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Desde la maraña a la araña. A propósito de Estimulantes: circulación y euforia, Laura Vallés Vílchez

La autora especula sobre la historia de las sustancias activas en relación a su pasado colonial y propone una lectura de las mismas como refugio desde el que reinventar el poder, transitar por los nuevos modos de idolatría y decolonizar el pensamiento.
Otobong Nkanga, Social Consequences II – Choices we make, acrílico y pegatinas sobre papel, 29 x 42 cm, 2009. Cortesía de la artista.
(Castellón de la Plana, 1984) trabaja como curadora, editora e…

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Cuando Donna Haraway hablaba de la producción de la cultura moderna, en sus lecturas del National Geographic sobre los primates a finales de los años ochenta, remarcaba cómo el crítico cultural se enfrentaba a un mundo que recordaba a un ovillo de lana donde para poder desenmarañarlo no quedaba otra que tirar del hilo y rastrear los distintos significados. El primer ejemplo que utilizaba para desarrollar su tesis le llevaba a la pregunta: ¿qué significa naturaleza?, ¿para quién es? y, ¿en qué momento? Pero sobre todo, ¿cuánto cuesta producir esta naturaleza en un momento histórico concreto y para un grupo de personas determinado? Después de una serie de relatos con objetos, textos e imágenes que nos llevan desde Silicon Valley a Tanzania o al espacio sideral, concluye que el dualismo de contrarios moderno —que encierra naturaleza-cultura, entre otros binomios—, no funciona pues está destinado a la resignificación perpetua. En su lugar, propondrá las naturoculturas como un término único continuo, en vez de un grupo de opuestos.

El programa de investigación multiforme Estimulantes: circulación y euforia organizado por Oier Etxeberria, Max Jorge Hinderer y Pablo Lafuente, parece abrazar esa idea del mundo como maraña. Parece querer deshacerla con las infinitas dificultades que esto conlleva e imaginarla de nuevo de otra manera. Pensando a través de una serie de eventos (encuentros, talleres, conciertos o una exposición) y de los estimulantes modernos (café, azúcar, cacao o tabaco): qué significa naturaleza, para quién es, y cuál es el coste del deseo de ingesta y posesión de la misma en un grupo de personas determinado en diferentes momentos históricos. Como el relato de Haraway, también nos traslada desde América a África pasando por el espacio exterior. No debemos olvidar que el contexto en el que surge el proyecto (Tabakalera en San Sebastián), es el de una antigua fábrica de tabaco de principios del siglo XX reconvertida en centro internacional de cultura contemporánea, por lo que agitar los cimientos se antoja como un ejercicio de responsabilidad crítica.

La gran conversación, antesala y parte inaugural del programa que tuvo lugar en diciembre de 20151, situó la idea de discurso en el centro del debate. Discurso entendido como estimulante especulador. Discurso entendido como cambio de marchas o motor que permite transitar los diferentes ritmos de la sociedad contemporánea y sus representaciones siempre en circulación. No es casual que el «café» dé nombre a esa sobremesa que, al tiempo que digestión, es fuente de discusión y debate y nos permite entrar en el ritmo diacrónico de la maraña. Sin duda, el ritual del café es el lugar para el intercambio de ideas, pero también para las ideas del intercambio. Los historiadores aseguran que en la Europa del siglo XVIII las casas de café jugaron un papel fundamental para definir el lenguaje del momento y conformar la noción de actualidad vinculada no solo al chismorreo, sino a esa idea de diálogo inútil en términos de producción capital. Ese «hablar por hablar» que se contrapone a la búsqueda de metodologías que estructuren y digieran el pensamiento en favor de una economía del conocimiento de la que las instituciones humanísticas en crisis cada vez más dependen.

Estimulantes: circulación y euforia propone repensar la historia de las sustancias activas como relato de la globalización: un hecho que sucede en paralelo a la expansión del capital y a las exploraciones transoceánicas desde el descubrimiento del continente americano en el siglo XV. La exposición, comisariada por Oier Etxeberria2, no debe entenderse como colofón, es una parte más en el extenso programa. Esta propone una suerte de sistema nervioso rizomático, es decir, una red de relaciones entre los participantes de las diferentes fases del mismo y los artistas y materiales presentes en la sala. En este sentido, la exposición se desarrolla a partir de tres tipos de estímulos (biológicos, económicos y cósmicos) que sirven como catalizadores del recorrido. Dichos estímulos generan una serie de itinerarios que se manifiestan en el espacio de la exposición a través de un código de color (rojo, amarillo y verde) que los posiciona y, a través de ellos, la exposición trata de establecer una serie de correspondencias entre lo material, el capital y la razón frente a la ilusión, el deseo y la ebriedad. Como entiendo la exposición como un estímulo a la especulación, en este texto propongo un cuarto itinerario, que no responde al recorrido lineal de la sala y al que denominaré «desde la maraña a la araña».

