CONTEXTO
Cuando llegan los días señalaítos
hay muchos gachositos que son gitanos,
visten gitano, fuman gitano,
y juran que su abuelo fue un buen gitano1.
El pueblo gitano ha sido imitado y perseguido por igual a lo largo de los siglos por una esquizofrenia paya que mientras encarcelaba, mutilaba, y asesinaba a gitanos se vestía, peinaba y bailaba a la imagen y semejanza de estos.
Como ejemplo de esta gitanización de la sociedad mayoritaria sirvan estos consejos que los magistrados de la Audiencia de Granada en 1783 daban al Gobierno respecto la necesidad de prohibir las exhibiciones artísticas de los gitanos:
(Los gitanos) han inventado la multitud de truhanerías y bufonadas, aires, modales y gracejos, que son notorios. Estos malos resabios han contagiado en estas Andalucías más de lo que debía esperarse del carácter serio y circunspecto de nuestra nación, pues vemos cada día los efectos más lamentables en las gentes más distinguidas, y acomodadas, no desdeñándose muchas de estas en imitarles en su traje y modales, y de vivir en su compañía2.
Pero esta imitación no ha ido acompañada de un reconocimiento social sino de todo lo contrario. Ha sucedido a la vez que una historia de persecución y exclusión respecto a la sociedad mayoritaria que dura hasta hoy.
La palabra gitano sigue apareciendo en el diccionario como sinónimo de trapacero; las mujeres gitanas presas siguen representando un 31% frente al 1% que representan en las calles; y los datos de infraviviendas y desempleo siguen castigando mayoritariamente a población gitana.
Los gitanos y gitanas siguen siendo los otros, aquellos donde la convencionalidad paya se mira para sentir la tranquilidad de ser normal. Esos otros que han encarnado el mal ejemplo frente al ideal social del recato, el esfuerzo, el orden y la modernidad. Si la sociedad paya se percibe a sí misma como moderna y ejemplar es gracias a que han construido un modelo antagónico en el que mirarse, los gitanos y gitanas. La violencia que encierra este antigitanismo y la falacia sobre la que se construyen obliga a seguir leyendo esta historia. ¿Quiénes son y han sido este pueblo gitano?
Cuenta la historia oficial, la que escriben los que mandan, que los gitanos vienen del noreste de la India, del Pumjab. Que salieron de allí en masa en torno al año 1000 d.C. y que se extendieron por toda Europa viajando en grupos y practicando el nomadismo. En 1425 el príncipe Alfonso (el Magnánimo) concede una carta de paso en la penísula Ibérica al primer grupo gitano ordenando en ella que sea «bien tratado y acogido». Los documentos históricos muestran como a lo largo del siglo XV existen dos corrientes migratorias gitanas en la península, una más temprana, en las primeras décadas del siglo, que entra a través de los Pirineos y otra a partir de los años ochenta del mismo que llega a la costa mediterránea y que se cree consecuencia de la invasión turca de Constantinopla3. En un primer momento, de euforia política y religiosos tras la llamada «reconquista», fueron recibidos como peregrinos y se concedieron salvoconductos y bulas papales para que recorrieran la península y otros territorios de la Europa católica. Pero a partir de 1499 la suerte gitana cambió, los Reyes Católicos dieron comienzo a una persecución institucional de este pueblo que duró quinientos años.
Cada uno de ellos viva por oficios conocidos, que mejor supieran aprovecharse, estando atada en lugares donde acordasen asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan, y los den lo hubiese menester y no anden más juntos vagando por nuestros reinos como lo facen4.
La legislación histórica contra los gitanos se encaminaba a la desaparición de su cultura, entendida como la forma en que los gitanos se relacionan entre ellos y su entorno. En varios momentos de la historia la persecución ha ido más allá y ha tenido como objetivo la desaparición física de las personas gitanas. La represión a lo largo de los siglos ha tenido un motor fundamental dirigido a ordenar la fuerza de trabajo de estas gentes. Si leemos estos textos legales se repite una y otra vez la orden de que tomen oficio conocido, abandonen el nomadismo y se asienten en las tierras de un señor feudal.
Las profesiones a las que hasta entonces se habían dedicado los gitanos, como herreros, hojalateros, orfebres, músicos, tratantes de caballerías y ganado, esquiladores, chatarreros, traperos, o vendedores ambulantes se consideraron insuficientes y por tanto prohibidas. Junto a la prohibición de sus estrategias económicas de supervivencia se persiguieron sus propias formas de ser y hacer. Entre otros rasgos identitarios fueron objeto del castigo la vestimenta y la lengua romaní.
