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INTERCAMBIO
Alias o las virtudes del apodo, Damián Ortega

Alias Editorial es una iniciativa que busca resaltar las virtudes del sobrenombre o apodo, al tiempo que guarda una relación más cercana con el aspecto físico, la personalidad y los oficios del renombrado. Más que un segundo nombre, “alias” es el otro nombre: aquel que los amigos otorgan y que a través del tiempo adquiere vida propia y nutre una identidad diferente a la oficial y legal asentada en el acta nacimiento. Editorial Alias
Interior del libro Para los pájaros, Jonh Cage, Editorial Alias, México D. F., 2007.
Fundador de Alias, editorial independiente sin fines de lucro económico…

INTERCAMBIO

¿Cuál es el contexto en el que surge Alias?

Es un contexto bastante complejo porque se fue gestando con mucho tiempo. En términos generales comenzó aún estando en el espacio de Temistocles 44, un espacio en Polanco, un barrio rico de la ciudad de México donde nos prestaron una casa para reunirnos un grupo de artistas a platicar y comentar nuestro trabajo. Había intercambio de ideas y de libros, era un lugar de crítica y discusión que luego se orientó hacia cosas más tangibles como exposiciones y una publicación periódica de comunicación interna llamada Alegría.

Un año o dos años más tarde un grupo más reducido formado por Gabriel Kuri, Daniel Guzmán, Luis Felipe Ortega y yo mismo creamos otra revista llamada Casper. Eso fue un antecedente muy directo de Alias porque publicamos muchas traducciones y fotocopias de libros que cada uno estaba leyendo y recomendaba.

Bastante tiempo después comencé sin mayor proyecto que traducir un solo libro, Conversaciones con Duchamp, de Pierre Cabanne, que honestamente era yo quien lo quería leer y mi inglés era muy malo… lo es todavía, y no lo entendía cabalmente, o mejor dicho «cabannemente». Así que pedí a varios amigos que me ayudaran a traducir algunas páginas o capítulos y de ahí salió el primer libro, muy libre y desparpajado. La traducción es realmente humorística y coloquial, está llena de modismos locales muy mexicanos de modo que Marcel Duchamp termina siendo un mito nacional de un residente mexicano, como si hubiera vivido en la ciudad de México. Lo sustancial de esta nacionalización o expropiación es que permite ver que el texto no pertenece más que a las lecturas individuales, y que puede tener tantas nacionalidades como lectores. Eso me animó mucho para darle continuidad, así que decidí fotocopiar un libro que era el que más veces había prestado y, curiosamente: ¡me lo habían devuelto siempre!. Lo presté prácticamente a todos mis amigos y es genial. Además me lo regaló un compañero de una revista donde colaboraba y me lo dio con la condición de que cuando lo terminara se lo diera a alguien más que le interesara, así que ahí estaba el segundo libro editado.

El libro fue Para los pájaros. Mi colega, que trabajaba para una revista que editaba el partido de izquierdas donde yo colaboraba haciendo caricaturas, escribió un artículo genial criticando el movimiento juvenil que había llevado a la universidad a la huelga. Era una posición radical que él cuestionaba por no desarrollar una propuesta académica e incidir en los planes de estudio y criticarlos en su esencia, así que se apoyó en unos textos de Cage de cuando vino a México y habló de la universidad… hablaba de la universidad sin paredes… algo fantástico. Así que le pedí fotocopias del libro y él generosamente me lo regaló. Cuando lo quise editar llamé a la Editorial Monte Ávila en Venezuela y me dijeron que ellos no tenían posibilidad de publicar nada más y que si me interesaba era mejor que lo hiciera yo mismo. Y así fue.

Sólo entonces me d i cuenta del proyecto tan amplio y rico que tenía entre manos. Hay un inmenso vacío y rezago en este espacio de opinión, teoría, estudio, o como queramos llamar a este espacio de interés. Así que los libros han circulado con mucha vida y circulan de un modo muy orgánico y natural. Los estudiantes y gente interesada en el arte lo conocen, lo siguen y lo agradecen.

¿Cuál es el proceso de selección de los títulos y qué criterios se emplean a la hora de escoger una publicación?

En realidad es bastante egoísta y caprichoso, elijo lo que me gusta y lo que quiero leer. También pienso en la posibilidad de poder contactar a los autores, para solicitar su permiso de traducirlo y publicarlos de nuevo. La respuesta casi siempre ha sido muy generosa y positiva por parte de los artistas, sólo en algunos casos alucinan y no pueden entender de qué se trata este proyecto, o tienen trabas legales y no participan. Pero estos han sido los menos.

