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«Exploring the world in comfort», Beatriz Herráez

A partir del concepto de turismo revolucionario de Hans Magnus Enzensberger aplicado a la edición ateniense de documenta, Beatriz Herráez explora sus contradicciones discursivas frente a la realidad económica y social inmediata.
Ganando (aprendiendo) de Atenas, pintada en Atenas con motivo de documenta 14, 2017.
Historiadora del arte. Entre los años 2012 y 2016 forma parte del…

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«Revolutions-Tourismus»1 (Turismo revolucionario) es el título de un ensayo escrito por Hans Magnus Enzensberger en 1973 que aborda los vínculos que se establecieron entre la izquierda europea y los países del régimen socialista en el siglo pasado; «una patente relación abstracta e ideológica» en la que los primeros adquirirán el rol de observadores al convertirse en invitados de la URSS y sus aliados, y estos, a su vez, en perfectos anfitriones dispuestos a cumplir con las expectativas de sus huéspedes. A través de una serie planificada de incursiones, los militantes de la izquierda occidental —políticos, periodistas o escritores— se convertían así en una suerte de inspec- tores privilegiados (siempre acompañados por sus anfitriones), de verificadores curiosos que ponían en entredicho «las informaciones y deformaciones de los medios de comunicación social burgueses», y a los que el propio León Trotsky definió como «turistas radicales»; aquellos que al ser «incapaces de rebelarse contra su propio capitalismo, con la mayor diligencia se apoyan en una revolución extraña».

A partir del concepto de turismo revolucionario de Hans Magnus Enzensberger aplicado a la edición ateniense de documenta, Beatriz Herráez explora sus contradicciones discursivas frente a la realidad económica y social inmediata.

Conocido como delegaciya (delegaciones), este sistema de visitas diseñado por la URSS en los años veinte permitió a los intelectuales europeos «ir en busca del tiempo futuro», algo que tuvo no pocos efectos, entre otros, de carácter literario. Y de manera específica, citando a León Trotsky, la aparición de una «escuela internacional, a la que habría que denominar “bolcheviquismo para la burguesía ilus- trada”, o bien, en sentido estricto, “socialismo para turistas radicales”». De este modo, tal y como explica Enzensberger: «la literatura produci- da por esos “amigos de la Unión Soviética” debe su enorme difusión a una necesidad masiva de utopías concretas, que por aquel entonces parecían encarnarse en la URSS […] En este sentido eran precisamente los rasgos burgueses del “turismo radical” los que aseguraron a sus adeptos un público amplio. Cuanto más eufórica, mayor era la bienvenida dispensada a dicha literatura: sus ilusiones, que a nosotros quizás nos parecen defectos, quizás fueron la base de su éxito»2.

Sin embargo, la decepción entre aquellos que formaron parte de estas delegaciones no se hizo esperar al colapsar aquella «realidad imaginada» con la «realidad histórica» observada en sus viajes, gene- rando con ello debates cuyas resonancias mantienen su vigencia en la actualidad. En la lista de los autores mencionados por Enzensberger se encuentran Emma Goldman, Arthur Koestler o Victor Serge, mien tras que entre las renuncias más sonadas destaca la de André Gide, quien abrumado por los privilegios recibidos durante su estancia, hizo público su desencanto en Retour de l’U.R.S.S. (París, 1936) y Retouches à mon Retour de l’U.R.S.S (París, 1937), dos libros que tradu- cidos a quince idiomas se convirtieron en superventas provocando un sinfín de acusaciones cruzadas. Aunque las críticas en la dirección opuesta tam- poco se hicieron esperar, siendo Bertolt Brecht una de las voces que contestó al escritor francés, subrayando su ingenuidad al comportarse como un Ulises insatisfecho por el desajuste entre lo visto en la URSS y la imagen del régimen que se había construido de manera previa.

