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ENTREACTO
¿Todo seguirá siendo como hasta ahora? El papel de la mediación en los museos en el contexto de la pandemia, Gleyce Kelly Heitor

Respondiendo a los discursos dominantes sobre el futuro de los museos, que centran su acción en las disputas entre actividad física y online, la autora reivindica un papel integral del museo en la cultura actual, haciéndolo responsable de contribuir a formar diversas maneras de estar en el mundo.
Educadora e investigadora. Es doctoranda en Historia Social de la…

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¿Cuál es el contexto?

En diciembre de 2019, vimos las repercusiones de la aparición y propagación de un nuevo virus en la ciudad de Wuhan, China. En pocos meses, lo que parecía ser un virus local, se propagó, tomando proporciones globales y afectando rápidamente diferentes áreas del funcionamiento y de la convivencia social, como las escuelas y universidades, así como áreas relacionadas con el ocio y la experiencia cultural, como el turismo, el mercado de entretenimiento y los museos. Estos últimos, ante el contexto de aislamiento, necesario para mitigar el contagio del virus, se vieron frente a una desafiante crisis de propósitos: después de todo, ¿para qué sirve un museo (cerrado)?

De manera más amplia, podemos decir que el primer momento de esta experiencia de aislamiento estuvo marcado por la intensidad de «aprender a vivir» en la medida en que éramos llamados a leer una «nueva realidad». Y, hablando de la realidad, las reflexiones aquí presentadas fueron hechas desde Brasil: un país que cuenta con más de tres mil quinientos museos1, con diferentes tipologías, colecciones y formas de actuar, y en el que a la crisis sanitaria se le suma también una crisis política, social y económica. Estas crisis se reflejan en el campo cultural, que ya estaba fragmentado, debilitado y desmantelado, generando una geopolítica de la cultura en la que los recursos, si los hay, se distribuyen de manera desigual, lo que genera asimetrías y hegemonías culturales, como un despliegue en la forma de acción de las instituciones museísticas en las diferentes regiones del país.

Otro elemento para destacar es que estas reflexiones se enuncian desde mi tránsito entre la educación y la investigación practicada con/en los museos de arte, que dentro del universo más amplio (de la cultura y los museos) son instituciones que tienen agendas, ritos y engranajes propios.

Dado que la pandemia y sus efectos aún continúan, es prematuro decir cuáles serán sus repercusiones globales a largo plazo. Por lo tanto, es importante señalar que aunque se desencadene por una pregunta, más que señalar soluciones o hacer predicciones sobre el futuro de los museos y la mediación cultural en el contexto de la pandemia, este entreacto se concentra en los problemas y los síntomas que surgen desde el momento en que comenzamos a experimentar las medidas de aislamiento social, cierre temporal (y en ocasiones definitivo) de instituciones. También, analiza el rediseño de la forma en que los museos dialogan e invitan a la gente a otra experiencia, en la que la idea de presencias se deshace y se reconstruye, ante los imperativos de la pandemia.

Momento que nos inspira a repensar los propósitos del museo, y la mediación cultural. Lo que nos lleva a creer que los contextos de crisis, parafraseando Appadurai y Breckenridge, «son buenos para pensar»2 y pueden ser puntos de partida fundamentales para que soñemos nuevos/otros roles para las instituciones, los procesos museológicos y su interfaz con la sociedad. En este sentido, ¿qué puede ser la mediación cultural en el contexto que aquí se denominará pandémico? ¿Qué museo podemos imaginar, y querer, para una sociedad fragmentada por la experiencia de una pandemia? Son preguntas que recorren las reflexiones compartidas aquí.

COVID-19, crisis de la cultura, crisis de los museos

La historiadora y profesora Virginia Fontes, al analizar los diferentes discursos en torno a los impactos de la pandemia en la economía, afirma que el capitalismo es una forma de producir crisis, corroborando los análisis en los que se dice que, en la medida en que el neoliberalismo se impuso como la versión dominante de este sistema, tenemos una situación de crisis permanente, que está siendo utilizada como base para la intensificación de la pérdida de derechos políticos y sociales, así como la precariedad y degradación de la diversidad de formas de vida3.

Por lo tanto, por mucho que nos sorprenda la pandemia y sus consecuencias en el orden social y económico actual, vale la pena reflexionar que ella no llegó sin avisar, y basta con que pasemos en retrospectiva las alertas emitidas por los pueblos tradicionales, científicos, ambientalistas y otros lectores de la realidad, que venían hace décadas señalando la forma insostenible en que nos relacionamos con el mundo, así como la forma en que establecemos relaciones entre humanos y no humanos.

Pensando en cómo la pandemia afectó los espacios y experiencias culturales, se puede evaluar que la agilidad con la que se debilitó el campo es un síntoma de lo inmersos que estamos, también, en prácticas extractivistas de la cultura. Y que, contrariamente a la posibilidad de practicar la cultura como un derecho, y de afirmar el ámbito cultural como un campo profesional, hemos visto nuestra precariedad histórica convertirse en una condición de posibilidad para que, en la división entre los servicios esenciales y los servicios secundarios, se materialicen los recortes de costos y de personal, cancelaciones de contratos y programas y también el cierre, definitivo, de instituciones. 

