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CONTEXTO
La rebelión de los intervalos, Marina Garcés

Marina Garcés plantea un espacio social definido por los vínculos entre cuerpos implicados, superando la ficción del espacio abstracto y el sujeto representativo propios de la modernidad.
Filósofa. Trabaja como profesora de filosofía en la Universidad de…

CONTEXTO

«…han estat educats diferentment i no saben coordinar llurs espasmes»1.

Carles HaC Mor

Nos hemos quedado sin página en blanco. Sin futuro. Sin posibilidad de escribir y de escribirnos de nuevo. Se ha cancelado, saturado, emborronado el espacio de la creación y de la proyección, el horizonte despejado en el que construir libremente un mundo otro. Este parece ser, desde hace tiempo, el diagnóstico que nos sitúa en el margen liminal de una modernidad que no termina de agotarse pero que ya no nos ofrece un lugar por recorrer ni en el espacio ni en el tiempo. Un amigo, profesor de creación audiovisual, me comentaba recientemente que sus estudiantes ya no sabían partir de la página en blanco del cuaderno, sino que basaban sus ideas y proyectos en las posibilidades que les ofrecía el menú de edición de vídeo. Las opciones de edición del menú eran, según su experiencia, las que guiaban y daban forma a sus ideas, historias, deseos e imaginarios. La imagen es potente: expresa la situación de nuestras mentes y vidas colonizadas en las prisiones de lo posible. Frente a ello, la cuestión es, ¿cómo romper el cerco de lo posible que satura el espacio de nuestra acción y de nuestros imaginarios? ¿Necesitamos, para ello, invocar de nuevo el poder de la página en blanco como lugar común desde donde reconstruir nuestra libertad creativa y política? La tentación nostálgica acecha y precisa de una aproximación crítica. Este es, precisamente, el propósito de estas páginas. Como desarrolló Michel de Certeau en La invención de lo cotidiano, la escritura es un mito de la modernidad que más que restaurado, precisa ser superado. ¿En qué términos podemos pensar este desbordamiento tanto de la página en blanco como de sus distintas formas de captura?

Sin relieve y sin sombra

La página en blanco es un espacio delimitado, sin relieve y sin sombra. Es el espacio de la escritura. Ya sea para la letra o para el trazo, la página en blanco dispone un eje de coordenadas ficticio que acoge lo que está por hacer, lo que está por decir, lo que está por construir. Dice Michel de Certeau en su análisis de los modos de hacer, que escribir es la práctica mítica moderna que consiste en producir texto y producir la sociedad como texto. Más concretamente: escribir es «la actividad concreta que consiste en construir, desde un espacio propio, un texto que tiene poder sobre la exterioridad de la que se halla aislado»2.

Esta práctica mítica de la modernidad se organiza en torno a tres elementos inseparables: la página en blanco, el texto y su exterioridad. En esta triple relación, la página en blanco es el lugar de producción del sujeto y para el sujeto. Surgida de una operación de separación, la página en blanco desencanta las ambigüedades del mundo e instituye un lugar de dominio del sujeto-escribidor sobre su texto y sobre la realidad exterior sobre la que este texto se proyecta. Así, la página en blanco es el imaginario moderno de una libertad que se hace posible arrasando la realidad del mundo de sus pliegues, de sus relieves, de sus sombras y de sus vínculos. La página en blanco es la matriz de la creatividad artística, política y social, pero también lo es, inseparablemente, del productivismo capitalista y sus formas de explotación del mundo. De la revolución a la colonización, la ambivalencia de la modernidad y sus antagonismos se articulan desde una misma relación con la realidad: borrarla para escribirla de nuevo. La virtud estaba en los libros de los filósofos, nosotros la hemos puesto en el gobierno de las naciones… Dicen que son palabras de Robespierre. La revolución primero se escribe, después se hace. Es el proyecto escritural, al nivel de una sociedad entera, que se constituye como página en blanco respecto al pasado para escribirse a sí misma. La modernidad revolucionaria hace la historia fabricando lenguajes, como la modernidad colonial redibuja el mundo fabricando nuevos mapas.

Marina Garcés plantea un espacio social definido por los vínculos entre cuerpos implicados, superando la ficción del espacio abstracto y el sujeto representativo propios de la modernidad.

El fin de la modernidad tiene que ver con la cancelación de la posibilidad de volver a escribirnos de cero, a nosotros y al mundo, porque el mundo y nuestras mentes han sido completamente colonizados. Pero quizá, tras el análisis que aporta la lectura de Michel de Certeau, podemos aventurar también que el fin de la modernidad tiene otro sentido: el desbordamiento de la página en blanco y la crisis del sujeto moderno como ficción de dominio y de control sobre la propia actividad de representación y de transformación del mundo. ¿Y si hemos perdido la página en blanco, también, porque hemos escapado de ella para reencontrar el mundo?