1.
En la antesala de la exposición el visitante es recibido por dos pantallas con spots publicitarios protagonizados por Dalí: en el primero el artista alucina con el chocolate Lanvin. En el segundo nos vende un medicamento antiácido efervescente que cura, como si de una obra de arte se tratara. Junto a estos anuncios encontramos un maniquí, obra de Ines Doujak & John Barker, con un colorido vestido de patrones hecho con «pieles». Su trabajo El diablo abre una escuela nocturna para aleccionar sobre los secretos del éxito y del fracaso también propone atajos para extirpar el dolor a través de las drogas. El Salvador Dalí de finales de la década de los sesenta —un performer naturalmente acomodado en los nuevos medios de comunicación— aporta las primeras pistas del recorrido y nos recuerda cómo fue precisamente en este período donde la conciencia colectiva comenzó (¿o renovó?) su letargo. La economía del mundo había experimentado el mayor crecimiento de la historia desde la Segunda Guerra Mundial y el llamado Estado de Bienestar se había instaurado. Poco después, a principios de la década de los setenta desapareció el patrón cambio-oro como medida económica con el dólar de Nixon y la doctrina neoliberal —alejada de su correspondencia material de una vez por todas— comenzó a instaurarse en un efecto dominó que pronto llegó a Europa con la dama de hierro: esa misma que apenas dormía cuatro horas por noche y que en lugar de en el café, encontraba su fuente de energía en el whisky.

Este ensimismamiento gradual coincidió con un momento políticamente complejo que sirvió para determinar el camino de una conciencia del «yo» individual, que se posicionó como medida central política, económica y moral. Al mismo tiempo nuevas formas de comunicación y ocio llegaban para quedarse. La conciencia del «yo» —que para Walter Benjamin representaba el inicio de un sueño cada vez más profundo— se ilustra en este itinerario a través de los estudios del científico Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurociencia moderna que nos recibe en la sala principal de Tabakalera: combinando con sumo cuidado en sus estudios de la anatomía humana tanto ciencia como arte.

Junto a Ramon y Cajal, la película de las trabajadoras de Tabakalera saliendo de la misma fábrica que acoge la exposición3 nos remite a finales del siglo XIX, momento del primer pase de Los obreros saliendo de la fábrica de los hermanos Lumière, curiosamente proyectada en un café. La historia de las cigarreras en España es especialmente relevante por el interés que suscita el rol de la mujer en este oficio ya en las primeras décadas del siglo XVI y por su capacidad de organización y reivindicación laboral como colectivo. Se dice que las cigarreras mantuvieron destacablemente su autonomía para compaginar el trabajo con los cuidados no solo familiares sino sociales. Pero como sucedió con otras muchas labores, con la industrialización desapareció el oficio. Las máquinas sustituyeron a las manos.

Brazos fragmentados con prótesis de colores en forma de martillo, cuchillo, punzón o pistola. Cuerpos desmembrados como instrumentos para la producción: manosmáquina. Así se me aparece el delicado trabajo de la artista nigeriana Otobong Nkanga, cuya obra reflexiona sobre las historias del cuerpo, la identidad africana y la explotación colonial en constante circulación. Evidenciar los vínculos es de suma importancia en su trabajo. También las diferentes escalas de tierra y materia que construyen los relatos neocoloniales. De ahí su maraña en la ilustración de estas páginas que probablemente sea la que mejor ilustre el cometido de este personal itinerario.