Todos los libros que hemos editado son textos donde se oye la voz del artista, como los libros Teignmouth Electron, de la inglesa Tacita Dean; el texto Entre el Mueble y el Inmueble del estadounidense Jimmie Durham, o Fotogravedad de Gabriel Orozco. Al escuchar a los artistas hablando de su propia obra conoces su proceso de creación dentro del terreno del arte contemporáneo, del que habitualmente se cree que todo es inmediatez, que las piezas artísticas no provienen de ningún sitio, que no hay seriedad. Al poder leer y enterarte de todo lo que sustenta a las obras, se abre una perspectiva diferente. Otros libros del catálogo son: el ya citado Para los pájaros, obra que reúne las conversaciones que sostuvieron John Cage y Daniel Charles en la década de los años setenta; Una selección de 1000 poemas japoneses básicos, que Robert Filliou publicó en Alemania en 1971; Mi libro es su libro, del artista conceptual neoyorquino Lawrence Weiner; Rock, mi religión (1982-1984), donde el artista Dan Graham profundiza en la relación entre el fanatismo y la industrialización de la música; Selección de escritos de Robert Smithson, reúne textos publicados por el artista estadounidense en revistas como Artforum, Arts International y Arts of Environment, entre 1966 y 1973; Hélio Oiticica, escritos del artista brasileño en los que desarrolla sus puntos de vista sobre el arte y la cultura; Cildo Meireles, este libro es la reedición del catálogo publicado originalmente en ocasión de la exhibición de la obra del artista en el IVAM-Centre de Carme, en 1995.

Una buena anécdota de este último libro fue que cuando Vicente Todolí, el co-comisario de la exposición y Cildo lo vieron por primera vez se quedaron sorprendidos al ver que el libro original había sido fotocopiado, recortado y rearmado con pegamento en un formato un poco menor «¡Cómo una maqueta a la antigua! ¡Es un Frankenstein!» dijeron. ¡Era como si aquella creación cobrara vida independiente y se moviera por sí sola!

¿Podrías hablarnos acerca del proceso de producción y de cómo os enfrentáis a asuntos tales como el copyright?

Hay un respeto siempre por el autor y por la idea y el ejercicio es un poco ejercer el derecho a la información y a la cultura. Siempre hay un intento de buscar el permiso del autor, aunque se trata de un trato de palabra, un pacto personal. No es un proyecto que implique ganancias para nada. No es con fines de lucro sino de difusión, así que la respuesta casi siempre es muy buena, incluso muchas veces los autores participan en correcciones que les incomodan del libro original, y que los han acechado durante años desde que se publicara. Ya sabes, uno siempre ve los errores y cuando abres el libro quizá nadie más los ve, pero el autor sólo ve eso. Como decía Borges «sólo los errores nos pertenecen». Así que también es una segunda oportunidad de corregirse. En algunos casos si ha habido pagos y contratos por los permisos, es más aburrido pero respetable.

En otras ocasiones has comentado que el sistema editorial actual sigue un planteamiento caduco. ¿Podrías desarrollar esta idea?

Bueno es caduco el tema de la fisicalidad del libro, el peso, el volumen, etc. Lo digital es genial por su ligereza, versatilidad, simultaneidad y por la posibilidad de no tener que acumular volúmenes y transportar físicamente ese ladrillo pesado. Por otro lado, es como un concierto acústico unplugged. Aunque no haya luz en el mundo, el libro sigue. ¡Un libro no necesita baterías! Cargar un libro genera una relación muy carnal, sudarlo, olerlo, subrayarlo o guardártelo en el bolsillo del pantalón lo hace curvo como una forma anatómica, como extensión de ti mismo, te relaciona de otra manera con la información.

La otra es que los mercados lo hacen difícil por que distribuirlo es un problema enorme y cobran mucho. También las librerías cobran una buena comisión, así que del producto original a lo que se vende al final hay varios pasos que lo encarecen y poco de esto le llega al autor, incluso al editor.

El coste de las publicaciones es realmente bajo ¿Contáis con algún sistema de financiación externo como subvenciones y/o patrocinios o conseguís autogestionar el proyecto con las ventas?

