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EDITORIAL
Concreta 26, Vectores operativos, o lo que la inteligencia artificial ve

Concreta 26 reflexiona sobre la enorme influencia que ha tenido la inteligencia artificial en la reconfiguración de la cultura visual contemporánea. Nuestro último número está editado por Toni Navarro y cuenta con las contribuciones de N. Katherine Hayles, Luciana Parisi, Laura Tripaldi, Anna Engelhardt, Linda Rocco, Taller Estampa, Joanna Zylinska, Paco Chanivet, Amanda Wasielewski, Felipe Rivas San Martín, Alejandra López Gabrielidis y Proyecto UNA.
Toni Navarro. Filósofo especializado en teorías feministas y marxistas…

EDITORIAL

En pocos años, la inteligencia artificial ha pasado de ser un subcampo especializado de la informática a transformar decisivamente la cultura visual contemporánea. Este desplazamiento no se explica solo por los avances computacionales, sino por el giro hacia modelos capaces de «ver». El paso del paradigma simbólico —que entendía la inteligencia como manipulación de símbolos— hacia enfoques conexionistas orientados al reconocimiento de patrones permitió mecanizar la percepción visual. Cuando las máquinas dejan de operar únicamente sobre representaciones explícitas y comienzan a interpretar, clasificar y generar imágenes, estas se convierten en vectores operativos que reconfiguran la relación entre modelo y mundo.

Este cambio aceleró el desarrollo de la IA y convirtió la visión por ordenador en uno de sus pilares. Desde la conducción autónoma hasta la vigilancia urbana o las plataformas digitales, las imágenes son materia prima de sistemas que aprenden sin instrucciones explícitas. Mucho antes de lo generativo, fueron los avances en visión artificial los que orientaron el rumbo de la investigación y ampliaron sus ambiciones.

Mientras tanto, la IA se ha integrado en la infraestructura social. La gestión algorítmica organiza el trabajo en plataformas de logística y servicios; la misma lógica sostiene sistemas policiales y de control fronterizo que inscriben sesgos históricos en dispositivos presentados como objetivos. En el ámbito bélico, la delegación de tareas intensifica formas de violencia remota, mientras que la modulación algorítmica del comportamiento profundiza la atomización social. En conjunto, estos procesos revelan que la mediación algorítmica atraviesa la existencia contemporánea y que las imágenes ocupan un papel central. Bajo esta premisa, el número aborda dicha pluralidad con vocación sistemática.

El volumen se abre con un intercambio entre N. Katherine Hayles y Luciana Parisi. A partir de sus reflexiones sobre la inteligencia algorítmica, la conversación recorre la computación y las tensiones entre lo biológico y lo técnico para imaginar alternativas a la IA más allá del capitalismo racial. Se suma la propuesta de Laura Tripaldi, que ofrece una aproximación poética a las inteligencias de la materia mediante organismos, materiales y mitologías que evocan «futuros blandos».

Desde una perspectiva política, la videoartista y escritora Anna Engelhardt examina la imagen sintética a partir de sus investigaciones sobre infraestructuras algorítmicas. A su juicio, estas imágenes no son simples amenazas a la veracidad documental, sino elementos operativos en contextos bélicos y logísticos. En un registro distinto, Linda Rocco analiza el impacto de la IA generativa en la educación superior, advirtiendo el riesgo de dependencias cognitivas y defendiendo pedagogías de coindagación capaces de confrontar la opacidad algorítmica.

La dimensión poética adquiere un tono humorístico en crater lover worker, proyecto de Taller Estampa que examina cómo las herramientas de visión por ordenador construyen mundo. Un texto de Joanna Zylinska acompaña el proyecto contraponiendo la tradición crítica de los estudios visuales a la lógica reductiva de la visión computacional. Desde otra perspectiva, Paco Chanivet presenta una «feria artificial de arte generativo» creada con modelos entrenados en imágenes de exposiciones reales, cuestionando las fronteras entre originalidad y reproducción.

También desde el ámbito artístico, Amanda Wasielewski muestra en Canon zombi cómo los conjuntos de datos artísticos perpetúan sesgos eurocéntricos. Esta genealogía se complementa con la aportación de Felipe Rivas San Martín, que desde hace una década explora los cruces entre algoritmos e identidades disidentes.

Hablar de IA generativa implica abordar la preocupación por su impacto laboral y las acusaciones de plagio. Alejandra López Gabrielidis analiza estas tensiones desde las limitaciones del copyright y defiende mecanismos colectivos de compensación que reconozcan el valor cultural implícito en los datos digitales.

El número se cierra con una web de Proyecto UNA que examina la alianza entre tecnooligarquías y extremas derechas y la posibilidad de que la IA generativa constituya una nueva estética del fascismo. Reconstruyen una genealogía de la IA como máquina de patrones, analizan la concentración de poder en un oligopolio tecnológico y trazan conexiones estéticas entre la IA y ciertas vanguardias protofascistas.

En conjunto, el número muestra que la IA no es solo un instrumento técnico ni una fuente de novedad estética, sino un entramado donde percepción, cognición, política y materialidad se entrecruzan. Comprender estos sistemas exige pensarlos como tecnologías, dispositivos culturales e infraestructuras sociales, e imaginar estrategias que replanteen los fundamentos de la inteligencia que producen.

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