Enfrente de Nkanga, otras imágenes de máquinas evocadoras de manos. Se trata del mosaico de Ibon Aranberri dedicado al damasquinado tan ligado a la fabricación de armas en la ciudad de Eibar en el País Vasco. El damasquinado es una actividad que tiene como objetivo adornar piezas de hierro u otros metales embutiendo filamentos de oro o plata en ranuras previamente abiertas. La obra presenta un gran panel de cristal repleto de documentos reciclados de otra época —calendarios con flores— en cuyos reversos encontramos las representaciones ornamentales. Con este gran panel de cristal atravesado por la luz del ventanal de la sala, Aranberri nos recuerda cómo los elementos ornamentales de las armas de fuego ya no están ligados a su marco-temporal que otrora fueron distintivos, y cómo de las armas los adornos pasan a las máquinas de coser y otros utensilios domésticos. Sin duda, las ideas de Alfred Gell resuenan en este trabajo. El damasquinado de las armas y utensilios domésticos refiere también a la mano, y no es solo decorativo, sino que dota a los objetos de eficacia.

2.
Aquello que se celebraba a principios del siglo pasado —la superación del ornamento entendido como signo de degeneración estética y moral—, deja paso a la reivindicación del ornamento en la contemporaneidad para reclamar una complejidad humana en oposición a la creciente alienación del mundo.

La depuración formal del arte que se perseguía en la modernidad me devuelve a los estimulantes y a su búsqueda de pureza. Tanto consumidores como químicos hacen referencia a ese mecanismo de separación de sustancias que permite reducir la materia a la mínima esencia. Cuanto más puro, mejor. La euforia es proporcional. Si la pureza disminuye, el producto se abarata. Y con ella, el deseo. Aunque no me refiero a ningún estimulante en particular, parece que esta idea de limpieza sea extrapolable a prácticamente cualquier sustancia activa moderna. Sin ir más lejos, las propias cigarreras iniciaron grandes protestas a finales del siglo XIX debido a la falta de pureza del tabaco el cual llegaba lleno de desechos. Al mismo tiempo, los estimulantes son las sustancias que probablemente mejor materializan las contradicciones de la historia que las acompañan pues, ¿no fue el café para la burguesía lo que el azúcar para la clase trabajadora inglesa, es decir, motores de su instauración?

En todo caso, ¿cómo se vincula esta idea de alienación y depuración con el letargo del que hablaba Walter Benjamin? En el seminario Las tres circulaciones4, Max Jorge Hinderer coge prestada la idea de «capitalismo mundial integrado» de Guattari y reflexiona sobre la función fagocitadora del mismo a través de la cual la superficie horizontal del planeta ha sido colonizada para después erigirse en la vertical, es decir, en nuestros cuerpos farmacológicos y semióticos. Los mismos que ingieren el chocolate o los fármacos de Dalí o que fuman el tabaco de las cigarreras. Como nos anuncia el programa de radio de Antonin Artaud proyectado en la exposición invocando esta idea:

[…] hay que producir, hay que, por todos los medios de la actividad viable, reemplazar la naturaleza dondequiera que pueda ser reemplazada, hay que encontrar un campo mayor para la inercia humana, es preciso que el obrero tenga de qué ocuparse, es preciso que se creen nuevos campos de actividad donde se alzará por fin el reino de todos los falsos productos fabricados, de todos los innobles sucedáneos sintéticos, donde la hermosa, la legítima naturaleza no tendrá nada qué hacer, y deberá ceder su lugar de una vez por todas y vergonzosamente a los triunfales productos de la sustitución […]5

La palabra integración implica la búsqueda de lo que falta: asumir hasta sumar un todo. Y si hay algo que el «capitalismo mundial integrado» ha entendido setenta años después del programa de Artaud emitido al terminar la Segunda Guerra Mundial, es que en gran parte del globo los cuerpos ya han sido asumidos. Aquellos que ya están en circulación pueden trabajar para él y generar valor. Los «cuerpos sin órganos» que menciona en su programa, se tornan manosmáquina, más allá de las pieles. Forman parte de los nudos de la maraña. La herramienta reCAPTCHA sería un posible ejemplo de ello pues entre muchos de nosotros, y casi sin saberlo, estamos enseñando a los ordenadores a leer. La permeabilidad de los cuerpos facilitan las redes y otras formas de subalternidad. Precisamente son estos los entes humanos, no-humanos y más-que-humanos los que el capitalismo engulle en ese afán aspirador que continúa adormeciendo al mundo al tiempo que lo provee de un proceso de emancipación tramposo en el que la libertad de cada cual ya no depende de uno. Sin embargo, ¿se puede circular al margen de la actividad depredadora que convierte todo lo que toca en recurso o residuo?