Políticas del inacabamiento

Esta era una de las hipótesis que guiaba mi libro Un mundo común3. En él, exploraba los contornos de una escritura capaz de reabrir los márgenes de la página saturada a partir del compromiso de un cuerpo involucrado en una realidad compartida. Lejos de la soberanía ficcional de la página en blanco, que como hemos visto ha dominado todo el imaginario político moderno, pensarnos desde un mundo común nos obliga a reaprender a ver el mundo en sus relieves, imbricaciones e inacabamientos. Puesto que el punto de partida ya no es el de una conciencia distanciada, sino el de un cuerpo implicado, desde ahí, no hay posibilidad de hacer tabula rasa ni de delimitar con precisión de tiralíneas un eje de coordenadas para la representación y para la acción.

La frontalidad de la mirada es destronada y el poder de la visión es transformado. La frontalidad se abre a su periferia. La visión se descubre, así, en situación, rodeada, expuesta. Incapaz de controlar su campo visual, puede sin embargo acercarse tentativamente a su territorio. El ojo es continuación del tacto, como se ha argumentado tantas veces. Es una potencia de la distancia, pero también de la proximidad, capaz de explorar lo inacabado del mundo. Por eso se abre ahí también una posibilidad de transformación, que no es la de la construcción desde cero, sino la del inacabamiento. Inacabar el mundo es desaturar la página emborronada, decodificar identidades y representaciones desde la práctica de una crítica encarnada por la que el sujeto despierta en los vínculos, según la expresión de Merleau-Ponty. Los vínculos no son solo sociales, políticos o interhumanos. Los vínculos son el conjunto abierto de relaciones que nos sitúan en un espacio que no es solo un receptáculo vacío, sino un lugar.

Los vínculos son las distancias y las proximidades respecto a los objetos, los alimentos o los utensilios que necesitamos. Los vínculos son, también, la animalidad que nos acecha y nos atraviesa. Los vínculos son, en definitiva, la textura de un espacio que no puede ser abstracto, porque es la trama de la vida en toda su materialidad y expresión. Desde ahí, no hay página en blanco pero tampoco mera colonización simbólica del espacio de lo posible. Lo que hay es relación, haciéndose y deshaciéndose, componiéndose y descomponiéndose.

La estética de la representación y de la acción transformadora, así como la política de la revolución que primero se escribe para después realizarse, se desplaza entonces a una estética y una política que podríamos llamar de la atención. En lo inacabado, la pregunta que se impone no es cuál es la mejor representación para la mejor acción, sino a qué atender y cómo sostener la atención. Donde las coordenadas pierden su definición y la visión se vuelve periférica, no siempre atendemos a lo que necesitamos ver. Quizá haga falta girar la cabeza, o el cuerpo entero. O quizá incluso deberemos atender a lo que nunca podremos ver y representarnos del todo. La pregunta por la atención abre un campo de reciprocidad paradójicamente activo y pasivo a la vez: hay que prestar atención a lo que a su vez pide ser atendido. Por eso, más que la acción constructiva, de matriz escritural, se hace necesario desarrollar un nuevo —o muy antiguo— sentido del trato. Antes de la pregunta ¿qué hacer?, se abre bajo nuestros pies y entre nuestras manos, ¿cómo tratar la realidad? ¿cómo tratar a los otros y entre nosotros? La pregunta por el trato pone lo ya escrito, lo ya hecho o lo ya existente bajo otra luz y, por tanto, le da la potencia de proyectar otras sombras.

Pero entonces, desde la implicación en la trama inacabada de lo real, la pregunta que se abre es:¿cómo se abre ahí la distancia crítica? ¿cómo se conquistan espacios en blanco cuando ya no se dispone de la página en blanco ni se pretende recuperar como matriz de una subjetividad emancipada?

