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EDITORIAL
Concreta 19, Tiempo profundo, Bárbara Rodríguez Muñoz

Concreta 19 (primavera 2022) despliega una renovada alfabetización del tiempo y conjura sobre subsecuentes cambios epistémicos al resituarnos en la cadena a la que siempre pertenecimos: tiempo profundo, tiempo oscuro, tiempo crip, tiempo vegetal, tiempo cíclico. Cómo se articula dicho tiempo profundo en las practicas artísticas, curatoriales, filosóficas contemporáneas es aquello a lo que atiende este número. Cuenta con la edición de Bárbara Rodríguez Muñoz y la colaboración de Catherine Malabou, Petra Feriancová, Grace L. Dillon, Laura Vallés Vílchez, Maria Ptqk, Irene Kopelman, Sop, Miguel Ángel Martínez, Tavia Nyong’o, Institute for Postnatural Studies, Jorge Van den Eynde, Kim Hyesoon, Rachel Pimm y Graham Cunnington.
Comisaria e investigadora. Desde 2021 es directora de exposiciones y de…

EDITORIAL

Anclamos los pies en la roca, nos conectamos con una estructura dinámica de capas de tierra, minerales y vastos ecosistemas ocultos de microorganismos. Extendemos nuestra mano hasta posarla sobre la corteza de una secuoya, sobre cada delineación concéntrica de este tronco milenario, testigo de extinciones, imperios, cambios topográficos y ambientales. Cerramos los ojos para medir el espacio infinito entre nuestra mirada y los párpados, detectando la luz que nos sincroniza con los ritmos circadianos.

La materialidad y vitalidad de los seres que nos rodean, los cambios genéticos y culturales que han modulado nuestros cuerpos y nuestra consciencia son evidencia de la historia profunda que compartimos con todo tipo de organismos. Plantas, montañas, océanos, el cosmos, cuerpos humanos y no humanos, coexistimos en un inmenso arco de tiempo que desborda nuestra cognición. Este rico enredo multigeneracional y multitemporal ha sido, en muchas culturas, simplificado por un tiempo lineal, antropocéntrico y registrado que impone el ritmo a la historia de la humanidad, alienándonos de otras formas de vida y de nuestros propios procesos fisiológicos y cognitivos. ¿Cómo se articula el tiempo profundo en las practicas artísticas, curatoriales, filosóficas contemporáneas? ¿De qué maneras puede movilizar nuestras narrativas, subjetividades y las relaciones con el mundo que nos rodea?

Tiempo profundo. Tiempo oscuro. Tiempo crip. Tiempo vegetal. Tiempo cíclico. Los textos e imágenes en Concreta 19 despliegan una renovada alfabetización del tiempo y conjuran sobre subsecuentes cambios epistémicos al resituarnos en la cadena a la que siempre pertenecimos. Las líneas de investigación que presentamos se centran en temáticas que durante los últimos años he activado a través de mi práctica curatorial —en cercana complicidad con artistas— en torno a las políticas de la salud y la ecología, y que Concreta también ha abordado en anteriores ediciones, así como en su programa «Tomando la temperatura». A partir del pensamiento de Catherine Malabou sobre la consciencia del Antropoceno, el resto de las propuestas articulan tensiones, rupturas e infinitas posibilidades que son relevadas cuando la subjetividad humana «se ve geologizada», es decir, cuando nos comprendemos, por una parte, como seres con capacidad de reflexión y responsabilidad y, por otra, como un poder neutral, sin intencionalidad, «reducido a átomos».

Este cambio de mentalidad que supone el Antropoceno es consecutivamente cuestionado como una idea colonial en el ensayo de Tavia Nyong’o sobre «las actuaciones anarqueológicas» de Kara Walker y Regina José Galindo. En la misma línea, el análisis de Maria Ptqk del texto de la geóloga Kathryn Yusoff, Billion Black Anthropocenes or None (2018), plantea una crítica del extractivismo más allá de la destrucción de los ecosistemas, sin obviar su matriz racial, a saber, vinculando los cuerpos violentamente implicados en estos procesos, que pasan a formar parte de las categorías materiales para su explotación: minerales, vegetales, animales o «inhumanos».

Sonidos granulares, guijarros impactando, geología que suda y llora: en el espacio sonoro de Rachel Pimm y Graham Cunnington (online, recomendamos auriculares y alto volumen), percibimos las partículas de átomos y piedras que confirman el paisaje posantropocéntrico en Orford Ness, según las ruinas militares son reclamadas por la naturaleza. Con sus versos, Kim Hyesoon estira el tiempo, ralentiza nuestra vinculación con la lectura de estas páginas: «La historia más larga del mundo es una historia-como-océano que Shiva contó a su mujer. Con 700.000 palabras. Dicen que te lleva 500 días escucharla sin comer o dormir».

«Los árboles entienden el tiempo crip. Mi familia, quiero reducir la velocidad a su ritmo. El tiempo humano es demasiado rápido para mí. Te escojo a ti», murmura Sop al bosque desde la guarida que ha construido en un cementerio urbano cercano a su piso, en el sur de Londres. Esta relación íntima con la temporalidad vegetal, desde la experiencia de la enfermedad crónica resuena con los «presentes densos» de Miguel Ángel Martínez, para quien la experimentación de un tiempo más que humano se puede comprender a través de la vulnerabilidad que conlleva la enfermedad y la cercanía a la muerte, la cual hace visible y tangible los vínculos que nos unen con otras formas de vida. La conversación coral de los integrantes del Institute for Postnatural Studies expande estas percepciones para acercarnos a una multitemporalidad no antropocéntrica (de una piedra, una planta o un microbio) y así empezar a difuminar el binomio cultura/naturaleza.

Abrazar, tanto intelectual como somáticamente, la responsabilidad que supone existir en un tiempo profundo supone un inmenso salto conceptual, como explica la artista Irene Kopelman en una serie de reflexiones en curso que surgen a través de colaboraciones con científicos y geólogos. Se trata de un incierto ejercicio de reconceptualización que puede acabar paralizándonos, o disolviéndonos. Aquí, el conocimiento que Laura Vallés Vílchez y yo tuvimos el honor de absorber durante nuestra conversación con la teórica cultural Grace L. Dillon, conlleva una ligereza y fluidez que desearíamos integrar en nuestra comprensión de las conexiones multitemporales que circulan en espiral a través del tiempo y del espacio. «Kobade es la expresión que utilizamos para sugerir un abrazo (a nivel profundo) entre generaciones […]. Nuestra idea de “siete generaciones” es la de la responsabilidad de ser siempre dinámicos, siempre cambiantes, siempre conectados. […] tenemos una responsabilidad mutua en cada generación». Como el bosque extinguido, petrificado en fósiles, que presenta Petra Feriancová —un recuerdo de coexistencia de múltiples especies «que ya no está»—, el tiempo profundo nos ofrece un espacio intermedio de experiencia entre lo biológico, lo histórico y lo geológico, desconcertantemente más allá de nuestras existencias. Las posturas, sonidos, historias, versos e imágenes que siguen apuntan a renovadas y ancestrales maneras de habitar este espacio.

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