Cuando el capital se torna religión, como también auguraba Benjamin en 1921, la capacidad de reinventar el poder y, por ende la resistencia, se complica cada vez más. «Para terminar con el juicio de dios» —proponía Artaud en la radio—, solo hace falta que los hombres de la guerra armados con hierro y sangre se dirijan hacia el invisible Jesucristo, aquella «ladilla» que aceptó vivir sin cuerpo. El dinero también se divorció de su correspondencia material con el oro para poder imprimir más billetes fiduciarios —basados en la fe de la comunidad— y así pagar las guerras. En este sentido, parece que estamos condenados a una u otra forma de idolatría donde la deuda y la culpa son solo una palabra, como sucede con el alemán (schuld significa ambas cosas). En este contexto, el rol de las imágenes juega un papel fundamental. Con esta idea cruzo el pasillo que me lleva de una sala a otra de la exposición donde una voz que viene desde arriba me susurra que «estamos muy por encima del dinero» pero que aunque no sea divertido jugar a ser Dios parece que «alguien tiene que hacerlo». Se trata de la pieza sonora Throat de Lorea Alfaro realizada en colaboración con un cantante de trap que celebra su fama ansiando el reconocimiento en forma de Óscar.

Asimismo, Las cuentas del collar de Erick Beltrán proponen una reflexión sobre esa idea de idolatría que desplaza el culto de la vera icona hacia el discurso y las artes mágicas que miran hacia el cielo de otra manera. Uno de sus fines es analizar cómo se construye el poder desde otras comunidades que todavía logran estar fuera del «capitalismo mundial integrado», el mismo en el que el discurso también funciona como droga y «permite transformar hombres en animales o esclavos, hablar la lengua de los muertos hasta dar cuerpo a la figura del estado». Quizás por eso, encontramos las máscaras de la etnia fang de Guinea Ecuatorial que se empleaban en las danzas que la comunidad realizaba antes de entrar en contacto con el «hombre blanco»; un gran mural de Fernando Palma como códice que recoge los rituales del cacao y de sus dioses en relación con las culturas mesoamericanas; o las pinturas cosmológicas de Maruja Mallo y sus Viajeros del Éter.

3.Los lazos entre naturaleza, territorio y capital que presenta la exposición son interesantes en relación al discurso antropocentrista de los últimos años que sitúa al hombre en el centro del paradigma geológico [8] y que, en mi opinión, más alineada con el discurso de Jason W. Moore, se queda corto de miras. En Anthropocene or Capitalocene? Nature, History, and the Crisis of Capitalism, el autor propone un paso hacia atrás en la historia para poner el foco de la problemática en otro lugar. Si bien ya sabemos que los científicos a favor de acuñar el «antropoceno» sitúan al hombre en el centro del debate estableciendo la Revolución Industrial como punto de inflexión factual, el «capitaloceno» de Moore se remonta al largo siglo XVI de la expansión colonial y nos propone el desplazamiento del anthropos en favor del capital como centr6. Sin embargo, quizás sea más estimulante e inclusiva la postura de Donna Haraway al respecto, ya que en esta no hay centro posible y de algún modo recoge, con humor, las propuestas anteriores. Su «chthulucene» propone un pensamiento tentacular a partir de la araña pimoa cthulhu («piernas largas» en goshute) que nos devuelve al enredo diacrónico del ovillo de lana del principio del texto con sus múltiples temporalidades y responsabilidades. Para Haraway, los mundos humanos, no-humanos y más-que-humanos están formados por entes complejos con los que imaginar alianzas para pensar y resistir juntos pero también con los que estar en desacuerdo.

Y de la maraña a la araña llegamos al pensamiento arácnido de la obra del arquitecto Miguel de Prada Poole con motivo de un happening realizado en Guadalajara en 1971, el mismo año del shock de Nixon. En este encuentro pre Pamplona, un grupo de personas construye colectivamente una perfecta telaraña. En un experimento que sucede en paralelo al encuentro, el arquitecto descubre que si una araña injiere cafeína, la funcionalidad del telar resultante tras la ingesta pierde su utilidad como trampa. Parece que el momento del café también puede ser un momento inútil para la araña, un ritual en el que su trampa pierda la razón de ser. Aunque quizás Fernand Deligny tuviera razón y la araña nunca estuvo interesada en la utilidad de la misma: «lo que lo arácnido nos enseña es que no se trata, para la araña, de querer tener, por medio del tejido de su tela, a la mosca; lo que importa es tejer»7.