La potencia rítmica de los intervalos

La idea de página en blanco se corresponde con una concepción geométrica del espacio, entendido como medio vacío disponible, como contenedor abstracto de cuerpos u objetos. Esta concepción geométrica del espacio vacío ha sido criticada a lo largo de la historia desde distintos frentes estéticos y científicos, crítica que se ha agudizado filosóficamente en el transcurso del siglo XX. Merleau- Ponty ya propuso un desplazamiento importante en Fenomenología de la percepción (1945), cuando analizaba el espacio como siendo del cuerpo, y no como aquello en lo que el cuerpo está. Unas décadas más tarde, Henri Lefebvre retomó esta crítica del espacio y desarrolló sus consecuencias sociales en una sistemática teoría espacial que se presenta en el conocido libro La producción del espacio (1974). la una a la otra. La primera es que «el espacio (social) es un producto (social)»4. Por tanto, que antes de la producción de cualquier texto, imagen o representación, el espacio mismo es producido socialmente y según maneras socialmente cambiantes y determinadas.Como especifica Lefebvre, esta producción del espacio como espacio social depende de prácticas espaciales (espacio percibido), representaciones del espacio (espacio planificado) y de espacios de representación (espacio vivido). La segunda tesis es que «cada cuerpo vivo es un espacio y tiene un espacio»5. La importancia de esta segunda afirmación es que evita la tentación de entender la producción del espacio como una mera creación de la mente o de la conciencia. Lefebvre no está argumentando que los humanos, a lo largo de la historia, hayamos concebido el espacio de maneras distintas. Dice algo mucho más radical, porque no habla de representaciones del espacio, sino de la existencia misma del espacio como relación y no como contenedor de los cuerpos. Quien produce el espacio es el cuerpo, desde una doble relación por la que produce y es a su vez producido. Por eso, según afirma Lefebvre con contundencia, la historia del espacio implica una historia del cuerpo.

De ahí se desprenden una serie de consecuencias que alteran profundamente la concepción del espacio contenedor o de la página en blanco. En primer lugar, el cuerpo tiene una inteligencia que, sin separar el espacio y el tiempo, une lo cíclico y lo lineal en un ritmo creativo que se inscribe dentro y fuera de sí mismo. En este sentido, el cuerpo es un conjunto de intervalos espacio-temporales en relación dinámica consigo mismo y con otros cuerpos. Por eso, si el cuerpo es quien produce el espacio, «la teoría del espacio describe texturas […], espacios blancos (el contraste entre una ausencia y una presencia), márgenes y, de ahí, redes y tramas tienen un sentido vivido que debe ser alzado —sin alterarlo— hasta un nivel conceptual»6. Como recoge la noción japonesa MA, el espacio no es un vacío disponible sino un espacio-tiempo relacional, un intervalo que emerge en una relación entre presencia y ausencia. En palabras de un filósofo budista que el mismo Lefebvre recoge en su volumen: «El espacio no está jamás vacío: siempre posee una significación. La percepción de los intervalos pone en juego todo nuestro cuerpo»7. El segundo argumento que Lefebvre presenta, a partir de aquí, es que la historia del espacio social ha sido la del desarrollo del espacio natural o absoluto (inmediato) como espacio abstracto (mercantil y mediatizado). Introduciendo en este punto una variable histórica, Lefebvre presenta el espacio abstracto, el vacío disponible, como el resultado del dominio de las cosas-signo y sus relaciones formales. El espacio mercantil disponible es un espacio formal y cuantitativo que niega las diferencias. Es una abstracción dotada de un terrible poder de restricción de lo vivido.

¿Cuál es, frente a ello, nuestra encrucijada actual? Dice Lefebvre en un tercer hilo de cuestiones: «Contra los signos del no-cuerpo, los signos del cuerpo se yerguen. La historia del cuerpo en la fase final de la cultura de occidente es la de sus rebeliones […] El cuerpo carnal se subleva y no se trata de una vuelta a lo arcaico o de una llamada a lo antropológico, se trata de ‘nuestro’ cuerpo actual. Nuestro cuerpo desdeñado, absorbido, hecho añicos por la imagen. O mejor dicho, omitido. No es una rebelión política […] es una sublevación elemental y mundial»8. Para Lefebvre, por tanto, si la historia del espacio implica una historia del cuerpo, «una reapropiación del cuerpo ligada a una reapropiación del espacio forma parte integrante de todo proyecto revolucionario hoy en día»9.

La revolución como página en blanco de una sociedad que pretende escribirse absolutamente a sí misma ha cambiado así de sentido. Ya no hay tabula rasa, sino reapropiación. Y ya no hay espacio liso, sino la trama de los intervalos corporales, rítmicamente entrelazados en el espacio y en el tiempo. Ahora la trama ya no solo es redescubrimiento del vínculo, sino también una posibilidad nueva de percepción y de producción de la distancia. En este sentido, la distancia no es la ficción de la libertad absoluta de un sujeto que arrasa el mundo desde el púlpito, ni desde su libreta, cámara o pantalla digital. La distancia de los intervalos y su articulación es la condición para «producir el espacio de la especie humana como obra colectiva, el espacio planetario como soporte social de una vida cotidiana transformada, abierta a las múltiples posibilidades»10. Hacer un mundo común, por tanto, no pasa solo por despertar en los vínculos, sino por la rebelión de los intervalos. La conquista del espacio en blanco no pasa, así, por la conquista de un horizonte vacío por escribir, sino por la repropiación de unos cuerpos capaces de reconfigurar el espacio y el tiempo de las presencias y de las ausencias, contra los vacíos y los llenos del espacio abstracto y explotado del capital.

