuando hay en la región muchos turistas de varios lugares. A los indígenas de la aldea, Guaraní y Tupiniquim, se les invita a participar. Mientras asistí a uno de esos eventos me di cuenta de una cosa: los Guaraní nunca han ganado el campeonato, y aún así nunca han dejado de participar. Siempre son muy disciplinados, y casi la totalidad de la aldea va a apoyarles. A veces pierden por 10 a 0, pero en ninguna ocasión pierden la esencia calma Guaraní; al contrario que los blancos, que cuando lo hacen usan insultos, se pelean entre ellos, crean un escándalo, nosotros regresamos a casa con la alegría de participar. No lo hizo con el objetivo de ganar; lo importante era divertirse, participar en el evento sin ser competitivo. La danza Guaraní para hombres ywyra idja les enseña a tolerar y tener paciencia como compañeros, y participar de modo que su colaboración contribuya al grupo. La danza es muy rápida, y requiere agilidad y atención con el otro. Cuando alguien está muy cansado se deja caer al suelo, y el resto de los danzantes debe estar atento para no pisarle. Cuando alguien pisa accidentalmente a la persona que está en el suelo, desde ese momento, debe danzar por los dos, como si estuviese llevándole a cuestas, y así continúa hasta ser el último en salir de la danza. Parte de la idea es aprender a no abandonar al compañero en ninguna situación. A tener paciencia, un cuerpo tolerante y una mirada atenta. A saber pisar sin hacer daño.
Hoy en día, cuando los Guaraní se encuentran para celebrar el fin de año, además de fútbol escuchan música no indígena, como «forró». Cada fin de año las comunidades se organizan para hacer una excursión a otra aldea, incluso en otro estado. Hasta tiempos recientes, para esos encuentros las comunidades llamaban una banda de forró de fuera de las aldeas, pero ahora ya existen bandas de forró Guaraní, así como músicos de hip hop, cineastas y escritores: artes que llegaron a los Guaraní desde el exterior.
Así, pude entender que los Guaraní se liberan para dar lugar a otros modos posibles de organizarse sin dejar de lado sus esencias. Creo que cuando las dos culturas se encuentran hay una posibilidad de libertad. No me refiero a una libertad de hacer lo que se quiera, o de convertirse en otra cosa, sino por el contrario de absorber elementos que ayuden a convivir con la diversidad del tekó, o manera de ser propia de cada uno.
El cuidado de las mujeres
Las mujeres también tienen su equipo en las aldeas, con una especificidad: no hay selección por edad, forman el equipo sin preocuparse por la edad que cada una tiene, sea 13 o 45 años. A donde quiera que vayan a jugar, les acompañan como público sus hijos, sus maridos y a veces toda la familia. Las que no tienen hijos llevan a sus padres y madres, introduciendo así comportamientos que antes no formaban parte de la cultura Guaraní. Generalmente, a diferencia de los hombres, las mujeres discuten entre ellas en el campo.
Entre los Guaraní, cuando la mujer está menstruando no puede correr, no puede exponerse al sol fuerte, u otros factores que puedan perjudicar su salud. La salud de la mujer está relacionada con la sangre, y por eso el período en el que sangra requiere rígido resguardo, incluso en relación a la alimentación: no puede comer cosas muy dulces o muy saladas, con mucha grasa o muy frías.
Mi abuela solía decir que si castigaba mucho mi cuerpo, con 30 años ya estaría muy vieja: para nosotros, Guaraní, una edad avanzada no implica necesariamente que la persona sea vieja. Un cuerpo con problemas de salud es lo que identifica a una persona vieja. Mi abuela era una mujer activa, no había un mal momento con ella. Era tranquila, le gustaba plantar, a pesar de que cuando estamos menstruando no podemos cargar peso, ni ir a la huerta, no podemos caminar entre las plantas o subir a los árboles. Ella decía que cuando paramos de menstruar tenemos más libertad para hacer lo que queramos, de hacer como los hombres. Por eso entiendo que el criterio para fortalecer nuestro cuerpo es no dañarlo y respetar el período menstrual. El cuerpo de la mujer requiere un cuidado más suave que el del hombre, la vida de la mujer precisa ser respetada con un ritmo de suavidad: muchos lugares no son construidos de acuerdo con nuestro cuerpo. La danza de las mujeres, tangara, en contraste con el ywyra idja de los hombres, es una danza suave.