En este sentido, la exposición no representa los estimulantes en su virtud material —pues no hay rastro de las sustancias en la sala—, sino que piensa, resiste y disiente con ellos, entendiéndolos como posibles refugios8 desde los que construir nuevas imágenes con las que superar las dificultades de la imaginación emancipadora política de nuestro presente. Y esto pasa por asumir que la definición de naturaleza no se reduce ni al capital ni al hombre en singular, sino que debe entenderse como algo indisociable de la cultura donde la tecnociencia y las imágenes juegan un papel fundamental. Pero para imaginar «el fin del capitalismo sin fin»9 así como nuevas formas éticas de comprometernos con la maraña del mundo sin caer en la trampa de la evangelización, primero debemos pasar por decolonizar el pensamiento y las instituciones que lo acompañan. Por lo tanto, transitar por las contradicciones de los nuevos modos de idolatría de nuestro presente es quizá el siguiente reto al que nos enfrentamos. Esta exposición es un claro ejemplo de ello.

Notas bibliográficas:

  1. Sería imposible entrar en estas páginas en el sinfín de contenidos desarrollados entre 2015-2017 dentro del marco del proyecto Estimulantes: circulación y euforia. Para más información véase en línea: https://www.tabakalera.eu/es/estimulantes-circulacion-y- euforia. [Última consulta realizada el 1 de marzo de 2017]. ↩︎
  2. En esta ocasión Pablo Lafuente y Max Jorge Hinderer actuaron como asesores. ↩︎
  3. Esta película forma parte de Mañana Goodbye: proyecto que indaga el cambio de modelo productivo por el cual la antigua fábrica de tabacos se convirtió en el actual Centro Internacional de Cultura Contemporánea. En línea en: https://www.tabakalera.eu/es/ manana-goodbye-0. [Última consulta realizada el 1 de marzo de 2017]. ↩︎
  4. Esta conferencia tuvo lugar el pasado 29 de septiembre de 2016. En línea en: https:// www.tabakalera.eu/es/una-dos-tres-circulaciones-max-jorge-hinderer-cruz [Última consulta realizada el 1 de marzo de 2017]. ↩︎
  5. ARTAUD, ANTONIN: Para terminar con el juicio de dios, Ediciones Caldén, Buenos Aires, 1975. ↩︎
  6. En el año 2000, el premio Nobel de química Paul Crutzen utilizó por primera vez el término «antropoceno» para bautizar la nueva era histórico-geológica caracterizada por la incidencia del hombre en la tierra. Con él, se dejaría atrás el Holoceno y sus 12.000 años de relativa estabilidad en los ecosistemas de la tierra. La Comisión Internacional de Estratigrafía (de la que el vasco Alejandro Cearreta forma parte) discute en estos momentos si el término propuesto debe aprobarse. Si bien gran parte del cambio ambiental es una consecuencia directa de la Revolución Industrial, algunos científicos argumentan que la aparición de la agricultura hace 8.000 años fue determinante. ↩︎
  7. Citado en el libro de artista MAD MARGINAL Cahier #2, The Inadequate de Dora García publicado por Stenberg Press con motivo de la 54o Bienal de Venecia. Para más información véase: DELIGNY, FERNAND: Lo arácnido y otros textos, Editorial Cactus, Buenos Aires, 2015. ↩︎
  8. Tomo prestada la idea de refugio de Anna Tsing desarrollada en «Feral Biologies» donde se sugiere que el punto de inflexión entre el Holoceno y el llamado Antropoceno se sitúa en el momento en el que la posibilidad de reconstituir la mayoría de los refugios de cualquiera de las especies (humanas y no-humanas) es eliminada y deja de ser una opción tras sucesos como por ejemplo la desertificación. En TSING, ANNA: Anthropological Visions of Sustainable Futures, University. College London, febrero 2015. ↩︎
  9. DE SOUSA SANTOS, BOAVENTURA: Descolonizar el saber, reinventar el poder, Ediciones Trilce, Montevideo, 2010. ↩︎
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