Desde los textos de Gide, sus impresiones soviéticas, hasta los relatos que surgen de incursiones posteriores en otros contextos si cabe aún más «exóticos» como es el Viaje a Hanoi (1968) de Susan Sontag, el turismo ha expandido sus territorios de forma excepcional, ampliando los límites de la experiencia ofertada hasta la extenuación; visitas guiadas por instalaciones e infraestructuras recónditas o lo que normalmente se considera el backstage de la ciudad, experimen- tos culturales que incluyen una participación en procesos creativos intermedios (ensayos musicales, laboratorios culinarios…), itinerarios al azar o aquellos que remiten a juegos, por citar tan solo parte de la oferta disponible. Asimismo los desplazamientos a escenarios de la vida cotidiana —en los que el visitante es a menudo inducido a jugar el rol de antropólogo— sigue vigente en muchos formatos, algo que parece reactivar aquella vehemencia colonial que marcó la disciplina en sus orígenes, y que sigue desmoronando la distancia crítica nece- saria para una verdadera comprensión de los contextos «ajenos». El propio Enzensberger apuntaba ya en A Theory of Tourism3, un lúcido ensayo publicado en 1958, hacia esa sustitución de la fórmula del sightseeing por el lifeseeing ideado por visionarios agentes turísticos, una suerte de proto-airbnb a través de los que observar la rutina de los habitantes locales alojándose en sus lugares de residencia.

En lo que puede ser una actualización de las polémicas históricas referidas, el «Grand Tour» del arte contemporáneo —en el que los profesionales se desplazan de un punto a otro del globo movidos por las citas señaladas en un calendario— no está exento de muchas contradicciones en su búsqueda de lugares con «singularidades» que incorporar al discurso artístico. La elección de ciertas localizaciones para la celebración de ferias, bienales, capitalidades o la apertura de filiales de museos, genera debates incómodos que estallan de manera puntual. La polémica más reciente con motivo de las siempre comple- jas relaciones que se establecen entre contexto artístico y realidad política ha surgido con motivo de la designación de la ciudad de Atenas como sede inaugural de la última edición de la documenta, de manera previa a su cita alemana en Kassel. Titulada Learning from Athens — en lo que parece una alusión al famoso libro de Venturi, Scott Brown e Izenour que se sitúa en los inicios de las teorías posmodernas— la cita convierte la crisis griega en el telón de fondo del evento a partir del gesto propuesto por el equipo curatorial, reencuadrando como nuevo destino para los visitantes a un país vinculado con los primeros desplazamientos turísticos de figuras literarias como John Keats, Percy Bysshe Shelley o Lord Byron: «Hoy todavía se puede escuchar el término lordoi como un término genérico para referirse a los turistas en áreas rurales de Grecia»4. Un desplazamiento —físico y concep- tual— que ha provocado que voces como la del político y economista Yanis Varoufakis hayan comparado la operación con el «turismo de desastre» o «turismo de crisis», estableciendo analogías con las visitas turísticas a las favelas o favela tours, y apuntando que, encubierta bajo un discurso de izquierdas que dice oponerse al neoliberalismo, docu- menta termina por convertirse en un proceso puramente extractivo: «Cuando estructuras culturales del centro vienen a la periferia, donde tiene lugar el desastre, bajo las circunstancias que estamos debatiendo, esto es turismo de desastre. Y neocolonialismo. Es exactamente la misma historia»5.

Tras la experiencia ateniense, el retorno a Kassel funciona como en otras tantas operaciones turísticas sostenidas en la temporalidad del gesto, en la seguridad del proceso y en la certeza del regreso a las zonas de confort habitual. Un escenario contradictorio donde la producción discursiva parece chocar con la realidad económica y social inmediata, y en el que la voluntad por escenificar determinados modus operandi ligados a lo político, lejos de lograr el acoplamiento con los problemas reales, nos recuerdan al vaticino literario de Marcel Proust acerca de la extinción del catolicismo y sus rituales publicado en Le Figaro en 1904 con el título de La muerte de las catedrales:

