EDITORIAL
Une rider se ha bajado de la bici para unirse a un piquete, una científica ha abandonado los electrodos para hablar con sus sujetos de estudio, un pájaro ha reaprendido a volar con un dron, un equipo curatorial ha quedado perplejo por las categorías de audiencia heredadas, un grupo de ecologistas ha reconsiderado las deudas del territorio que defienden, un erizo ha compartido su duelo transespecies: todes atravesando de un modo u otro un proceso simultáneo pero diferenciado de rechazo y afirmación en mitad de un entramado infraestructural ingente de captura de datos. Basándonos en estas historias proponemos que las artefactualidades de mediación técnica han sido y son agentes activos en las composiciones ontoepistémicas del presente, y de la presencia. Así, esas artefactualidades son composiciones complejas de semióticas y materialidades que claramente proveen de controversias y daños; pero también de potencias regenerativas, genealogías otras y latencias sorpresa para entender modos relacionales porque, como afirma Ruth Wilson Gilmore: «la abolición tiene que ver con la presencia, no con la ausencia. Tiene que ver con construir instituciones que afirmen la vida».
Esta operación editorial se constituye como una zona de manufactura y circulación de preguntas y maniobras logi(sti)cas específicas ante los regímenes extractivistas de captura y control de datos, cuerpos y materias, que afianzan y acentúan categorías de análisis muy poco oportunas para habitar de otro modo la complejidad de lo que hay o podría haber en caso de organizarnos de maneras radicalmente distintas. Hemos querido enunciar coralmente nuestra voluntad de cuidar de espacio-tiempos de estudio, resistencia o abolición de ciertas culturas de la métrica y métricas de la cultura, que sean transversales y basados en la porosidad, la curiosidad y la temporalidad pausada que las situaciones de urgencia y crisis sin embargo requieren.
Las contribuciones aquí recogidas han surgido de las praxis de investigadores vinculades al comisariado, la documentación, etnografía, microfenomenología o la militancia explícita. La composición activa de la presencia está tratada así desde una perspectiva múltiple e inestable, a través de prácticas que no necesariamente se colocan en coherencia. No obstante, nos aventuramos a proponer algunas trayectorias de lectura, sin forzar a una alineación y sin pretender tampoco conciliar diferencias.
La primera se imanta en torno a la pregunta por la presencia en la redefinición de los modos de habitar los significados de colectividad, lucha, gobernanza, atención, encuentro, acceso, eficiencia, legitimidad o participación. Los lenguajes que atestiguan la naturaleza disparatada de las infraestructuras de datificación, su compartimentalización y los ocultamientos resultantes. En una conversación, Andrew Dewdney, Katrina Sluis y Victoria Walsh discuten la importancia creciente de las analíticas de visitas en museos y cómo les trabajadores culturales luchan por hacer sentido con categorías introducidas por expertos. Jose Iglesias García-Arenal reflexiona acerca de la redefinición de la vida en el planeta NextGeneration cuando se ofrece como un servicio y de forma eficiente segmenta, tokeniza y sacrifica las tupidas e insondables interacciones que de hecho han supuesto lo que implican los tirabuzones de la vida misma en un territorio.
Otra circula a partir de la pregunta por los recortes y aplanamientos de la experiencia política y estética proveídos por el paradigma solucionista computacional. Al presentar el Partido Político Sintético, operado por una IA, Asker Bryld Staunæs se ha implicado con las figuras de les no-participantes en un proceso electoral; y en su análisis del trabajo de reparto, Júlia Nueno Guitart ha estudiado las tensiones entre la experiencia vivida de les riders y la lógica algorítmica de la plataforma que les gestiona. Aquí observamos intentos de convocar a la detección de lo que ha sido extraído o borrado de la experiencia en un sentido espeso: lo cancelado, sesgado, escondido como parte del proceso mismo de cuantificación y medición. De manera crucial, esta pregunta activa otra: ¿cómo llevar a cabo prácticas de remediación ante las consecuencias de esos aplanamientos, sin invisibilizarlos? Por ejemplo, como Katrin Heimann y Maxime Le Calvé nos han invitado a considerar, la escucha radical puede facilitar espacio de alteración científica con respecto a la otredad: y por medio del meticuloso diagramado de la infraestructura de un pájaro mi gratorio, Felix Stadler, Gordan Savičić y Vladan Joler han explicitado entramados naturoculturales y revisado condiciones de interdependencia.
Algunas implicaciones de la supremacía de los monocultivos infraestructurales contemporáneos se pueden leer en una tercera trayectoria que cataliza por un lado la evidencia de nuestra propia complicidad en los sistemas de captura rampantes, y por otro los procesos de liberación de estos por medio de solidaridades elásticas y creativas. Sin duda, el borrado y la sobreexposición mortífera ocurren en distintas intensidades y afectan de forma desigual a modos de existencia a lo largo de las líneas de privilegio y opresión trazadas por la sistematización propia de genocidios, ecocidios, epistemicidios y cybercidios. Miriyam Aouragh ha registrado la implementación de internet en Palestina. Romi Ron Morrison ha ofrecido tácticas desde la genealogía de codificación para el apoyo mutuo: frente a la típica computación racista de la posilustración residual, una computación negra fugitiva. Al mismo tiempo, el sistema provee de todo un espectro de intensidades para conservar complicidades implícitas y procesos de ágil asimilación: Abelardo Gil-Fournier y Alfredo Puente han activado una conversación acerca de las tierras y atmósferas más ordinarias, más acá de la abstracción de lo planetario; y Cassandra Troyan ha articulado un poemario en torno al urgente desmontaje de toda una episteme computacional antropocéntrica y asesina demasiado predecible: nubes sobre nubes sobre nubes.
Nos preocupan las rigideces de las figuraciones en un clima relacional que parece necesitar ya cuidados paliativos. Pero nos negamos a ofrecer(le) respuestas al régimen y hemos optado por compartir experiencias de fuga de los códigos de la Modernidad capitalista y patriarcocolonial. Los materiales a continuación ofrecen espacios de negociación y actualización de coconstituciones y articulaciones sistemáticas. Hemos intentado reenmarcar la presencia como un eje de lucha por la justicia tecnosocial, invitando a conectar con otras energías en la difícil tarea colectiva de sostener estructuras vitalistas y abiertas a la intemperie de todo lo que late.