En realidad es bajo porque son libros hechos con materiales baratos, además es sólo el costo de producción, prorrateado entre los mil o dos mil números que se editan. Hasta ahí es muy bajo el precio, distribuirlo puede subirle el 40 o 45 % y venderlo en librerías otro tanto, por lo que en un abrir y cerrar de ojos se multiplica elprecio. Nuestra opción ha sido venderlo nosotros mismos siguiendo las leyes del comercio informal. México tiene miles de recursos de gente que busca sus propios medios de producción y distribución de sus productos. Frutas con chile, verduras o chicharrones, raspados… la gente arma vitrinas móviles y sale a la calle a vender fuera de la economía formal.

Alias se ha centrado en el lector hispanoparlante¿Qué repercusión está teniendo este proyecto editorial fuera de las fronteras latinoamericanas?

Es interesante porque en España mismo no existen muchos de estos títulos publicados, algunos sí pero están ya descatalogados, así que han sido bien recibidos. Es increíble como en España realmente hay una industria muy madura de editores, distribuidores, librerías y sobre todo lectores, aquí a veces ese contexto es muy novato.

A veces en Europa o Estados Unidos se interesan, aunque a pequeña escala, claro. No es algo que se haya difundido mucho que digamos, pero trato de que no sea ahí donde se vendan, realmente su espacio es como una difusión de ideas, no hacer un objeto, un libro de artista.

Eres artista y editor ¿Concibes tu trabajo en Alias como un proyecto artístico en sí mismo?

Fíjate que ha sido interesante como hay muchas cosas de mi propio trabajo que nunca había podido resolver en muchos sentidos y con Alias lo he logrado. Entre otras la de desaparecer yo mismo y poder integrarme al espacio público, salir a la calle con una intervención celular, pequeña, modesta y múltiple. Viral, como se usa ahora el término. El libro circula por ahí de mano en mano y se hace un intercambio, eso me encanta. Creo que me gusta plantearlo como un proyecto de escultura pública ya que abre la posibilidad de entender y pensar en una escultura fragmentada, con enunciados, con ideas, con modos de producción y distribución locales. Es muy humano, es un intercambio personal, no es fetichista como un libro de artista, pero es un objeto que se hace muy sensible, atractivo como experiencia. Es algo que abre espacios de percepción, de contemplación y entendimiento.

Me tranquiliza y entusiasma pensar en el arte de ese modo. Ejercerlo como un proyecto autoral también abre posibilidades, en el sentido de que no es una posición corporativa, de conveniencia o de negocio, es mi elección y es mi postura, es mi interés particular compartir y abrir una coyuntura a partir de lo que no teníamos o no tenemos. A veces me parece que el arte tiene que ser en inglés y eso lo hace homogéneo, en cuanto a productores, emisores y receptores.

Alguna vez me invitaron a exponer el proyecto de Alias en un museo y el proyecto fue detenido porque la institución no podía producir libros. Sin embargo cuando les dije que no eran libros sino esculturas entonces todo fluyó y las cosas salieron muy bien. Ahí un objeto se desplazó y se transformó en otra cosa.

¿Cómo está evolucionado Alias? ¿Hay nuevas colecciones?

Sí, ya dispuestos nos hemos decidido a hacer dos nuevas colecciones. Originalmente había pensado en una colección que involucrara a artistas contemporáneos, justamente a amigos o gente con las que he podido ir trabajando o haciendo amistad, y hacer ediciones nuevas y originales, pero sobre la marcha encontré algo que es necesario en este momento, y es hacer una colección de artistas que me gustan y me interesan mucho y que, por una razón u otra, no han podido o no pudieron editar un catálogo o una compilación de su obra. Son gente con la que viví siendo bastante chico o joven y fueron de gran influencia para mí.

Hay un rezago en las publicaciones de artistas mexicanos, me parece que hacer un fluido o flujo de intercambio de estos artistas será algo que vitalice la visión del arte latinoamericano y mexicano en específico, ya que en muchos casos creo que tienen mucho que dar a nivel internacional, en una discusión histórica internacional.

Puede parecer nacionalista, pero en mi opinión es necesario atender un poco los problemas domésticos y ver qué pasa en casa. En este momento me parece que es una necesidad imperiosa.

El rezago es tremendo, sin embargo hay artistas interesantes que darán mucho de qué hablar. La colección se llama Antítesis, como una relación entre crear una tesis y su contra parte, como un proceso de conocimiento y dialéctica. Un diálogo que critique y se autocritique.

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