Presintiendo las plazas

Lo que desde 2011 hemos conocido como ocupaciones de las plazas es la concreción másconsistente y aún latente de esta propuestade política espacio-temporal que acabamos de analizar, leyendo a Lefebvre desde el problema de la saturación del mundo común, como espacio planetario y soporte social de la especie humana y susposibilidades de vida.

Las plazas que en distintas ciudades del mundo están siendo reiteradamente ocupadas desde 2011 no caben en una imagen, no hay una sola foto que recoja su modo de acontecer, porque lo que es singular y políticamente relevante en los movimientos de las plazas de los últimos años ha sido el modo de producir otra espacialidad y otra temporalidad. Su espacialidad tiene dos potencias inesperadas según el orden del espacio abstracto y mercantil: en primer lugar, la conquista de una centralidad que no es la del poder. Las plazas siempre están en el centro de las ciudades y ocupan el centro del discurso político de su tiempo, pero no pasan a constituirse en centro estable. Son un centro insistente y en tránsito a la vez. Por eso su temporalidad también es relevante: es la temporalidad de la repetición y de la inminencia. Cuando una plaza ha sido ocupada, siempre podrá volver a serlo, como cualquier otra plaza en cualquier lugar podrá también retomar su pulso. De esta manera, rítmica y desviada, las plazas organizan un espaciotiempo que da otro soporte a la vida cotidiana de la especie humana, aunque no pueda recogerla ni sostenerla. Pero su acontecer no es el del acontecimiento único y excepcional, el del tiempo interrumpido, suspendido y absolutamente abierto del mesianismo revolucionario. Por eso las plazas no cabrán nunca en una foto ni se podrá decir «yo estuve allí». Son ellas las que siguen estando allí, reconfigurando nuestras presencias y ausencias contra el espacio de circulación, servilmente disponible, del capital.

A raíz de la emergencia de esta geografía política de las plazas, el proyecto de pensamiento crítico y experimental Espai en Blanc11 empezó a emitir, como si de una señal sonora lejana se tratara, El Pressentiment12. Espai en Blanc significa espacio en blanco en catalán.

La conquista del intervalo como condición para el pensamiento era algo que ya veníamos practicando desde hacía tiempo, por tanto. Pero con El Pressentiment esta práctica política y estética del espacio en blanco ha tomado consistencia por sí misma. El Pressentiment es una sola hoja, una hoja en blanco, que en vez de funcionar como página en blanco, como punto de partida de un discurso o de una representación sobre el mundo, pasa a articularse como intervalo visual y temporal junto a otras hojas, reconfigurando la textura de las agresiones y de las potencias del mundo que compartimos. La serialidad y la periodicidad de la publicación de cada una de las hojas compone un mosaico inacabado que respira con el tiempo y que se despliega con los desafíos de su propio tiempo. El Pressentiment es separación y relación, distancia entre la irreductibilidad de cada uno de sus números y vínculo de todos ellos entre sí. El Pressentiment interrumpe y vacía articulando13. Por ello, es a la vez una herramienta que vacía y que relaciona indicios, que desatura la página colonizada de nuestras vidas para desviar la potencia de sus posiciones. El Pressentiment no es una posibilidad, ni un menú de posibilidades. El Pressentiment es un espasmo. Un espasmo cuyo ritmo descoordinado acompasa, paradójicamente, la posibilidad de atender y de tratar la realidad concreta del mundo desde la rebelión de nuestros cuerpos actuales.

Notas bibliográficas

  1. «…han sido educados de forma diferente y no saben coordinar sus espasmos». ↩︎
  2. De Certeau, Michel: L’invention du quotidien, Gallimard, París, 1990, vol.1, p. 199. ↩︎
  3. Garcés, Marina: Un mundo común, Edicions Bellaterra, Barcelona, 2013. ↩︎
  4. Lefebvre, Henry: La producción del espacio, Capitán Swing, Madrid, 2013, p. 86. ↩︎
  5. Ibídem, p. 218. ↩︎
  6. Ibídem, pp. 184-185. ↩︎
  7. Ibídem, p. 203. ↩︎
  8. Ibídem, p. 245. ↩︎
  9. Ibídem, p. 215. ↩︎
  10. Ibídem, p. 451. ↩︎
  11. En línea http://www.espaienblanc.net [Última consulta realizada el 22 de septiembre de 2014]. ↩︎
  12. En línea http://www.elpressentiment.net [Última consulta realizada el 22 de septiembre de 2014]. ↩︎
  13. Ver El Pressentiment n.º 7, (izquierda). ↩︎
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