Por otro lado, a lo largo de los días, los productos culturales como películas, series, debates sobre artes, cursos, presentaciones musicales y acciones de mediación a distancia, propuestas por diferentes instituciones, han sido importantes dispositivos de sociabilidad, de alivio e interpretación de la situación de aislamiento intercalados con momentos de apertura y flexibilidad, por los que hemos pasado, colectivamente y a escala mundial, lo que genera una simultánea desvalorización y valoración de la cultura.
En el caso de los museos, fueron muchas las reacciones, producto del anuncio de las primeras medidas de aislamiento social. Esas reacciones se produjeron en serie, al mismo tiempo en que nosotros íbamos aprendiendo a lavarnos las manos, instalar programas de reuniones online, distinguir los síntomas, leer los gráficos de la curva de contagio, crear una agenda de lives, constatar la distribución desigual de las desigualdades y llorar los primeros muertos.

Una de las primeras reacciones fueron los despidos de algunos profesionales, cuyas actividades fueron vistas como injustificadas ante el cierre de las instituciones al público. Esto podría ser solo un síntoma de que los museos, cuando están cerrados, declaran su inutilidad. Sin embargo, los recortes de personal, en la mayoría de estos museos, no fueron para todas y todos. Estos afectaron, en un primer momento, a profesionales vinculados a sectores muy específicos: limpieza, educación, recepción al público y seguridad, es decir, los que ya reciben, históricamente, los menores presupuestos, salarios y que concentran personas de género, raza y clase socialmente subalternizadas. Tal recorte, justificado desde el punto de vista económico, podría leerse de diferentes formas, pero nos permite pensar en la división social del trabajo en las instituciones museísticas.

También nos anima a que actualicemos nuestras reflexiones sobre la participación de los museos en la definición de vidas útiles, ya que en su génesis, estas instituciones desempeñaron un papel central no solo en la constitución de diferentes campos disciplinarios, como en la afirmación de la racionalidad científica, en la construcción de identidades nacionales y en la legitimidad de la empresa colonial. Así, fueron generadores de teorías raciales y de la nación, en este sentido, los museos no están exentos de su rol en la producción de sujetos precarios4. Ni de ser responsables de llevar a cabo una autocrítica de cuánto las teorías formuladas en estos contextos espaciotemporales apoyan, en la actualidad, decisiones sobre quién va a morir y quién va a vivir. Siendo así, ante crisis como la provocada por la pandemia, cuando estas instituciones deciden, en sus políticas de recortes y despidos, por el descarte de ciertos profesionales, en detrimento de mantener el statu quo de otros, pierden una oportunidad no solo de reparar las exclusiones sociales que su origen provocó, como actualizar esa exclusión.

El otro tipo de reacción que cabe destacar fue la búsqueda de los museos por respuestas a ese momento de aislamiento, con la producción de contenidos de transposición, de estos, a diferentes plataformas digitales. Como respuesta, este giro digital de los museos es un tema que ha sido ampliamente debatido en las últimas décadas, pero poco practicado y en ocasiones rechazado por un campo que venía priorizando el énfasis en la cultura material y la experiencia cara a cara.

Sin embargo, el contexto de la pandemia anticipó la necesidad de que los museos se conectaran. Acompañamos, por ejemplo, la transposición de actividades educativas al entorno virtual, sobre todo, en las redes sociales, asignando así una nueva orientación de trabajo a los educadores y nuevos diálogos con los públicos. También se pudo ver un conjunto de contenidos supuestamente educativos, puestos a disposición por instituciones que implementaron políticas de austeridad, responsables del desmantelamiento de estos sectores. Simultáneamente, surgieron una serie de debates sobre el futuro de los museos —o los museos en la pospandémia— anclados en preguntas sobre el futuro de las instituciones, ante la suspensión de la asistencia de público. Debates que se dieron, sin embargo, con poco o ningún espacio para escuchar lo que las personas, enmarcadas en una idea abstracta de público, esperan de los museos en este contexto. 

¿Todo seguirá siendo como hasta ahora?

Se estima que 13% de los museos del mundo cerrarán5, debido a la pérdida de ganancias en la taquilla, los alquileres y patrocinios, causada por la crisis económica global resultante de la pandemia. Esta noticia reverberó entre los profesionales del área, reposicionando una pregunta siempre presente, sobre la utilidad e inutilidad de los museos para la vida. Esto muestra también que todas las respuestas que hemos acumulado a lo largo de años de ejercicio de pensar y de hacer museos, parecen ineficaces, dada la forma en que muchas de las instituciones vienen llevando a cabo sus actividades en el medio de la crisis.

