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EDITORIAL
Concreta 16, Desde otras palabras, Pablo Lafuente

Concreta 16 (otoño 2020) propone una serie de posiciones colectivas e individuales alimentadas por la tradición, indígenas y no indígenas, desarrolladas en América Latina. Nuevas palabras, suposiciones, actitudes y deseos nos acercan a la efectividad del arte para propiciar el contacto entre comunidades, pero también a su espíritu colonial de crecimiento e incorporación. Cuenta con la colaboración de Pablo Lafuente, Umus Pãrõkumu (Firmiano Arantes Lana) y Tõrãmu Kehíri (Luiz Gomes Lana), Sandra Benites, Luiza Proença, Elvira Espejo, Denilson Baniwa, Sallisa Rosa, Jaider Esbell, Clarissa Diniz, Fernando Palma, María Berríos, Francisco Huichaqueo, María Íñigo, Benvenuto Ixtelalá, Gleyce Kelly Heitor y Akari Waura.
(Santurtzi, 1976). Escritor, editor y comisario de arte que vive en Río…

EDITORIAL

Para los Kaingang, synuin es algo bonito, es decir, algo que puede percibirse como bonito por la persona que lo recibe. Dzeeka en Baniwa se refiere a saber hacer, a algo que alguien puede hacer como resultado de una evolución de saber, aprendido de los más ancianos y que solo puede ser hecho por humanos. Ziapohaw, para los Guajajara, identifica el acto de hacer, provocar, crear, resolver. Mevi-revosh-showima-awe en Marubo es un trabajo hecho con la punta de los dedos. Yaimyxop, para los Tikmu’um o Maxakali, es un esfuerzo estético que produce eventos espirituales, constituidos por música y cantos, y con la presencia de personas-espíritu. Tembiapo, en Guaraní, es una práctica de hacer conectada con el arte y la memoria.

A veces no hay palabras para una práctica, porque esa práctica no existe, o no lo hace del mismo modo. Puede materializarse de modos similares a otra con ese nombre, hasta puede parecer que, por un momento, es la misma práctica.

Sin embargo, si la acompañamos durante el tiempo suficiente, o la consideramos en su complejidad, en su alcance e implicaciones, ese encuentro puede parecer apenas una coincidencia o, simplemente, irrelevante. Pero aún así, insistimos…

La palabra arte es persistente, sorprendentemente efectiva en su habilidad de atraer la atención, afectar procesos y motivar agencias. También en provocar irritación y hastío, principalmente por su obcecada voluntad de expansión, su espíritu colonial de crecimiento e incorporación.

En tiempos recientes, el arte y su sistema en Brasil volvieron su atención a los pueblos indígenas y sus producciones. No tanto a sus realidades o preocupaciones, sus demandas o incomodidades, sino a los objetos e imágenes que algunos de ellos producen, así como a ciertas narrativas y valores que su presencia evoca e invoca. «Arte indígena» se convirtió en un asunto, seguido, lentamente al comienzo, por «artistas indígenas» y, aún hoy incipientemente, «curadores indígenas». Ocupaciones y preocupaciones necesarias, deseadas e inevitables, que revelan un encuentro que puede ser celebrado, pero que no debe ser tomado como resuelto o definitivo.

Este número de Concreta intenta acercarse a algunos puntos de ese encuentro y, aún con mayor énfasis, caminar hacia otros lugares en los que las trayectorias se bifurcan y apuntan a un exceso: un exceso que es tan, o más relevante, que los encuentros. Para traer aquí esos acercamientos, invitamos a personas que los realizan profesional y vitalmente en diferentes territorios de América Latina y España. La mayoría en Brasil, el territorio en el que vivo hace aproximadamente ocho años, pero también en Bolivia, Chile, México y Guatemala: países en los que un proceso colonial de más de quinientos años no consiguió eliminar impulsos y prácticas de creación y recreación tan o más persistentes que esa palabra con la que comenzamos.

Desde plataformas institucionales o de gestión autónoma, desde posiciones colectivas o aproximaciones individuales alimentadas por la tradición, indígenas y no indígenas, las personas que contribuyen a este número muestran en su trabajo y vida voluntad de contacto, sin necesidad de suponer una autonomía que salvaguarde la práctica. Es difícil ofrecer una síntesis, tal vez porque no se trata de llegar a un común sino a una abertura. Tal vez el único común posible aquí sea una pregunta que sirva de comienzo, que fuerce un ejercicio, que demande una reflexión con consecuencias sobre las estructuras: para que ese contacto acontezca de una manera que el arte y sus sistemas no subsuman, agoten o desanimen las prácticas que procura encontrar. ¿Qué debería cambiar en ese sistema? ¿Qué métodos, palabras, suposiciones, actitudes y deseos precisan mudar para que el encuentro no sea, de nuevo, abusivo y violento, para que no sirva solo a una parte?

Las historias, imágenes, narraciones y perspectivas que siguen no son instrucciones. Sin embargo, contienen herramientas y ejemplos, impulsos y visiones que nos apuntan hacia algunas respuestas.

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