EDITORIAL
Como compañera de ruta de este número solo puedo leer recurriendo a lo que ya he leído, solo puedo ver con lo que ya he visto, mediante la evocación, que lleva a la equivocación. Escribir sobre este número de Concreta de memoria, por resonancia, y no siguiendo un razonamiento, sino escribir por asociación. Seguir, pues, el hilo tendido por proximidades y alejamientos. Y tal vez señalar así las ficciones que necesita el artista, el autor, la autora, «para poder decir yo» como analiza Vicente Ponce.
Las palabras dicen, las palabras describen, las palabras son, representan, hasta el punto que los intérpretes de la obra de Manuel Pelmuș y Alexandra Pirici dicen «Collage, Robert Rauschenberg, 1964» y él o ella «es» el collage. ¿Es acaso como «el que lo dice lo es», como un juego de niños? Ese anuncio, esa representación, se superpone a tal imagen o a tal recuerdo. «Los cuadros no mostraban, aludían». «No, los cuadros no aludían, mostraban», repite, duda, el coleccionista de Hipótesis del cuadro robado, film de Raoul Ruiz de 1978 que recorre una exposición de cuadros vivos. «Mostraban la ceremonia», dice. Ceremonia oculta en el film, ritual de lo que constituye aquí el espacio del arte. Los cuadros vivos de An Immaterial Retrospective of the Venice Biennale no representan cuadros, pero aluden a obras, a acontecimientos. Aquí las palabras dicen, los cuerpos recuerdan, sustituyen el recuerdo. Para hacerlo, Alexandra Pirici y Manuel Pelmuș han indagado en los archivos, en las memorias.
Me acuerdo, o, más bien, recuerdo las imágenes que he visto, que he tomado y que hoy traigo a la memoria mediante las palabras. Bordeamos, bordamos con palabras las representaciones, las imágenes, los recuerdos. Debemos tener cuidado de no encerrarlas, de no ordenarlas en clasificaciones, mediante juicios. La representación es un modo de resistencia, pero también un modo de violencia. La representación secuestra el yo, el otro. Los ejemplos, los artículos aquí reunidos, nos invitan a volver al estilo, al matiz, a lo particular, a la individuación. La individuación no es el individualismo, sino un proceso, una fragilidad de un momento de cristalización de las experiencias. Proponen el matiz frente a la arrogancia, frente a la división simplista, frente a los extremos que no reportan nada y niegan el deseo del otro mediante la dominación, la intimidación, el dogma.
El matiz, el desvío, es lo que aquí tejen los autores, las autoras: Joaquín Vázquez y Mar Villaespesa recuerdan la inconmensurabilidad de las experiencias, que no puede reducirse a una única temporalidad, a una única forma institucional. Kobena Mercer celebra la diversidad, la complejidad, las contaminaciones de los mundos, de los estilos. Hasta las imágenes coloniales que pueden ser repuestas para ser depuestas, según las artistas que acompañan el artículo de Hasan G. López Sanz. Las imágenes sustituyen la memoria, son la memoria, mienten como la memoria y, sin embargo, pueden restablecer un matiz de verdad. El arte crea historias separando, marcando objetos, imágenes, señala esto o aquello como arte. Los museos y los libros contienen historias. Isidoro Valcarcél Medina y Joan Fontcuberta, uno mediante palabras escritas o enunciadas, el otro mediante imágenes, hacen historias o, más bien, como diría Duras, toda una novela… «La historia de mi vida, de tu vida, no existe, en todo caso es lexicología. La novela de mi vida, de nuestras vidas, sí, pero no la historia.(…). Nada es verdad en lo real. Nada»1.
El archivo —otra memoria— solo se construye con fragmentos y, sobre todo, no existe más que cuando se ligan sus documentos, cuando se lee. La lectura del archivo es como un guante que podría convertirse en puño según quién domine la trasmisión del pasado, según quién domine la imaginación de lo que pueda ser el futuro. La exposición 1813. Asedio, incendio y reconstrucción de San Sebastián, vista por Philippe Artières, rompe el relato lineal y exige una suspensión del tiempo, del dominio del tiempo y de los saberes, para emprender la vía, la voz, sin jerarquía, de todos los documentos que nuestra historia genera: fotos anónimas, recortes de periódico, grabados, cuadros…
Volvamos un momento a Jean-Luc Nancy, citado por Florencia Garramuño, o a Hélio Oiticica, en el mismo artículo, volvamos al espacio entre, entre los seres y los objetos, ese espacio, intersticio sensible, sensual, entre las imágenes «propias» y «robadas» de la incursión de Imma Jansana. Ese vínculo, ese espacio entre las historias y el mundo «real», afecta a nuestro «mundo físico» como señala Bárbara Rodríguez Muñoz, un imaginario holístico y mágico del que toma prestado la práctica de Bonnie Camplin.
¿El entre es acaso lo que recuerdo de cuanto he visto y leído, y cuyo puente tejen las palabras que digo o escribo? Las espectadoras de las performances de Verónica Francés están frente al ordenador y han visto, ellas solas, y son instigadas a responder mediante objetos, fotografías o textos. ¿Podríamos imaginar no hacer nada, no decir nada? Sí, ¿pero dónde estaría el arte, la prueba del arte, de la existencia? Hay que decir, hay que mostrar para crear lo real. Mostrar, desmontar, remontar, cada día, como hace Lúa Coderch en La Montaña mágica, para hacer un presente, ahí, un presente grabado en la foto, sacar la foto donde sabemos que ya existe, porque está dicho, señalado, «mirado», porque ahí es donde se encuentra el recuerdo, ahí, en tu presente.
Notas bibliográficas
- DURAS, MARGUERITE: Conversaciones trasmitidas por Frédérique Lebelley, en Duras ou le poids d’une plume, Biographie, Grasset, París, 1994, p. 10. ↩︎