Aprendiendo en equilibrio
Actualmente reflexiono sobre la importancia del diálogo entre artes como una resistencia de la belleza. Su existencia exige que su espacio sea respetado de la misma forma que ella. A la mayoría de los Guaraní les interesan músicas con ritmo forró, el hip hop y el fútbol. A las danzas que llegan de fuera se les llama djeroky, porque nuestra danza también se llama así. El fútbol no tiene nombre en Guaraní, pero el concepto de jugar con un balón es diferente al de los djuruá. Nhewanga, la palabra Guarani, sugiere un juego entre los jóvenes, los niños y las mujeres. Existen varias maneras de jugar, relacionadas con las costumbres Guaraní. Hoy en día toda la comunidad, incluso los líderes de las aldeas, se organizan para realizar estos encuentros. La presencia de cada una de las prácticas depende mucho de cada aldea: hay aldeas que incluyen elementos que vienen de fuera, pero intentan equilibrarlas, para que no haya un exceso de esas prácticas. En nuestra concepción, el exceso genera problemas: la palabra wai quiere decir malo o feo, y waipa significa «mucho». Por eso es que todos somos responsables por el control de prácticas y actividades culturales que no son de origen Guaraní: desde los más ancianos y ancianas de la aldea, junto con los padres y madres y líderes, para controlar el movimiento, para que no haya exceso de lo que entra del exterior. El proceso de aprendizaje es diario, en convivencia dentro de la comunidad, porque el proceso de enseñanza y aprendizaje es colectivo.
Nosotros, los Guaraní, aprendemos escuchando, observando, practicando, acompañando a los mayores, sean kyringue, los ancianos, o nuestros padres, abuelos o tíos. El niño tiene que escuchar, oír y observar a través de la experimentación, desde pequeño. Practican poco a poco, según la edad. Así aprendemos, y alcanzamos arandu, o saber, conocimiento, que es transmitido en diversos lugares y momentos. Para aprender nuestro modo de hacer arte, es necesario convivir con otros en el trabajo de kokue o cultivo, en los campos. Así aprendemos a cazar, a pescar, a construir objetos sagrados o regalos. También aprendemos de personas diferentes. Nuestra manera de transmitir saberes y enseñarlos es especial para nosotros. Está conectada a nuestro modo de ser Guaraní, a nuestro modo de educar a los niños, con una pedagogía basada en la oralidad. Tenemos procesos propios de enseñar y aprender; son poco conocidos por los no indígenas, y muchas veces sufrimos discriminación y prejuicios debido a la falta de conocimiento por parte de los colonizadores.
En la relación entre el colectivo y el individuo, es fundamental desarrollar la escucha, oendu. Como Guaraní, pensamos que todos somos educadores, con capacidad de enseñarnos unos a otros directa o indirectamente. El bienestar de todos depende de la individualidad, y por eso es importante comprender y reconocer tanto la individualidad como la colectividad. No saber escuchar resultará siempre en conflictos, enfrentamientos y violencia.
La educación Guaraní es una educación de calidad, y si no practicamos nuestras costumbres y nuestros ritos de pasaje, no existirá el teko porã rã, o bienestar futuro.
Individuo y colectivo
Los adultos y los jóvenes nos levantamos bien temprano; solo los niños pueden despertar más tarde. Iniciamos el día tomando cimarrón, haciendo nuestra primera comida sentados en torno al fuego y conversando sobre nuestros sueños. Los más ancianos siempre nos dan consejos y tareas, y nos enseñan constantemente. Y así continuamos.
Durante el día cumplimos con nuestros quehaceres, y al atardecer nos preparamos para ir a la casa de rezos, opy, el lugar más importante de la aldea, donde acontecen los encuentros de conversación y de saber. Es necesario agradecer a Nhandecy Eté y a Nhanderu Eté por otro día de vida y salud. Es necesario también pedir consejos, rezar, cantar, y escuchar aywu porã, nuestras palabras buenas. La noche es el momento en el que los niños están con sus padres y madres, alrededor del fuego, y allí les enseñamos y contamos historias hasta que se duermen.
El colectivo respeta la individualidad, y por eso hay cosas que son realizadas por el grupo y otras que son individuales, para que cada cual pueda expresar su creatividad y habilidad. La producción de arte depende de la creatividad de cada persona. Cada individuo produce el objeto en asociación con la historia de Nhanderu Eté e Nhandecy Eté: su visión del mundo, o cómo surgió el mundo para nosotros. La persona que produce una obra de arte, por ejemplo, un objeto esculpido en madera para otra persona o para que los niños jueguen, demuestra una habilidad y creatividad, independientemente de que el objeto sea o no sagrado. El hecho de ser sagrado del objeto dependerá de la persona que lo recibe, para qué contexto está pensado y por quién fue realizado.
La producción de arte está inspirada en la cosmología Guaraní. La palabra Guaraní para arte es tembiapo, o resultado del trabajo de alguien. Por eso tengo costumbre de decir que el arte en sí es creatividad individual, hacer objetos como cestos, animales de madera, collares de simientes, arco y flecha, cerámica, akã regua o cinta para la cabeza, pintura corporal, danza y canto… son saberes referentes al conocimiento colectivo, transformados en objetos a través de la mano de obra individual.
Las actividades desarrolladas por las comunidades son actividades que benefician al colectivo. Todos están invitados a participar de las actividades del tekoha o aldea, siempre de acuerdo con sus capacidades. Los niños participan en los trabajos en grupo, plantando cultivos, o aprendiendo a cortar leña durante los rituales de pasaje. Siempre trabajan con los ancianos, que son responsables por la transmisión de conocimientos. Los ancianos les enseñan cómo hacer las cosas y los jóvenes comienzan a practicar tales saberes, haciendo cosas y, al mismo tiempo, escuchando las historias de vida de los mayores, escuchando consejos sobre diferentes asuntos, aprendiendo, por ejemplo, cómo tratar a las mujeres.