Son sobre todo formas de vivir y las posibilidades de estar vivos —coexistir, estar juntos en comunidad— que quedaron comprometidos con la experiencia del aislamiento social. Sin embargo, deberíamos preguntarnos sobre cómo los museos han estado produciendo comunidades. Tengo la impresión de que nos falta repertorio para reimaginarnos fuera del modelo hegemónico de museo espectáculo, que orientado hacia una forma de vida capitalista naturalizó la cultura como un producto. Ese modelo de museo, que en el juego de las contrapartes sociales se ha acostumbrado a vender experiencias, perspectivas, afectos y subjetividades, no sabrá realmente qué hacer frente a la ruptura con el régimen de visibilidad que tiene su lugar de actualidad en el complejo de exposiciones6.

Por estar enfocados en el entretenimiento, los museos están dejando para después un ejercicio de reflexión que podría llevarse a cabo en el presente: ¿cuál es su papel en el establecimiento de nuevas colectividades? ¿En la construcción de lo común, que emerge con el aislamiento social, en el que aparentemente estaremos inmersos, en ciclos de apertura y cierre? ¿Qué recuerdos producimos y legamos de este momento? ¿Y cuáles son los cambios sociales y las agendas que surgen de la experiencia de dolor, de luto y enfermedad causados ​​por la pandemia? Sobre todo, ¿qué pueden hacer los museos, además de vender exposiciones y sus despliegues?

Estas preguntas demandan la construcción de una nueva ética y son fundamentales para que repensemos el papel del museo y de la mediación cultural en la sociedad. Sin embargo, redefinir, a partir de ellas, nuestras prácticas requiere que entendamos los museos como una tecnología social, lo que va mucho más allá de afirmar nuestra capacidad de generar y transferir contenido a las redes. Va más allá, también, del ímpetu de involucrar al público, para cuando estemos abiertos, a crear ritos de asepsia, para propiciar una experiencia supuestamente segura, pero que inaugura un discurso aséptico, de experiencia exclusiva, aislada y casi religiosa —por ser casi litúrgica— con el arte.

Es necesario que posicionemos a los museos como parte integrante de una nueva realidad, que está en disputa. Esto demanda renunciar a la ansiedad de adaptar el museo de siempre a un mundo cuyo futuro, desconocemos. Significa renunciar a nuestra postura conservadora de mantener las cosas como siempre han sido. En este sentido, el papel de los museos y la mediación, en este contexto (todavía) pandémico, consiste en el gesto de no mirar solamente para el futuro, que no sabemos cuándo será, pero que es a donde hemos tirado buena parte de nuestros esfuerzos de imaginación, nuestras ansiedades y nuestros recursos —humanos, financieros, de planificación— cuando estos existen. Ni tampoco afirmar una posición nostálgica, que es un retorno a lo que éramos, a lo que hicimos, a las colecciones nunca antes exploradas, a los registros nunca antes vistos.

Parece pertinente, sin embargo, que busquemos, como trabajadoras y trabajadores cada vez más precarizados, entender las potencialidades de la mediación, de los museos y de la cultura en la afirmación de la diversidad de las formas de ser y de estar en el mundo. Y en este sentido, parece fundamental que los museos asuman, como parte de la experiencia de la pandemia, y más allá de ella, su papel en la articulación de la cultura como un derecho fundamental; que reafirmen la vida como valor innegociable; que se comprometan con una distribución equitativa de las condiciones de posibilidad de vivir, con dignidad. Para ello, es necesario que los museos aparezcan como agentes y protagonistas de un nuevo pacto social y democrático, articulado desde la memoria, lo simbólico y las distintas materialidades que lo singularizan como institución en la que es posible no solo interpretar, sino también imaginar nuevas (otras) relaciones sociales.

Notas bibliográficas

  1. Según datos de la plataforma museusbr, del Instituto Brasileiro de Museus. En línea en: http://museus.cultura.gov.br/#tab=space-terms. [Última consulta realizada el 31 de octubre de 2020]. ↩︎
  2. APPADURAI, ARJUN y BRECKENRIDGE, CAROL: «Museus são bons para pensar: o patrimônio em cena na Índia», MUSAS: Revista Brasileira de Museus e Museologia, n.3, Rio de Janeiro, Iphan, Demu, 2007, pp. 10-26. ↩︎
  3. FONTES, VIRGINIA: Crise do coronavirus ou crise do capitalismo? 3 jul 2020. En línea en: https://www.youtube.com/watch?v=YvwS9oAyhUU [Última consulta el 31 de octubre de 2020]. ↩︎
  4. BENNETT, TONY: The birth of museums: history, theory, politics, Routledge, Londres, 1995; SCHWARZ, LILIA MORITZ: O espetáculo das raças. Cientistas, instituições e questão racial no Brasil – 1870-1930, Companhia das Letras, São PaulO, 2013; MONTECHIARE, RENATA y HEITOR, GLEYCE KELLY: Cadernos Flacso n.16 – Museus e Educação, Flacso Brasil, Rio de Janeiro, 2020. ↩︎
  5. ONU NEWS. Unesco: la pandemia podría provocar el cierre del 13% de los museos del mundo. 19 de mayo de 2020. Véase en línea en: https://news.un.org/pt/story/2020/05/1713972 [Última consulta el 31 de octubre de 2020]. ↩︎
  6. BENNETT, TONY: Óp. cit. ↩︎
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