Durante los quinientos años de represión los castigos han sido muchos, desde el martirio físico, como amputar orejas o marcar a con hierros ardientes, hasta la condena a remar en los galeones de la Carona, la prisión general, el destierro y la pena de muerte. Junto a estos castigos se acompañaban una serie de medidas tendentes a limitar las formas de producción y consumo gitana a las que se intentaban conducir hacia las formas hegemónicas o convencionales de ser y hacer. Entre estas medidas estaban la obligación de asentarse en un territorio, la prohibición de asentarse de manera colectiva, la prohibición de ejercer oficios que no fueran suficientes, o incluso permitírseles solo trabajar en las labores del campo. En definitiva se les impidió vagar y estar juntos.
Pero, ¿por qué este sadismo contra los gitanos? El sistema económico se mueve en términos de eficacia y no derrocha energías inútilmente. Si se esmera en la persecución de un determinado grupo social, en este caso de los gitanos, es porque su desaparición repercute directamente en el reforzamiento del sistema. El capitalismo, y esta fase de su desarrollo, el neoliberalismo, se basan en la individualidad, la competencia y la acumulación de riqueza. Se organiza a través de la sustracción sistemática y permanente de riquezas de dos tercios de la población mundial hacia una tercera. La producción de estas riquezas y su consumo es el motor de la economía. La inmensa mayoría de las personas solo pueden acceder a este consumo de los bienes básicos para la vida a través de la renta que obtiene trabajando por cuenta ajena. Para ello se impone una subjetividad universal donde el esfuerzo personal conlleva la prosperidad económica. En el capitalismo, el sistema que pregona la libertad individual, cualquiera puede llegar a ser rico si se esfuerza lo suficiente. La falacia de esta creencia consiste en que la acumulación de riquezas tiene un tope en el mismo límite físico del planeta. En un mundo finito no podemos acumular riquezas infinitas. Necesariamente la acumulación de una riqueza cada vez más inmensa en menos manos conlleva la desposesión de gran parte de la humanidad. La acumulación de riquezas genera cada vez más pobreza. El pueblo gitano ha desafiado históricamente esta falacia y ha ideado formas de vida donde la autogestión y la cooperación entre redes extensas les han permitido librarse de tener que trabajan por cuenta ajena a cambio de un salario. Si el orden económico se ha basado en la individualidad, la competencia y la acumulación, los gitanos han ideado formas de vida en base a la comunidad, la cooperación y la autogestión.
A rasgos generales, lo que la historia nos cuenta a través de sus leyes antigitanas, es la dificultad que tuvieron los represores durante siglos para conseguir que los gitanos y gitanas se creyeran que el esfuerzo personal otorgaba la riqueza y la prosperidad. Han optado por ocupaciones laborales que les permitieran control sobre la organización de su trabajo, así como cierta movilidad y flexibilidad. Formas de trabajos constantes pero no supeditadas a las rutinas de los horarios impuestos por la fábrica o la escuela. Una forma de organización económica donde han primado los mecanismos de solidaridad entre parientes y allegados de forma especialmente intensa, como forma de sostener un sistema que cubriera situaciones de fragilidad como la enfermedad y la muerte5.
La resistencia histórica del pueblo gitano a adaptarse al modelo capitalista de producción y consumo, que comenzó a perfilarse en el siglo XV y continúo mutando hasta la actualidad, es el motivo principal de su persecución y su exclusión. Esto, unido a una identidad étnica y cultural que quedaba fuera del modelo blanco-católico-europeo que la creación del Estado nación y las nuevas reglas del juego económico imponían, fue la diana de esta historia de represión y castigo.
Esta forma de castigar del poder económico y social no es exclusiva para el pueblo gitano. Todas las formas de vida que han puesto en entredicho el motor económico han sido perseguidas, castigadas y reducidas. A todo el que no hocica le pegan con la misma vara. La expulsión de los moriscos en pos del proyecto político-militar de España que haría posible la implantación del capitalismo en la península; el feminicidio masivo en la edad media europea contra comunidades de mujeres que albergaban una vasta sabiduría para la autogestión y reproducción de la vida, fuera del paradigma de consumo y producción capitalista; y las leyes contra anarquistas y comunistas durante los siglos XIX y XX. Todo encaminado a no tener disidentes en un sistema económico que se presenta totalitario y que no permite un afuera.