Las enseñanzas de los ancianos siempre comienzan con historias del origen del mundo, narrando los mitos sagrados, las narrativas tradicionales. Los consejos y los conocimientos son transmitidos de esa forma, pero los aprenden practicando y trabajando. La idea de transformación constante está basada en el origen ancestral.
Dos exposiciones
Dja Guata Porã fue una exposición que conseguimos desenvolver conjuntamente, indígenas y djuruá, aun teniendo miradas diferentes, gracias a la escucha y el diálogo entre comunidades y los equipos del museo. Fue mi primera experiencia como curadora o, para usar palabras con las que me siento más cómoda, como mediadora entre indígenas, el equipo del proyecto y la institución. Fue un proceso diferente, armonioso, que requería de escucha y diálogo entre todos los que estaban envueltos directa e indirectamente. Una de las cosas que pude constatar es que la forma según la cual la exposición aconteció fue la producción colectiva, tanto por parte de los indígenas como de los equipos de no indígenas. Fue una producción en proceso, diferente de la manera como generalmente se realizan exposiciones con objetos antiguos en museos. Cuando iniciamos el proyecto, lo hicimos por medio de un proceso que nos ayudase a pensar lo que iríamos a tratar y mostrar, y los desafíos que podríamos encontrar en el camino para materializar esos pensamientos. Aquí fue fundamental el registro hecho por los djuruá de la memoria indígena y los modos indígenas de contar historias, que resultó reflejado en la gran serpiente diseñada por el artista indígena Denilson Baniwa. En esas negociaciones, fue fundamental tener sensibilidad para permitir que el otro continuase siendo otro, no abrazarle porque piensa de la misma forma. Porque eso significaría continuar con la colonización. Es necesario equilibrar los pensamientos, incluyendo siempre a todos, y aceptando la sensación de extrañamiento que pueda resultar. Un extrañamiento que es fundamental para entender e incluir las diversas maneras de pensar.
Un proceso similar tuvo lugar con Sawe: Liderança indígena e a luta pelo território4, un proyecto que estoy desarrollando para Sesc Ipiranga en São Paulo como curadora, junto con Naiara Tukano, Maurício Fonseca y Pablo Lafuente. El proyecto comenzó como investigación en 2018, y la exposición estaba prevista para julio de 2020, pero debido a la pandemia de la Covid-19 fue aplazada, y todavía no tiene fecha definitiva. La exposición, al igual que Dja Guata Porã pero con una escala aún mayor, responde a la urgencia de comunicar cómo los pueblos indígenas entienden la naturaleza. Esa urgencia solo aumentó en tiempos recientes, porque algunos líderes que contribuyeron con sus conocimientos al proceso de investigación para la exposición fallecieron por la Covid-19, lo que tornó aún más raro el valor histórico y cultural de los materiales recolectados como patrimonio. A lo largo del proceso resultó evidente que los indígenas luchan por una causa mayor, por la colectividad y por los saberes ancestrales. Todos contribuyeron con sus relatos, con ideas basadas en su visión del mundo, que son del colectivo para el colectivo. Esa visión del mundo se traducirá en la exposición en fotografías, dibujos, cantos, vídeos, bancos de madera y otros objetos: una transformación que solo algunas personas consiguen realizar. Personas que, según mi entendimiento, son los artistas.
Notas bibliográficas
- Dja Guata Porã: Rio de Janeiro indígena, Museu de Arte do Rio, Rio de Janeiro, 16 de mayo de 2017 a 25 de marzo de 2018. La exposición fue el resultado de colaboraciones con pueblos indígenas del estado de Rio de Janeiro, incluyendo Guaraní, Pataxó, Purí e indígenas en contexto urbano. En línea en: http://museudeartedorio.org.br/programacao/dja-guata-pora-rio-de-janeiro-indigena/ [Última consulta realizada el 31 de octubre de 2020]. ↩︎
- Sobre el proceso de trabajo, véase el siguiente vídeo que abría la exposición. En línea en: https://www.youtube.com/watch?v=HJcxYBLiDUE [Última consulta realizada el 31 de octubre de 2020]. ↩︎
- Djuruá, en Guaraní, se refiere a aquellos que no son indígenas. ↩︎
- Sawé: Liderança indígena e a luta pelo território se centra en la relación de los pueblos indígenas del territorio brasileño con el territorio e incluye proyectos desarrollados por comunidades del sur, sudeste, nordeste, centro-oeste y norte de Brasil. Comenzó en 2018 con una serie de viajes y acciones públicas en São Paulo, en Sesc Ipiranga. En línea en:
https://www.sescsp.org.br/online/artigo/12500_PROJETO+SAWE+DISCUTE+O+PAPEL+DAS+LIDERANCAS+POLITICAS+INDIGENAS+NA+LUTA+PELA+DEFESA+DE+SEUS+TERRITORIOS [Última consulta realizada el 31 de octubre de 2020]. ↩︎