Supongamos a continuación que los sabios, valiéndose de documen- tos, consiguen reconstruir las ceremonias que se celebraban allí en otras épocas, para las que habían sido construidas (que constituían su significado y su vida), y sin las cuales no eran más que una carta muerta; y supongamos que entonces los artistas, seducidos por el sueño de devolver momentáneamente las vidas a estas grandes naves que permanecían en silencio, quisieran rehacer durante una hora el teatro del drama misterioso que se escenificaba en ellas, en medio de cantos y perfumes, emprendiendo, en una palabra, para la misa y las catedrales, lo que los Felibres realizaron por el Teatro antiguo de Orange y las tragedias antiguas6.

No se trataría aquí de analizar las derivas que desde aquellos años han tenido las relaciones entre el catolicismo y el Estado —la de Proust fue una de las voces que, en oposición al proyecto Briand, se manifestó en contra de la separación entre la Iglesia y el gobierno francés—, o la sustitución de los usos acaecidos en muchos de sus espacios, que han superado los augurios del escritor (conventos convertidos en hoteles, equipamientos museísticos ocupando iglesias, etc…), como de esa idea que nos advierte de la pérdida de sentido propio de ciertas formas de «liturgia» (en su sentido de servicio público), así como del recurso a la reanimación por parte del Estado y sus efectos. Subvencionadas por los mismos responsables que provocaron su extinción, relegados a textos para ser interpretados por artistas «convencidos», el fin último de los «oficios» descritos por Proust no era ya otro que el de ser el espectáculo para las «caravanas de snobs» que anualmente visitaban los templos desactivados con el único propósito de «volver a sentir la emoción que buscaban antes en Bayreuth y Orange: deleitarse con la obra de arte en el mismo escenario construido para ella»7.

Pese a las distancias oportunas y las especificidades y comple- jidades de todos estos problemas, lo cierto es que este escenario profético podría ser aplicado a los espacios de lo político recreados en exposiciones y eventos recientes, en los que los textos y reenactments que invocan gestos radicales haciendo uso de un vocabulario plagado de términos como resistencia, ciudadanía, soberanía, participación…, surgen en un momento en el que el déficit y la suspensión de estos mismos principios y derechos se está haciendo efectiva en muchos contextos. Así, promovido por los mismos agentes económicos y po- líticos responsables de las dificultades a las que alude, el dispositivo artístico corre el riesgo, «en nombre de la búsqueda de soluciones, de convertirse en parte del problema», tal y como apunta Varoufakis en relación a lo acaecido en Atenas, y sus actores de devenir en turistas guiados por esa lógica acumulativa en la que, desde hace tiempo, también se incluye la experiencia.

Notas bibliográficas:

  1. ENZENSBERGER, HANS MAGNUS: «Turismo revolucionario», El interrogatorio de la Habana y otros ensayos, Anagrama, Barcelona, 1985. ↩︎
  2. Ibídem. ↩︎
  3. NZENSBERGER, HANS MAGNUS:A Theory of Tourism, originalmente publicado como «Vergebliche Brandung der Feme: Eine Theorie des Tourismus», Merkur 126, agosto 1958, pp. 701-20. ↩︎
  4. Ibídem. ↩︎
  5. «We Become Bearing Gifts» ≠ Iliana Fokianaki and Yanis Varoufakis on Documenta 14 Athens 2017. En línea en: conversations.e-flux.com/t/we-come-bearing-gifts-iliana- fokianaki-and-yanis-varoufakis-on-documenta-14-athens/6666 Ver también «Doing Documenta in Athens is like rich Americas taking a tour in a por African country» An interview with Yanis Varoufakis by Leon Kahane Spyke Art Daily. En línea en:  www.spikeartmagazine.com/en/articles/doing-documenta-athens-rich-americans-taking-tour-poor-african-country ↩︎
  6. PROUST, MARCEL: La muerte de las catredrales y otros textos. Trifaldi, Madrid, 2013. ↩︎
  7. Ibídem. ↩︎
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