De aquellas lluvias vienen los charcos de hoy. En la actualidad una parte importante del pueblo gitano vive en una situación de exclusión social, es decir con imposibilidad de acceder a la vivienda, el empleo, la renta, la sanidad y la educación en condiciones de igualdad. Poca polémica origina esta descripción de la realidad. Donde no existe acuerdo es en las causas que producen esta situación. En el imaginario colectivo las causas de esta exclusión recaen fundamentalmente en los propios gitanos. Son ellos los que no quieren ni integrarse, ni abandonar sus arcaicos e incivilizados modos de vida, ni trabajar. El gitano como delincuente, incivilizado, o vago se repite una y otro vez en el imaginario colectivo. Los medios de comunicación siguen asociando la imagen de los gitanos principalmente a la delincuencia y seguida de su asociación con el folklore y las artes musicales. En los titulares de las noticias predominan las menciones al clan, la raza, los patriarcas, y las reyertas para seguir reforzando la asociación en el imaginario colectivo entre pueblo gitano y primitivismo. Si la noticia forma parte de la sección de sucesos y se habla de delitos o violencia lo común es que se resalte la etnia de los protagonistas, si esta es gitana, a pesar de que el código deontológico del periodismo reitera que no es relevante para la trasmisión de una información la pertenencia étnica de quien protagoniza la noticia. Los reality shows como Palabras de Gitano del grupo Mediaset España o la película Carmen y Lola de Arantxa Echeverría siguen y ahondan en la asociación de lo gitano con lo no desarrollado, lo arcaico, lo involucionado o lo primitivo desde un paradigma racionalista europeo que se erige como el más desarrollado y superior. Estas cuestiones no son anécdotas, el racismo antigitanos y la reproducción de estos discursos en lugar de aminorar aumentan cada año, gracias a las nuevas tecnologías y las redes sociales. El Fiscal General para Delitos de Odio ya alertaba en el año 2018 que la comisión de este tipo de delitos está en alza gracias a estas nuevas formas de producir información y que el colectivo LGTBI, la población gitana y la población inmigrante musulmana es el principal objetivo de este odio racista.
La situación de injusticia material que padece el pueblo gitano está justificada a través de un discurso social construido durante siglos. Una ideología antigitanista imperante en la sociedad. El antigitanismo es una forma específica de racismo, una ideología basada en la superioridad racial, una forma de deshumanización y de racismo institucional alimentado por una discriminación histórica, que se manifiesta, entre otras cosas, por la violencia, el discurso del miedo, la explotación y la discriminación en su forma más flagrante6.
Estas alertas no se quedan en un plano simbólico, el antigitanismo se materializa en los progromos y linchamientos contra gitanos y la persecución policial y parapolicial que sufre gran parte de la población romaní en toda Europa. La jugada del antigitanismo es perfecta, se coloca la responsabilidad de la exclusión en los propios hombros de las personas excluidas. El sistema económico genera pobreza estructural, una parte importante de la comunidad gitana en la actualidad forma parte de estas bolsas de pobreza. Con los discursos antigitanos se consigue que la situación se naturalice y existan causas externas a las propias reglas del juego económico que expliquen y justifiquen la situación. No es el capitalismo, son los gitanos.
Una vez contextualizado los motivos de la situación actual del pueblo gitano, se hace necesario proponer una salida. El primer debate a afrontar es si la lucha a priorizar es material, en pos del acceso a los bienes para una vida digna, o la lucha debe de ser simbólica en pos del reconocimiento que desmonte los discursos antigitanos. El famoso debate entre las luchas materiales o las luchas para el reconocimiento de la identidad es donde todas estamos últimamente obligadas a posicionarnos. En el planteamiento de este artículo considero esta cuestión una falsa dicotomía pues difícilmente pueden disociarse las reivindicaciones simbólicas de las materiales. Cuesta imaginarse una mejora de las condiciones materiales sin una tarea de deconstrucción del discurso que las justifica. Para que las injusticias materiales puedan existir necesitan un discurso compartido por amplias mayorías para que las ampare. Cualquier violencia opresora necesita una connivencia social para subsistir. La superación de la opresión de forma general y permanente sin duda pasa por la deconstrucción del discurso que la mantiene y la pérdida del apoyo social al mismo.
Cuesta imaginarse que las conquistas vinieran únicamente de la acción directa del pueblo gitano y sus escasos apoyos antirracistas. Es decir, es difícil imaginar el éxito de huelgas generales de consumo, ocupaciones de viviendas, u ocupaciones de puestos de trabajo protagonizadas por los gitanos en pos de la conquista de sus derechos materiales, con una opinión mayoritaria en contra que los culpa de su situación de pobreza. Sin duda, estas acciones tendrían que ir acompañadas de una estrategia discursiva que señalara las verdaderas causas de los padecimientos de la comunidad gitana más allá de la culpabilización que impera hoy. Si bien es cierto que estas luchas discursivas, encaminadas a señalar las razones reales de la exclusión, deben tener como principal objetivo la conquista de derechos materiales. Con solo los reconocimientos institucionales y la inclusión del elemento gitano en los libros de historia no se accede a la vivienda, la sanidad o la renta, aunque sin duda es el primer paso.
Pero verdaderamente la única salida a esta cuestión no puede recaer en los hombros de la comunidad gitana. Cada vez más voces señalan que el problema gitano no existe y que debería denominarse el problema payo. La cuestión gitana no se puede entender ni resolver sin entender el racismo institucional que el orden socioeconómico a escala mundial necesita para subsistir. El racismo no es una intolerancia individual hacia el que es indiferente. El racismo no consiste en que a alguien no le guste tener vecinas nigerianas o compañeros de trabajo gitanos. El racismo es un sistema de ordenación de la riqueza en el mundo que pone valor a las vidas y al trabajo de las personas según el cuerpo y el territorio que habita. Para ello se instaura un modelo hegemónico de cuerpo, el blanco, y un territorio privilegiado para habitar, occidente. Las personas que no son blancas o no habitan occidente están en un escalón inferior de humanidad, su trabajo vale menos y su acceso a los recursos y los bienes básicos para la vida es más limitado. A medida que nos alejamos más del ideal se va ocupando una escala inferior de humanidad. El paradigma blanco no es solamente un color de piel, es un territorio y una cultura fundamentalmente católica. Así una persona blanca de piel que es musulmana o vive en un país no occidental no se percibe como blanca. Igualmente alguien que habita occidente pero no es blanco tampoco se percibe como una persona blanca, por ejemplo el caso de los gitanos en el territorio europeo. Esto es el racismo y está intrínsecamente ligado a un orden económico en el mundo que decide quién produce, quién consume, hacia dónde se acumulan las riquezas, y qué territorios y personas son despojados en base a un único patrón de medir, la hegemonía blanca.
A lo largo del tiempo y el espacio ha podido existir rechazo o intolerancia de personas no-blancas entre sí pero esto no puede ser llamado racismo, al menos no bajo el mismo concepto. El racismo es la supremacía de una sola identidad racial, la blanca, que se impone en cada rincón del mundo sobre absolutamente todas las otras etnias. El rechazo de los no-blancos a los blancos no puede ser considerado racismo en estos términos.
Junto a esta hegemonía racial blanca se impone un único sistema de ser, pensar y actuar que se considerada más desarrollado y superior y hacia el que deben caminar el resto de grupos sociales. El racismo contra los gitanos, su persecución histórica, y su continua estigmatización no puede disociarse de este racismo institucional. Cuando decimos que el racismo es institucional significa que no es una opción personal a la que una gente opta y otras no, significa que existen poderes económicos, administrativos y políticos que perpetuán las desigualdades a partir de la condición étnica. Este racismo institucional es el que explica que en determinados barrios donde viven principalmente población gitana e inmigrante existan menos recursos públicos, el servicio de autobuses sea menos eficaz y la limpieza municipal se realice de forma más esporádica, por ejemplo. El racismo, al igual que el patriarcado que coloca a las mujeres, su trabajo y sus vidas en un escalón inferior de humanidad, es un factor de ordenación del mundo intrínsecamente ligado al capitalismo. El cruce de estos dispositivos de ordenación de las riquezas en el mundo es lo que explica que allí donde miremos los peores trabajos siempre lo realicen mujeres y de entre estas las que más se alejan del ideal blanco.
Urge una salida a esta sinrazón y a estas reglas del juego antivida. El antigitanismo no es solo cosa de los gitanos, la sociedad mayoritaria al completo debe implicarse en subvertir estas reglas del juego que son las mismas que deshumanizan a dos terceras partes de la humanidad. El cómo hacerlo sigue sin estar plasmado de manera infalible, pero mientras llegamos allí nos quedan las pistas que nos ha dejado la resistencia histórica del pueblo gitano al modelo imperante de trabajo-consumo gracias a sus particulares estrategias de cooperación y apoyo mutuo.
Notas bibliográficas
- Canción «Gitano de Temporá». Disco Gerundina. Raimundo Amador/Carlos Lencero, 1995. ↩︎
- GÓMEZ ALFARO, ANTONIO: Escritos sobre gitanos, Editorial Libros Tobal, Valencia, 2010, p. 555. ↩︎
- FRASER, ANGUS: Los Gitanos, Ariel, Barcelona, 2005. ↩︎
- Pragmática de Medina del Campo firmada por los Reyes Católicos, 1499. Leyes antigitanas. ↩︎
- GAMELLA MORA, JUAN FRANCISCO: «Oficios gitanos tradicionales en Andalucía (1837-1959)». Revista A Fondo. Pensamiento y Cultura Gitana, num 32-33, 2006, pp.64-73. ↩︎
- Recomendación de Política General Nº 13 de la ECRI (Comisión Europea contra el racismo y la intolerancia), sobre la lucha contra el antigitanismo y las discriminaciones contra los romaníes/gitanos. ↩︎